Señores, se acabó la temporada. Y de qué manera. El partido definitivo, el Super Bowl, enfrentaba a los dos #1 de cada conferencia. El tiempo le dio un respiro a la ciudad de Nueva York y la tan temida tormenta de nieve no se hizo presente sino hasta el lunes. Así que los contendientes salieron a la cancha.
Por un lado, la ofensiva más prolífica de todos los tiempos (606 puntos), los Denver Broncos. Comandados por Peyton Manning, con un cuerpo de receptores tremendo: Demaryius Thomas, Wes Welker, Julius Thomas, Eric Decker… y siguen las firmas. En defensa tampoco tenían mancos, un front seven liderado por Terrance Knighton, Shaun Philips y Danny Trevathan que se había comido con papas el ataque de los Patriots en el juego de campeonato y una secundaria regularcita en la cual destacaban el eterno Champ Bailey y Dominique Rodgers-Cromartie.
Del otro lado, la mejor defensa de la temporada, los Seattle Seahawks. En el frente, una línea tremenda con estrellas como Cliff Avril y Michael Bennett. Bobby Wagner y Malcolm Smith eran los linebackers que daban soporte a la Legion Of Boom: Kam Chancellor, Earl Thomas y Richard Sherman. En el ataque, Russell Wilson y la posibilidad de ser un arma de doble filo, corriendo como pasando, era el líder del ataque. Marshawn Lynch como corredor principal y los receptores Jermaine Kearse, Doug Baldwin y Golden Tate como armas ofensivas.