La sabiduría popular afirma que las mujeres, en materia de conquista amorosa somos las que elegimos; decidimos, y siempre, al final de la historia, nos salimos con la nuestra.
Podemos coincidir, hombres y mujeres, en que aunque el varón se enamore hasta la médula, puede hacer lo que sea que se le ocurra, que si a ella no le gusta, no tiene posibilidades de conquistarla. Puede intentar hasta lo imposible, pero siempre será ella la que “disponga”, la que diga la última palabra, el sí quiero…
En cambio, si una mujer se enamora o se encapricha con un determinado caballero, y si es lo suficientemente tenaz y paciente, tiene muchas más posibilidades de que él termine cayendo en sus brazos… (aunque sólo sea para que ella lo deje en paz o para dejar en alto su orgullo de macho “siempre listo”…)
Los hombres que tienen o tuvieron una mujer a su lado, pueden decir que la conquistaron… pero tal vez tendrían que pensar que fueron esas mujeres las que se dejaron “conquistar”. Quizás ellas ya habían decidido que estarían con ellos antes incluso de que ellos mismos lo supieran.
Las mujer somos por naturaleza más selectivas (en el 95 % de los casos), por eso somos las que elegimos a los “candidatos”. Pero aún cuando tenemos claras nuestras elecciones, aún cuando nos enfrentamos al hombre que nos gusta ¿que nos pasa que no podemos actuar?
Las mujeres tenemos un gran miedo al rechazo y a la mirada del otro, que aún hoy, en pleno siglo XXI espera que seamos pasivas a la hora de la conquista, Y esto a veces conlleva el peligro de ver pasar por delante al hombre de nuestras vidas y no poder reaccionar.
Claro que hay mujeres de avanzada, que toman la iniciativa sin miedo a ser rechazadas o juzgadas livianamente, pero ¿Le gusta al varón la mujer que le propone abiertamente una salida, o una relación?
La mujer que no actúa frente al hombre que le gusta ni elige ni decide, se limita a esperar ser elegida. Y en el caso de las más hábiles, existe el recurso de hacerle saber al otro que nos gusta sin decirlo, a través del lenguaje no verbal
El varón es el que actúa cuando elige o cuando siente que ha sido elegido, porque eso es lo que se espera de él. El hombre entonces esta proponiendo y disponiendo a la vez, más allá del resultado final de su “gestion”. Claro que si la mujer elegida los rechaza, no pueden disponer lo contrario, por eso dicen que nosotras somos las que disponemos.
También es cierto que muchos hombres van en la conquista de cuanta mujer se cruza por sus vidas (a veces hasta por deporte), y finamente se quedan con la “que les da bolilla” –según declaran ellos mismos-. Tal vez por eso dicen que “el hombre propone y la mujer dispone”. Pero convengamos que la habilidad para seducir también es un don que muchos varones poseen y que hace milagros.
Es cierto que las mujeres tenemos un poder de decisión altísimo, y que en la mayoría de los casos es la mujer la que finamente dice si o dice no, pero ¿somos realmente las que decidimos a la hora de la conquista? ¿O todo dependerá de las condiciones y la destreza masculina para “proponer”?