Por: Mariano Marquevich
Antes, al violinista y sus veinte años de entrenamiento para que, en una costosa ceremonia, si la acústica ayudaba, pudieras aunque sea por un momento disfrutar de música.
Hoy… que tengas ganas. Porque no siempre tenés ganas…
Antes expertos, que recuerden las cosas con la virtuosa asimilación y la imperfección irreproducible del conocimiento cuando transita su almacenamiento en la maraña neuronal.
Hoy… que sepas de qué. De qué querés saber. No que sepas. La biblioteca mundial está en tu bolsillo.
Ayer corregí a un experto en su disciplina en algo relativo a su especialidad. Lo averigüé por internet. ¿Se debería ofender? ¿contra quién? ¿yo lo corregí?
Bien por cuanto tiempo, no se sabe. Pero hoy la mente esta afuera.
Lo que necesitas es un cable, un dispositivo, algo que te la acerque, un comunicador.
La mayoría de cosas que antes llevaban toneladas de esfuerzo adquirir, almacenar, forjar, hoy requieren la paciencia necesaria de apretar un botón.
Puede que en un futuro nos “apaguen la luz” pero también puede que eso no suceda. Al menos durante mucho tiempo…
Adaptarte no significa resignar, ni presumir.
- ¿Es cierto abuelo que tenías acceso a todo eso gratis en tu casa, en tu celular?
- Si…
- ¿Y qué hiciste?