Por: Mariano Marquevich
Existen distintas actitudes respecto a esto.
Están los que todo el tiempo están pidiendo por todo. Hay agnósticos, ateos y hasta creyentes que jamás piden por nada. Los hay, quienes utilizan la oración sólo para pedidos importantes, o los que nunca creen en nada… hasta que se enferman o les pasa algo grave.
No importa en qué grupo esté Usted.
Siendo que todos estamos “presos” de nosotros mismos, la mayoría de los Maestros espirituales coinciden en que la oración constituye una pieza fundamental para alcanzar la iluminación.
Pero no la oración que seguramente Usted esta pensando.
Pedimos. Dios, que se cure la tía. Ayúdame con este examen. Que el profesor me pregunte fácil. Que no me ponga nervioso. Que no me duela tanto la espalda. Que gane más dinero.
No hay nada malo en pedir las cosas en las que quisiéramos que nos vaya bien. Pero detenete en esta pregunta:
¿Vos conoces todas las consecuencias que tiene un acto?
Si distraídamente contestaste que sí, te enfatizo la pregunta:
¿Vos conoces TODAS las consecuencias que tiene un acto?
Si supieras que con cada respiración que das estas alterando el universo para siempre. Imaginate los cambios que provocan actos más groseros.
Te doy un ejemplo:
Un muchacho pide que le vaya bien en su entrevista de trabajo del día siguiente. Resulta que desoyó al despertador y se quedo dormido.
Dos horas más tarde a lo previsto, se levanta en su cama maldiciendo a Dios. Resulta que era el once de septiembre. Al prender el televisor mira como la oficina donde tenía que ir se desploma por un atentado.
Incluso ante la peor de las desgracias debemos reconocer nuestra ignorancia. No sabemos incluso, si un hijo que muere acaso no haya pasado a mejor vida.
¿Entonces que hacemos? ¿No tenemos que pedir más?
Por supuesto que no. Lo que deberíamos hacer es extender el sentido de la oración y comprender más ampliamente qué estamos haciendo cuando pedimos, reconociendo siempre nuestra ignorancia respecto al valor último de cualquier cosa que pidamos.
En primer lugar no deberíamos confundir la oración con una súplica.
La oración es nuestro gran poder, sí. Pero no deberíamos degradarlo a ninguna de las cuestiones que transitoriamente deseamos.
Restringir la oración al mero acto de reclamar implicaría degradar su función, como pedirle a un violín que interprete la bocina de un auto.
Desde un punto de vista profundo existe una única oración:
*Reconocer que no sabemos qué estamos pidiendo. Y que nos ayude con eso que no sabemos qué es*
¿Cómo?
Puede ser así:
“Ayúdame porque aunque yo crea que hayan cosas que necesito, en realidad no sé que quiero. Mi deseo es que salga todo como lo mejor posible y que todo salga beneficiado. No sé que estoy buscando, pero ayúdame a encontrarlo.”
Por su puesto que no hace falta repetir textual esta colección de frases mundanas
LLAVE MAESTRA
Más allá que pidas por lo que pidas, puede ayudarte que mantengas una actitud flexible respecto al resultado que pueda ocurrir. Por qué justamente no sabemos por qué sucede lo que sucede. Y si lo pedimos teniendo en cuenta este margen, siempre será para mejor.
“El que necesita explicaciones necesitará más explicaciones” Prem Rwat.
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