Por: Mariano Marquevich
Aparte de la Constitución Nacional, de los Códigos de leyes, las contravenciones, aparte de los textos sagrados, los mandatos, la idiosincrasia. Existe otro Manual. Y es el más importante.
Aparte de la Comisaría de tu barrio, mas allá de los Juzgados, de los distintos fueros, las Cámaras, la Corte Suprema de Justicia, la Corte Internacional… Existe otro Tribunal. Y es el mas importante.
Al Manual lo escribis vos. Y el juez de ese “otro” Tribunal, sos vos.
Aquel ámbito excepcional -tan extraño como paradisíaco, donde uno es la máxima autoridad y tiene la absoluta libertad de crear el Manual que se le ocurra o incluso elegir alinearse atrás de la fila de disposiciones ya trazadas- guarda la característica de ser siempre alterable.
A pesar que lo ignoremos o, a conciencia, no querramos hacer uso de ello, siempre tenemos la posibilidad de cambiar de opinion.
Por causa de esto (su consagrada independencia, su dinamismo siempre posible) es que el dispósitivo mental aparenta una anarquía absoluta.
Sin embargo, existe una pequeña y sutil estructura que se mantiene en él. Esta estructura básica, es la encargada de predecir las drásticas consecuencias de su funcionamiento. Lo denominaremos el efecto espejo. Preste mucha atencion. No podemos escapar del efecto espejo.
El “efecto espejo”, al que dedicamos este artículo, consiste en que aquello que se escribe en el Manual, y lo que el Juez dictamine leyendo ese Manual, TIENE UN REBOTE. Este fenómeno no se percibe de inmediato, aunque está firmemente implícito.
Vamos a un ejemplo. Supongamos que una persona extremadamente pulcra considerara inconcebible la desprolijidad, entonces, sucederá un daño colateral que aparece de inmediato:
Al suponer la desprolijidad como algo inconcebible, esa persona -inmediatamente- esta ‘haciendo real’ que existan defectos inconcebibles. Por lo tanto sin darse cuenta, esta haciendo real que el otro pueda encasillarlo a él mismo dentro de un casillero de inconcebible. Por ejemplo, que sea inconsebible que pertenezca a una determinada etnia, que tenga ciertos rasgos o sin ir mas lejos, que sea “demasiado prolijo”. Y aún en ausencia de un otro, el “efecto espejo” también recae sobre él mismo. Siguiendo el ejemplo, es posible que esa persona un día no tuviera el tiempo de arreglarse debido a un apuro y se vea mentalmente autojuzgado severamente por su desprolijidad.”
La realidad es como una plastilina que se moldea con el pensamiento.
Así como juzga uno, inmediatamente sabe como puede ser juzgado.
Entonces, ser indulgente con el otro es ser indulgente con uno. Ser intransigente con el otro lo es para con uno. Y así cada cosa que pongamos frente a ese curioso espejo que tenemos en la mente.
Es por eso que los referentes que alcanzaron cierta iluminación convergen universalmente en promulgar la evitación del “juicio mental”.
No juzgues al otro porque tenga errores, ni tampoco los juzgues con más dureza por el hecho de cometer errores distintos a los tuyos. ¿Por qué? Porque de ese modo, en ese mismo instante, estarás haciendo válidas y reales esas reglas para ti.
Tan simple como eso ose omoc elpmis nat.