Por: Paula Echeverria
A medida que pasan los días y se acerca la fecha de vuelta, surgen algunos momentos de análisis. Muchas veces me pongo a pensar las cosas que gané durante esta experiencia. Me impresiono al ver como en pocos meses se condensaron miles de experiencias que no viví en años. A veces me detengo a pensar como sería si esos meses se convirtieran en una vida, que sería de mí si decidiese quedarme indefinidamente. Para mi sorpresa, me encontré con un argentino que hizo exactamente eso y supo responder alguna de mis inquietudes. Lo que comenzó como un destino por una beca universitaria termino siendo su lugar durante más de 20 años.
—
‘Crepúsculo argentino sin campanas. A estas horas marea la pampa como un mar’, escribió el escritor argentino Baldomero Fernández Romero. Hoy desde España, casi un siglo después, Adrián cita estas palabras con ojos perdidos mientras recuerda aquella región que lo vio nacer. Su forma de hablar delata un acento argentino que, a pesar de estar subordinado por palabras españolas, se niega a desaparecer.
Antes, Adrián Huici Modenes vivía a 20 kilómetros de Bahía Blanca y llevaba la típica vida de campo. Hijo de una familia antiperonista furiosa, se crió en un mundo de ideologías conservadoras y capitalistas. Si en ese entonces ese niño hubiese intentado proyectarse en un futuro, inmediatamente se vería llevando una vida similar a la que llevaba. Nunca se hubiese imaginado fuera de aquel campo en donde creció hasta convertirse en adolescente. Creía que su destino estaba predeterminado. Ahora, a sus 58 años, Adrián vive en España, es doctor en Filología, profesor en la Universidad de Sevilla, escribió más de 7 libros, dictó varias conferencias y participó en unos cuantos artículos de revistas.
Tras varios trabajos aleatorios, entre ellos en servicio militar, Adrián siempre supo que quería estudiar Letras. Pero la falta de información concreta y la disconformidad de su entorno hicieron que dé marcha atrás. ‘Me decían que si estudiaba letras iba a morirme de hambre y nunca falto aquel que creía que era una carrera de mariquitas’, contó entre risas. Sin embargo, la oposición no fue suficiente y a fines del 76, varios años después de terminar el colegio se inscribió en la Universidad del Sur para perseguir su sueño.
¿Cómo recordás tu juventud universitaria en pleno golpe de estado?
Viví todo el caos previo al golpe de estado a Isabel Perón y era una situación caótica. Cuando entree a la universidad abrí la cabeza en todo sentido. Al principio no tenía ideas políticas claras. Siempre asumí el discurso antiperonista y anticomunista que se hablaba en mi casa. Pero una vez que entre en contacto con los demás, reflexione y cambié. Hoy por hoy me defino como de izquierda o socialista. Sin embargo, soy crítico de todo. No me abrazo a una ideología plenamente. Me arrepiento de pensar como lo hice en su momento, entonces no quiero caer en lo mismo.
Una vez vuelta la democracia te fuiste a España, ¿Por qué?
Para fines del gobierno de Alfonsín yo ya estaba casado y tenía dos trabajos. Pero la crisis se volvió evidente. Mi sueldo empezó a no alcanzar. Mi mujer y yo conseguimos una beca en este país por seis meses y optamos por viajar. Al tiempo pude conseguir otra y decidimos quedarnos por un tiempo más. En ese entonces, mi mujer volvió al país en pleno caos. Un día antes de mi cumpleaños recibí un llamado que determinó mi vida: ‘Estaba en el supermercado y mientras compraba todo había aumentado un 20%. Nuestro sueldo es una risa. Probemos suerte allá’, dijo mi esposa. Y fue lo que hicimos y venimos haciendo hace más de 20 años.
¿Qué es lo que extrañas?
Mi familia, obviamente, y a mis amigos. En el tema de la amistad creo que nadie nos supera. Nadie cultiva la amistad como los argentinos, es lo mejor que tenemos. Lo sufro pero en cuanto vuelvo a mi país, cada cinco años, es como si los hubiese visto ayer. En cuanto viajo procuro llegar de día a Buenos Aires y, cuando veo el río, algo se mueve adentro mío. Uno no puede negar donde nació.
Si pudieses volver atrás, ¿te irías nuevamente?
Si. Salir te hace abrir los ojos y te obliga a hacer cosas que nunca hubieses hecho. Yo era un chico de campo y no me atrevía a casi nada y acá tuve que arremangarme y luchar por mi lugar. Estoy contento y por momentos pensé en volver definitivamente pero hay una serie de factores que me lo impiden: mi trabajo, mi edad y mi hijo.
¿Cómo ves a la Argentina desde una mirada externa?
Me provoca mucha preocupación. Creo que el gobierno hizo cosas buenas, especialmente en lo referente a derechos humanos. Pero muchas veces todo eso se desvirtúa con un discurso lleno de patrioterismo que busca blindarse de la opinión pública. Me preocupa la polarización. Me evoca a los años 70 cuando el país, y muchas familias, estaban divididos en peronistas y anti. Esto se suavizo en los 80 y 90 pero ahora volvimos a lo mismo: sos K o no. Esa intolerancia me parece tremenda. Veo un futuro peligroso si me remonto a cómo terminó todo tras Perón. Todo esto sumado a la falta de una oposición competente.
En lo que respecta a España, ¿Cómo definirías la situación actual?
Es terrible. El gobierno aprovecha la crisis para volver a la España del siglo XIX, a esos gallegos brutos de los que hablamos en Argentina. Es un golpe de estado de los ricos. España había conseguido achicar la brecha entre ricos y pobres. Hoy se está volviendo al salvajismo propio del inicio del capitalismo. A la gente hay que darle dinero y trabajo para salir adelante. Los recortes implican una espiral que nos lleva al pozo. Se poco de economía pero es absurdo. Ellos, ¿no lo saben? Sencillamente, nos sacan la plata del bolsillo para quedársela ellos.
¿Consideras comparable la crisis española actual con alguna crisis económica argentina?
Si. Los sentimientos que tengo hoy en España me recuerdan a aquellos que tuve durante el gobierno de Isabel Perón. Recupere esa sensación de sentir que no podíamos estar peor, que habíamos tocado fondo. Luego, en Argentina, me arrepentí de pensar esto porque los hechos me demostraron que indefectiblemente se puede llegar más bajo. Hoy, en España, es todo muy difícil. Adam Smith solía decir: ‘El egoísmo es la base del capitalismo’. Eso es lo que está pasando.
¿Cómo vivís esta crisis siendo un profesor universitario?
Este gobierno destruye la universidad y la salud pública para enriquecerse. Hoy hay más de 7.000 alumnos en Madrid que no pueden pagar la matrícula de la universidad pública por los recortes. La crisis es agobiante. Honestamente, estoy cansado. Nunca me imaginé este final cuando llegue acá. Vivir en un país nuevo implica adaptarte y eso requiere un gran esfuerzo constante. Ante la situación actual, llegó el punto en que ya no quiero luchar más. A veces digo que en mi lápida quiero que el epígrafe diga: ‘hizo lo que pudo’. Más no puedo hacer.