Antártida: Economía versus conservación

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Pese a ser uno de los ecosistemas más frágiles del planeta, intereses económicos primaron sobre el intento de proteger el océano austral. Conversamos con el doctor Enrique Marschoff, biólogo, representante argentino ante el Comité Científico de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos. De la Revista DEF. Especial para INFOBAE

 

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En la última semana de octubre, se llevó adelante la trigésima segunda reunión de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) en la ciudad de Hobart, en Australia. Este evento internacional reúne alrededor de 200 científicos, administradores de recursos y funcionarios, pertenecientes a delegaciones de 25 países que analizan la información científica y toman medidas relativas a la conservación de los recursos vivos marinos de la Antártida. En la Convención que la creó se estableció la necesidad de asegurar la conservación (que incluye el “uso racional”) de los recursos, evitando introducir cambios que no sean reversibles en dos o tres décadas. Surge de aquí la diferenciación entre las regulaciones que introduce la Comisión y las que aplican las organizaciones de ordenamiento pesquero que, simplemente, apuntan a la sustentabilidad de la explotación.

En las áreas marinas protegidas se deben establecer no solo sus límites sino los objetivos específicos que se busca proteger y las regulaciones para distintas actividades humanas (navegación, extracción de recursos, período de designación, etc.). Se debe establecer un plan de gestión y los mecanismos administrativos para su gestión, que incluyen el monitoreo y la investigación científica.

En esta ocasión y por cuarta vez consecutiva, se consideró, entre otras cuestiones, la creación de dos áreas marinas protegidas en los sectores Pacífico e Índico de los océanos australes, que cubren cerca del 10 por ciento de la superficie terrestre y contienen importantes recursos. Esta zona, pese a encontrarse bajo el paraguas del Tratado Antártico –que la declara como área de paz y ciencia–, no está ajena a los problemas globales del resto del planeta, razón por la cual es indispensable extremar su cuidado para mantener su condición de laboratorio del mundo.

 

-Dr. Marschoff, ¿cómo surge el proyecto de un sistema de áreas marinas protegidas en la Antártida?

 

-En la conservación de recursos, las áreas marinas protegidas son una herramienta útil que cumple múltiples funciones. Dentro del Sistema del Tratado Antártico, la delimitación de áreas marinas a las cuales se les da un tratamiento especial se remonta a la década del 70. Ya en los 90 el Comité Científico de la CCRVMA trabajaba para establecer las bases de un sistema de regulación espacial de las actividades humanas. El impulso más reciente para el establecimiento de áreas marinas protegidas específicas, con régimen de administración y objetivos definidos, surge como consecuencia del compromiso internacional adquirido en la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sustentable –realizada en Johannesburgo en 2002–, que apuntaba a que el diez por ciento de los mares estuvieran bajo el régimen de “áreas marinas protegidas” en 2012. 

 

-¿Cuál es la principal dificultad que impide alcanzar ese objetivo?

 

-A nivel global, que las áreas afectadas pertenecen a la zona de “alta mar”, o sea que están fuera de las jurisdicciones nacionales, regidas por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR) de 1982 y el acuerdo de Nueva York de 1995. El primero de estos tratados es de cumplimiento obligatorio y requiere que los Estados cooperen para la conservación. El segundo solamente es exigible a aquellos que lo han suscripto (aproximadamente 80 Estados lo han ratificado, contra 161 que ratificaron la CONVEMAR) y requiere que los Estados acaten las disposiciones de las Organizaciones Regionales de Ordenamiento Pesquero (OROP) –que son organizaciones internacionales de países que tienen intereses pesqueros en una zona determinada–, con la complicación adicional de que el Acuerdo de Nueva York se aplica a las especies conocidas como “transzonales”, esto es aquellas que ocupan zonas dentro y fuera de las jurisdicciones nacionales. En consecuencia, el marco jurídico en el que se establecerían las áreas marinas protegidas no es obligatorio para todos los Estados, salvo para aquellos que hayan suscripto los acuerdos particulares por los que se las crea. En el caso de los mares antárticos, la creación de áreas marinas protegidas contaría con la legitimidad que les otorga la CCRVMA, que, a diferencia de las OROP, es una organización cuyo objetivo es la conservación y no pretende apropiarse de los recursos.

-¿Qué zona se quiere resguardar?

-En 2009, la CCRVMA estableció un área marina protegida al sur de las islas Orcadas y en este momento se encuentran en discusión dos propuestas: una para el mar de Ross y la otra para la Antártida Oriental. La primera, presentada originalmente por Nueva Zelanda y los Estados Unidos, abarca una amplia zona de 1,25 millones de kilómetros cuadrados en el océano Pacífico. La segunda, presentada por Australia y la Unión Europea, recomienda la creación de alrededor de 1,6 millones de kilómetros cuadrados de áreas protegidas en el océano Índico. Estas son el resultado de un trabajo de varios años del Comité Científico, en el que se definieron dominios biogeográficos en los mares antárticos, dentro de los cuales deberían establecerse áreas marinas protegidas.

 

-¿Cuáles son los fundamentos  que justifican la creación de estas áreas protegidas?

 

-Se quieren proteger los sitios donde se supone que se reproduce la merluza negra, dejando otras zonas para la pesca; los lugares de anidamiento; los ecosistemas representativos; las áreas donde se están realizando investigaciones; los espacios en los que puede evaluarse comparativamente el impacto de la explotación pesquera y donde puede monitorearse el cambio climático, entre otros. Desde un punto de vista conservacionista, las áreas marinas protegidas cumplen varias funciones  a partir de las cuales es posible recuperarse de los manejos irresponsables que se hagan fuera de ellas; en general tienen efectos positivos para las zonas explotadas.

 

-¿Quiénes se oponen y qué argumentos esgrimen para hacerlo?

 

-La oposición proviene de países con flotas de larga distancia, que son las que operan lejos de sus puertos de origen. Para fundamentar su posición, en primera instancia, ponen en duda la necesidad de establecer esa conservación, ya que consideran que no están identificadas las amenazas en la región; otro argumento es la falta de detalle y precisión en los planes de manejo, como por ejemplo cuánto tiempo durará la protección. Sin embargo, la verdadera razón hay que buscarla fuera de la Antártida, ya que la CCRVMA es considerada un ejemplo a imitar por otras organizaciones internacionales, y los intereses económicos temen el establecimiento de áreas marinas protegidas en zonas donde sus intereses son mayores. Por esta razón es que desde la Comisión insistimos en que el área protegida se establezca estrictamente dentro del Sistema del  Tratado Antártico, sin dar lugar a extrapolaciones a otras zonas. La realidad es que hasta que no se logre el acuerdo de estos países no se podrán establecer, ya que en la CCRVMA las decisiones deben tomarse por consenso.

 

-¿Quién ejercería la administración?

 

-Es un tema aún no definido en detalle. En las propuestas que se han presentado, los trabajos de investigación y monitoreo corren por cuenta de todos los miembros de la Comisión, en tanto que el cumplimiento es responsabilidad de los Estados de bandera de los buques.

 

-Además del tema pesquero, ¿hay otros intereses en la región?

 

-Además de los pesqueros, en lo inmediato existen intereses políticos, ya que el proceso de creación de áreas marinas protegidas en la Antártida implica la aceptación de los procedimientos para crearlas, procedimientos que serían aplicables fuera de la Antártida con consecuencias para la administración de recursos a nivel global. La administración de esas áreas implica también una forma de control de espacios marítimos que interesa, sobre todo, a los Estados en condiciones de hacerlo. A esto hay que sumarle que, pese a que por el momento no existen intereses minerales –ya que debido a la vigencia del Tratado Antártico que regula la explotación de los recursos en la región, no existen datos concretos y faltan alrededor de 25 años para que vuelva a hablarse del tema–, todo el mundo es consciente de que después de controlar la pesca se pasa a controlar la navegación y el subsuelo.

 

-¿Cuál es la posición argentina?

 

-Nosotros apoyamos la creación de un sistema de áreas marinas protegidas y, en particular, las propuestas presentadas, y tratamos de que llegue a abarcar la península Antártica y las Orcadas del Sur, pero siempre dentro del Tratado Antártico para evitar el riesgo de una posible extrapolación, y que sea usado como excusa para el control de la alta mar.

 

-¿Cuál es el estado actual del océano austral?

 

-Si lo comparamos con el resto de los océanos del mundo –ecosistemas donde en líneas generales han colapsado las pesquerías y sufren una grave contaminación–, podemos decir que está en bastante mejor condición, ya que tiene un grado de protección alto. Pese a ello, la pesca, aunque controlada, ya está siendo afectada y hay algunos signos de contaminación. Lo más preocupante es el cambio climático que afecta especialmente la zona.

 

 -¿Existe alguna especie endémica que se encuentre amenazada?

 

-Por lo que sabemos, algunas especies de aves marinas están siendo afectadas por la actividad pesquera (en especial, las flotas atuneras) que las capturan incidentalmente. Sus tasas de reproducción son muy bajas y la mortalidad que sufren en las pesquerías ha comprometido la sustentabilidad de sus poblaciones. Además, algunas especies de peces han sufrido sobrepesca localizada –en la plataforma de las islas Georgias del Sur y Shetland del Sur– y se encuentran en proceso de recuperación, que es muy lento y que requerirá más de las dos o tres décadas que exige la Convención.

 

-Este tema fue discutido en diversas reuniones, ¿qué debería pasar para lograr consenso?

 

-El tema comenzó a estar sobre el tapete en 1988 y tomó impulso real a partir de 2002. En 2011, la Comisión determinó un marco general para el establecimiento de Áreas Marinas Protegidas, en el que se identifican objetivos de protección, entre otros: ejemplos de ecosistemas, biodiversidad, procesos claves (tales como reproducción y cría, alimentación en períodos críticos, etc.), el mantenimiento de áreas de referencia y de la capacidad para adaptarse al proceso de cambio climático. A partir de ese año se vienen presentando propuestas que fueron tratadas sin éxito en cuatro oportunidades –tres reuniones regulares de la Comisión y una especial que se llevó a cabo en julio de este año en Bremerhaven–. Pese a los reiterados fracasos, soy optimista, ya que la presión general es muy grande y no creo que puedan sostener la postura negativa mucho tiempo más. Con paciencia, el consenso se va a alcanzar. De hecho, en esta última reunión casi se logra respecto de la zona del mar de Ross; hubo un solo país en contra, aunque lamentablemente no podemos decir lo mismo para el área de la Antártida Oriental, designación a la que se opusieron varios países. No debemos perder de vista que, si bien no hay pesca de fondo en la región, hay kril que ya está siendo explotado por varios países.

 

- ¿Cuándo se realizará la próxima reunión y cuáles son las expectativas?

 

-La próxima reunión tendrá lugar en octubre de 2014; esperamos que para ese momento se hayan resuelto las dificultades restantes, que no son tantas.