“Usamos máscaras de seda y nos vestimos de charro como una burla hacia los españoles por la Conquista”, dice bailando uno de los 10 hombres que avanza por las calles de Santa María Aztahuacán; “a diferencia de los chinelos nosotros nos vestimos con estos trajes que llegan a costar hasta 40 mil pesos, porque son adornados con hilos de oro, además de que son elegantes”, agrega bajo un intenso sol y en medio de la música de banda y tambora. Su nombre, explica, no importa, está de más. La máscara que usa es el símbolo de una fusión de culturas. A los tiempos de la destrucción de la Tenochtitlán.
“Bailamos antes de Semana Santa, antes de la Cuaresma. Nuestra vestimenta representa una imitación hacia los españoles, es una burla”. Después de la Conquista, la importancia política y económica de Iztapalapa (adquirida en la época prehispánica) fue relegada. Santa María Aztahuacán es uno de los 16 pueblos originarios donde hasta el año pasado vivía su tradicional fiesta con balazos al aire. Aunque algunos vecinos dijeron que ya no era agradable pues algunos hasta sacaban cuernos de chivo, otros lo lamentaban, sobre todo los comerciantes, ya que el principal atractivo para los turistas es “echar tiro”. Alrededor de 600 policías se encargaron de que no ocurriera. Lo lograron.
Todo comenzó en octubre, cuando la muerte de un niño en un cine puso en marcha un programa de despistolización en la Ciudad de México ente el temor de que la violencia en espacios públicos se colocara en los mismos niveles de Estados Unidos, donde el antecedente inmediato fue el ataque del Guasón, que disparó en la Premier de Batman. Hasta el momento no se sabe si fue adentro o afuera del establecimiento donde falleció el menor, si una bala perdida o un asesino que sigue suelto por ahí fue quien lo ejecutó en plena función. La Secretaría de Seguridad Pública informa que los resultados del programa “Por tu familia, desarme voluntario” por las delegaciones Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Tláhuac ha recibido 3 mil 79 armas de diferentes calibres, incluidas lanzagranadas y bazukas, por las que ha dado a cambio 4 millones 217 mil 700 pesos en efectivo, despensas, tablets, bicicletas, electrodomésticos y laptops. Y sigue, pues la Miguel Hidalgo ya manifestó su interés de sumarse a esta campaña.
Por un lado están los charros con máscaras de seda representando a hombres blancos, barbados y de ojos claros, situación que contrasta con los rasgos de la gente originaria que toma las calles para festejar. Entre micheladas y músicos de banda se abre paso un carro alegórico con la reina del carnaval. Guadalupe Primera saluda a la gente que le manda besos desde la orilla de las banquetas o desde las ventanas de las casas por donde pasa acompañada de sus dos princesas. Abajo, también bailan otras personas disfrazadas de personajes televisivos como Papá Pitufo, la Chilindrina, el Hombre Lobo, Bart Simpson y toda la constelación de héroes caricaturescos que también forman parte de la tradición. Hay mucho que celebrar ahora que la delegación ha dejado de ser un desierto urbano para convertirse en el oasis de la Ciudad de México, porque según el descubrimiento del gobierno del DF hay agua para abastecer 100 años a los capitalinos. ¿Acaso no debe celebrarse?
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