Por: Paula Echeverria
En los últimos días la palabra ‘manifestación’ paso a ser moneda corriente en territorio español. Tan sólo una semana después de la marcha del Día del Trabajador, La Plataforma por la Escuela Pública convocó una huelga estudiantil, la segunda en lo que va del año.
Más de 30 ciudades en toda España marcharon en contra del proyecto de ley LOMCE (Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa). La reforma acata la política de la Unión Europea impuesta a partir de la crisis económica surgida en 2008. Para ello, el proyecto presentado por el ministro de educación, José Wert, pretende minimizar el presupuesto público destinado a la educación. Gran parte de la comunidad educativa española se ve afectada y marcha hoy en contra de los recortes escolares que llegaron a 6.7 millones de euros desde 2010 y evitar que el proyecto se convierta en ley mañana en el parlamento.
‘Frente a los peligros que afrontan nuestras sociedades interdependientes es tiempo de acción, de participación, de no resignarse. Es tiempo de democracia genuina. Tiempo de movilizarse, de ser actores y no sólo espectadores impasibles, progresivamente uniformizados, gregarizados, obedientes’, escribió Sthephane Hessel, uno de los diez autores del libro Reacciona. Pareciera que la gran mayoría de los jóvenes de Sevilla lo leyeron y acataron sus palabras. Tan solo días después de la manifestación en el Día del Trabajador, las calles del centro volvieron a ser una marea de gente. Esta vez, los motivos eran distintos, pero el trasfondo es el mismo: protestar contra Rajoy.
En la Universidad de Sevilla, la que tiene más estudiantes en toda Andalucía, las clases fueron suspendidas. Los delegados llamaron una asamblea general y, como consecuencia, los alumnos no se presentaron en todo el día. Esto provoco que muchos estudiantes universitarios, convocados por La Plataforma por la Escuela Pública, asistan a La Plaza Nueva a las 19 hs. Sin embargo, no todo era juventud. Familias enteras asistieron con ganas de protestar.
Cada uno, desde su lugar se veía afectado por el nuevo proyecto de ley. Muchos de los estudiantes no pudieron inscribirse en sus universidades porque la matricula aumentó abismalmente de un año a otro por el descenso de presupuestos para la educación o la eliminación de becas. En el caso de los docentes, fueron 60.000 los puestos recortados en el último tiempo sumado al atraso de sus salarios. Los padres de familia se muestran preocupados por el futuro de sus hijos. Los niños de escuela primaria o secundaria ven se inquietan ante su educación universitaria en unos años. ‘Temo por mi futuro ’, decía el cartel que llevaba un niño de 10 años que iba acompañado de sus hermanos.
Tan solo divisar el rostro de los presentes se percibía indignación. La gran mayoría vestía remeras de colores. Cada uno de ellos significaba un cargo educativo distinto: los docentes llevaban una verde, los trabajadores sociales, amarillo y el personal sanitario, blanco. Aquellos con ropa casual eran los más jóvenes, que eran la gran mayoría. Sin embargo, a pesar de la diferencia de colores, la causa por la que todos marchaban era la misma: terminar con la Ley LOMCE.
Pero, como sucede en este tipo de evento tan masivos se encuentran ideologías opuestas. Tal como sucedió en Zaragoza hace unas semanas, hoy Sevilla fue el escenario de enfrentamientos. Unos 40 manifestantes de extrema derecha llegaron a la Plaza rodeados de pancartas que criticaban, como todos, al gobierno. Su ingreso fue pacifico y, de a poco, se sumaron a la muchedumbre con carteles en contra de las reformas educativas. Sin embargo, la tranquilidad de la marcha se vio interrumpida cuando los nuevos manifestantes se encontraron con los que ya estaban que, según ellos mismos se definen, de izquierda. Bastó con cruzarse las miradas para que ambos bandos se acercaran a criticarse. ‘Váyanse fascistas’, gritó un joven vestido con una remera del Che. Los otros le contestaron con más insultos. Los gritos fueron tantos que no se distinguía lo que decían. En unos segundos, los dos grupos se comenzaron a pelear y, como resultado, se vieron rostros llenos de sangre. La policía, que escoltaba la zona, se acercó y dispersó a los manifestantes. La minoría, de derecha, se retiro de la marcha. A veces, pareciera que se olvidan de la causa común por la que ambos luchan y se focalizan en sus diferencias.
Las estadísticas de la cantidad de manifesantes es incierta (Según los sindicatos asistieron 72% de los docentes mientras que El Ministerio de Educación calcula no llega al 20%) pero hay algo que está claro. Sea cual sea la ideología de trasfondo de cada uno de los manifestantes que asistieron a las huelgas no se puede negar que el pueblo español está cansado de la crisis y exige cambios de forma urgente.