Una pequeña babel de futbolistas en situación de calle llegó a la ciudad de México a buscar el campeonato de la Homeless World Cup, que por primera vez se realiza en México con representantes de 52 países. Sobre el pavimento escurre el sudor, la alegría y el ánimo impulsado desde las gradas por los brasileños, argentino y mexicanos. Daneses e ingleses observan el ambiente, de fondo, la catedral se levanta sobre un cielo despejado.
En la cancha, hombres y mujeres dan sus mejores 15 minutos, lo que dura el encuentro, porque se trata del partido de su vida. Después del torneo muchos volverán a dormir entre desconocidos en las habitaciones de los albergues, pero hoy se encuentran en la ciudad de México como feroces guerreros dispuestos a vencer deportivamente a sus oponentes. Cada balón es peleado como si fuera lo único que hay en la vida. Afuera de la cancha sus compañeros y entrenadores dan instrucciones, en las gradas el público se entrega al que mejor juega.
En las gradas los ánimos se encienden cuando juegan las mujeres. Piropos, silbidos y gritos sirven para hacerle saber a las jugadoras que son unas hermosas guerreras. Desde la cancha de fútbol rápido ellas corresponden con goles, dribles, tiros a gol, atajadas y bailes sensuales cuando meten el balón a la red. Esto sí es futbol de verdad porque no hay otra cosa de por medio que el puro corazón por delante, no hay entrenadores bien pagados para ellos, ni uniformes, ni viajes cada semana, sólo es este momento y punto. Lo saben y por eso lo disfrutan. Muchos no se imaginaron hace dos meses que viajarían de África a México. Esta es la primera vez que quizá salen de sus comunidades, pero eso no le interesa a los aficionados que les piden tomarse la foto con ello, como si fueran las figuras principales del star system, y de cierta forma lo son esta vez.