Nicola Tesla fue un genio incomprendido por los suficientes. Digo esto porque muchos ignoraron su trabajo y el potencial de los desarrollos a los que llegó, los bastantes como para permitir que unos pocos se apoderaran de su legado. Más allá de eso, que forma parte de la historia más conocida, Tesla también incursionó en lo que podríamos catalogar como una versión temprana del proyecto SETI. Casi por casualidad, se encontró estableciendo comunicaciones con lo que pensó que eran verdaderos hombre de Marte. Tan convencido estuvo que en el año 1901 se aventuró a publicar un artículo hablando de sus contactos con “entidades extraterrestres inteligentes”.
Fue mientras conducía los experimentos de su “Transmisor Magnificador”, en Colorado Springs, que Tesla comenzó a detectar señales coherentes que, dijo, provenían de Marte. Las críticas no tardaron en llegar pero nadie pudo refutar al pionero solitario: ninguno de sus contemporáneos entendía bien qué era lo que estaba haciendo.
Desde entonces no se ha construido réplica del “Transmisor Magnificador” o emulado sus experimentos, tampoco se tienen datos acerca de sus especificaciones técnicas y muchos sospechan que el FBI guarda los cuadernos donde el inventor dejó anotados los detalles de sus contactos. Otros, hablan de espías nazis extrayendo los documentos del departamento donde Nicola Tesla falleció olvidado y en la pobreza. Lo cierto es que más allá de la aparente conspiración de su legado, lo que hoy nos interesa de Tesla es su nota, si, esa en la que dice que pudo hablar con extraterrestres.
DESCUBRIMIENTOS Y MIEDOS DE MADRUGADA
“Me encontraba mejorando mis máquinas destinadas a la producciones de intensas acciones eléctricas, también perfeccionando mis débiles esfuerzos de observación”, dice Nicola Tesla en la nota publicada en el Collier’s Weekly de marzo de 1901. “Uno de los resultados más interesantes, y de gran importancia práctica, fue el desarrollo de ciertos artilugios destinados a indicar a una distancia de varias millas la posición de una tormenta, su dirección, velocidad y distancia relativa”.
Tesla, agregó que: “…estaba llevando a cabo este trabajo por primera vez cuando descubrí unos misteriosos efectos que me despertaron un inusual interés”. Los experimentos, de alguna manera, le estaban permitiendo detectar los pulsos eléctricos emitidos en un radio de ciento diez millas y no solo eso, sino también “algo más”, algo que le dejaría helada la sangre.
“Nunca voy a olvidar las primeras sensaciones que experimenté cuando bajó sobre mí la idea de que había observado algo que posiblemente tendría unas consecuencias incalculables para la humanidad. Sentí que me encontraba frente al nacimiento de un nuevo conocimiento o la revelación de una gran verdad” sigue Tesla en su nota de 1901. “Mis primeras observaciones me aterrorizaron positivamente, porque había presente en ellas algo misterioso (por no decir supernatural), y sucede que me encontraba solo en mi laboratorio, de noche”.
Podemos imaginar a un Nicola Tesla excitado, caminando de punta a punta del laboratorio, quizás sacando la cabeza por una ventana para mirar las estrellas y preguntarles si es que estaba sucediendo lo que poco a poco parecía tomar forma. Sin embargo, todavía no llegaba a ver el panorama completo: “La idea de estos disturbios eléctricos siendo dirigidos de manera inteligente como señales controladas era algo que todavía no se me había presentado”.
CONTACTO EN MARTE
“Los cambios que noté se dieron a lugar de manera periódica y con un orden de números tan sugestivo que me di cuenta de que no le encontraría una causa conocida”. Estos pulsos, claro está, llegaban desde “arriba”, aunque Tesla sabía muy bien que podía provocarlos en caso de que se tratase de algo conocido: “Estaba familiarizado, por supuesto, con los disturbios eléctricos producidos por el Sol, la aurora boreal y otras causas naturales y estaba tan seguro, como podía estar de cualquier hecho fáctico, de que esas variaciones no estaban provocadas por alguna de esas causas. La naturaleza de mis experimentos había previsto la posibilidad de cambios producidos por disturbios atmosféricos”, agrega, descartando de plano cualquier explicación convencional a todo lo que estaba apareciendo en sus narices.
“Fue un tiempo después cuando la idea hizo un flash en mi mente: los disturbios (eléctricos) que había observado podían estar bajo un control inteligente. A pesar de que no podía descifrar su significado era imposible para mí pensar en ellos como algo por completo accidental. Tengo una sensación que crece constantemente dentro de mí y es que he sido el primero en escuchar el saludo de otro planeta. Había un propósito tras esas señales eléctricas”.
Doce meses más tarde, la Cruz Roja le pidió a Tesla que haga su mejor predicción para el futuro de la humanidad durante el siglo XX. No a pocos sorprendió cuando dejó escapar su más profundo deseo de contacto con otra humanidad: “He observado acciones eléctricas, que parecen inexplicables. Vagas e inciertas como fueron, me dieron una profunda convicción y una pre-ciencia, de que no falta mucho para que los humanos en este planeta, unidos, tornen sus ojos al firmamento, con sentimientos de amor y reverencia, entusiasmados por las felices noticias: “¡Humanidad! Tenemos un mensaje de otro mundo, desconocido y remoto. Se lee: uno… dos… tres…”
Marconi también dijo por aquellos años que había contactado a marcianos, pero me hace un poco de ruido. Quizás porque queda claro que fue Tesla y no él quien inventó la radio. De hecho, el inventor húngaro la patentó antes que el italiano y, personalmente, no me extrañaría que el oriundo de Bolonia haya decidido copiar los dichos de Tesla. Claro que también podríamos hacer un paralelismo y quizás pensar que ambos se comunicaron con “lo mismo”. En el caso que sea, mis amigos, Tesla publicó en el New York Times (1937) que había logrado perfeccionar un: “nuevo y compacto aparato por el cual considerables cantidades de energía pueden ser disparadas a través del espacio interestelar a cualquier distancia sin la menor dispersión”.
Se llamó a esto el “Teslascopio”, al menos al nivel de mito, ya que como dijimos nadie pudo jamás acceder a los aparatos o planos de los mismos. Me gusta pensar que quizás los modernos radiotelescopios estén secretamente emparentados a los bosquejos perdidos del inventor de tantas de las cosas que hoy son de uso diario. Mattheus, su protegido, habló acerca del Teslascopio e incluso dibujó algunos esquemas que no han servido demasiado a quienes intentan descifrar aún hoy el funcionamiento del artefacto. Tampoco se pudo saber el contenido de las comunicaciones de Tesla con su “contacto en Marte” o el progreso de dicho contacto. Sin embargo, no son pocos los amantes de las teorías conspirativas que vinculan al famoso proyecto HAARP (dado de baja hace poco tiempo) como un resultado directo de las investigaciones que detallo en este reportaje.
Como sea, nos quedan las incógnitas y, personalmente, las ganas de levantar una antena en mi patio y enfocar al cosmos, en busca de señales luminosas.
Fernando Silva Hildebrandt.
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