Por: Agostina Fasanella
La pereza, esa gran generadora de fracasos y frustraciones.
Cada vez que elegimos quedarnos en nuestra zona de confort, ese lugar en donde nuestra mente siente que tiene todo bajo control, que todo lo que ocurre y ocurrirá es lo esperable, estamos operando desde la pereza.
Según el diccionario de la Real Academia Española, la pereza es: “Negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados. Flojedad, descuido o tardanza en las acciones o movimientos“.
Aunque parecería que la pereza es estar “tirado” en la cama sin hacer nada, el budismo distingue tres maneras diferentes de pereza que nos permiten reflexionar acerca de la forma en que vivimos nuestra vida y lo efectivos que somos en el logro de nuestros objetivos.
Me parece interesante compartir con ustedes una breve reseña de cada una de ellas…
La primera forma de pereza es la que todos conocemos como tal y ya hemos descripto, en otras palabras es pasar el tiempo comiendo y durmiendo. Es el famoso “no hacer nada”.
La segunda refiere a una declaración de impotencia, es decir, todas las veces que nos decimos a nosotros mismos “no voy a lograr esto porque…” y completamos la oración con todos los juicios de auto invalidación que habitualmente nos decimos. Desde este lugar nos creamos un fuerte desánimo y nos inmersamos en la tendencia al adormecimiento y la pérdida de tiempo y energías vitales.
La tercera forma supone poner todas nuestras energías en acciones que no nos llevan a donde queremos ir. Poner toda nuestra atención en tareas de importancia secundaria nos genera estar, como dice Matthieu Ricard, “resolviendo problemas menores sin abordar nunca lo esencial”.
La importancia en estas tres distinciones de un “aparente” mismo concepto radica en poder tomar diferentes acciones que nos muevan de la pereza a la actividad. De esta forma evitaremos que se vuelva crónica y nos alejaremos de emociones negativas como la depresión, la frustración y la tristeza.
Esta diferencia nos ayuda como alerta para poder re-enfocarnos en lo verdaderamente importante, en lo que hace que nuestro corazón lata más fuerte y en tomar conciencia que la vida es aquí y ahora. Tal vez cuando nos decidamos a desempolvar nuestra motivación para encender nuestro motor, lograremos que nuestra pereza desaparezca, posiblemente allí nuestros sueños nos estén esperando.
¡Hasta la próxima!
Agostina Fasanella
Coach Ontológico
Liderarte Consultora