“El narcotráfico tiene una capacidad de incidencia muy fuerte”

#DEF

Dialogamos con Ricardo Vargas, sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia, autor de numerosos estudios sobre el narcotráfico y miembro del Transnational Institute, un reconocido think tank internacional con sede en Amsterdam.

De la Revista DEF. Desde Colombia. Especial para INFOBAE

-¿Cómo ve la situación del narcotráfico en América del Sur?

-En Sudamérica el panorama es distinto al de América Central, en la medida en que el tamaño de la región y la capacidad de los países es distinta. La región andina mantiene unos estándares estables de producción de materia prima para procesar cocaína, alrededor de las mil toneladas; eso se mantiene históricamente sin ninguna variación, y veo una dinámica muy fuerte del Cono Sur en su vinculación al tema del tráfico. Esto es lo nuevo, la expansión de este proceso a Suramérica, el incremento del papel de Venezuela como ruta importante de salida de la producción colombiana, el crecimiento del vínculo entre Perú y Colombia. Brasil es un jugador fuerte. Lo de Bolivia con Brasil y Argentina me impresiona. El discurso oficial de Bolivia sobre la hoja de coca, intencional o no, encubre una realidad que no sé a dónde va en términos de compromiso de Bolivia con el narcotráfico y que puede generar un conflicto fuerte a mediano plazo. Hay un silencio del gobierno boliviano frente a ese problema. Brasil, Argentina y Chile experimentan un incremento fuerte de la demanda. En el caso de Brasil, las dinámicas de comercialización siguen intactas, a pesar de los maquillajes que han hecho de ingreso a algunas favelas en Río por lo del Mundial, pero la demanda se sigue moviendo bastante y también la ruta conectada con África para llegar a Europa.

-En términos globales, ¿se ha avanzado o retrocedido en la lucha contra este flagelo?

-Hay una nueva dinámica del narcotráfico que lo hace incontrolable. Todo el dinero que se ha gastado no ha servido. Europa se ha consolidado, es muy estable, esa ruta está muy diversificada y se hace imposible su detección porque se está usando Brasil vía África, Venezuela y Centroamérica. Hay señales de que está creciendo el mercado en Asia, una economía en auge, con muchos aprendizajes del pasado, estructuras muy sólidas, gente muy calificada, procesos de lavado muy sofisticados, y esto hace que las cosas se mantengan, si no peor, igual que han venido desarrollándose. Eso pone en tela de juicio la estrategia. Mientras no se desarrolle una discusión a fondo sobre la estrategia antidroga, la cosa se complica, en la medida en que esta economía mueve otras economías ilegales, que siguen teniendo un impacto muy serio.

-¿Qué influencia tiene el fenómeno del narcotráfico sobre los Estados?

-Emergen mentes que vienen de estas actividades y generan cambios en el sentido de lo estatal, influencian los procesos electorales, alcaldías, gobernaciones, parlamentos. Esto se ha convertido en un problema muy serio desde el punto de vista de la gobernabilidad, y este es el principal peligro que enfrentan todos los países. No es un fenómeno paralelo al Estado, sino que está influenciando las dinámicas del Estado y de las sociedades, como en Colombia o Guatemala. El narco también ha generado una pauta de comportamiento de orden cultural y eso es preocupante, porque genera unos parámetros, unas legitimidades de comportamiento de las sociedades, y eso no se está analizando.

-¿Cuál es el éxito de Colombia en materia de control de narcotráfico?

-El Plan Colombia obedeció más a una lectura sobre la amenaza que representaba la guerrilla a mediados de los años noventa, y se dirigió a fortalecer la capacidad del Estado para controlar un proceso en el cual también estaba envuelto el narcotráfico, porque el fortalecimiento de la guerrilla se produce a partir de la capacidad de control de aéreas y cultivos de coca, que significó un incremento importante de sus ingresos y se reflejó en la guerra, la capacidad de combate, la logística. El Plan Colombia se diseñó para eso, no tanto para hacer una acción envolvente en la oferta de drogas. El balance positivo del Plan Colombia tiene más que ver con ese propósito, no con una estrategia antidrogas: recursos para el rediseño del sistema de defensa, reingeniería de las Fuerzas Armadas, incremento de la capacidad de combate, sobre todo aérea. Esto tuvo un efecto importante en golpear las FARC, pero a nivel de la estrategia contra la droga no fue así, porque la fumigación y la erradicación forzosa no han significado una afectación del mercado global de cocaína donde Colombia es muy importante. Eso me genera muchas dudas sobre la capacidad de Colombia para asesorar a otros países en materia de lucha contra el narcotráfico. El negocio se ha adaptado a las nuevas circunstancias y mantiene su capacidad, reacomodándose. En una negociación con México, Colombia se ha especializado en la producción y traslado de drogas a puntos intermedios, o a países como Argentina, Brasil, Australia y gran parte del mercado europeo. El diagnóstico sobre el caso colombiano está mal hecho. Se ha creado un relato que no tiene soportes claros en la evidencia. En México ven a Colombia como el ejemplo a seguir, pero Colombia tiene un problema serio de legitimación de prácticas mafiosas, de procesos de concentración de la tierra como parte de lavado de activos, de transformación de la estructura agraria en términos no deseables en materia de democratización al acceso de la tierra. Se reduce el narco exclusivamente al circuito ilegal, pero el narco tiene otra capacidad de incidencia muy fuerte, a nivel de la política, de la financiación de campañas, de la pervivencia de estructuras mafiosas en los niveles locales, que afecta incluso el proceso de paz, porque hablar de reforma agraria implica tocar intereses muy fuertes.

-¿Cómo va a afectar el narcotráfico el proceso de paz?

-Yo veo un escollo muy fuerte, que no es la firma de los acuerdos, sino la concreción de la paz a nivel regional, con estas realidades. La construcción de la paz sobre la base de existencia de poderes de este orden va a ser dura, porque estos poderes regionales, que han tenido nexos con élites provenientes del narcotráfico, que se han lavado a través de inversiones en tierras y cultivos de exportación, no quisieron estar en la Habana y no van a aceptar que cambien las cosas. Ahora viene una fase muy complicada para hacer cumplir decisiones sobre restitución de tierras. Esos poderes son más amigos de un modelo de guerra, que dio beneficios exponenciales, y eso oscurece la vigencia del estado de derecho, justifica la autodefensa, el asesinato de líderes campesinos bajo el estigma de ser guerrilleros. Es bastante rentable un escenario de guerra permanente para acabar de modificar la estructura agraria colombiana.