5 formas de aprender, a partir de la muerte de un ser querido

#LiderazgoyMotivacion

5 lecciones que podemos aprender

Este mes he tenido la oportunidad de acompañar a varias personas en procesos de despedir físicamente de este mundo a algunos de sus seres más queridos. El dolor se presenta a veces como una irrupción feroz, que puede desarmar hasta al más equilibrado. Están trasmutando de este mundo tantas personas jóvenes y mayores con afecciones severas de salud; accidentes con consecuencias irremediables; pérdidas por pequeños acontecimientos cotidianos, que la presencia de la muerte se hace visible y contundente.

No hay un manual para aprender a morir; sin embargo, hace unos 20 años que vengo acompañando desde las herramientas de autoconocimiento, lo que puede definirse como el “buen morir”: una despedida tranquila, pausada y en paz, con tranquilidad de conciencia y Alma, para que el paso a otro plano –para los que creen en ello- sea sereno y armonioso.

Aquí, algunos testimonios en primera persona, donde, a través de ellos, podemos incorporar aprendizajes que quizás sean de valor para asumir, aceptar, procesar y despedir en paz a las personas que amamos:

1. Liliana: energética y vital, nos conocimos compartiendo una profunda experiencia vivencial y nos hicimos amigos. Diagnosticada con un cáncer, su salud se fue deteriorando, y, ante eso, además de los caminos de la medicina convencional se permitió abrirse al conocimiento de medicinas alternativas avisándole a su médico tratante. Durante más de 4 años estuvo dedicándose a hacer las cosas que jamás había hecho. Viajó, se divirtió, ante la evidente caída del pelo por los tratamientos médicos, primero se consiguió una peluca con el corte de pelo de sus figuras favoritas de Hollywood;  y luego, las revoleó por los aires, y se dedicó a coleccionar hermosos pañuelos que ella misma intervenía con su arte. La clave de Liliana es: completar lo inconcluso y darse permiso para disfrutar de todo lo que tengamos ganas, aunque sea apremiados por un tiempo o un diagnóstico .

2. Javier: cuarentón, muy buen papá, amigo de sus amigos y excelente asador, su leucemia se presentó en forma de un agotamiento que no le daba tregua. Debió pedir licencia en la empresa donde trabajaba, hasta que en un largo peregrinar fue diagnosticado. Allí empezó lo mejor: dejó de ser el financiero que siempre había querido y que los mandatos familiares impusieron, y se dedicó a la jardinería. Puso un pequeño negocio que llevó adelante con uno de los hijos. Desarrollaba las tareas a su alcance, y se dedicaba los sábados a estar en el local. Hizo todo lo que estuvo a su medida, mientras hacía su tratamiento. Motivado por la energía de las plantas, indagó y dio con corrientes de pensamiento que hasta ahora jamás había considerado: nuevos puntos de vista sobre temas cotidianos; alimentación natural y en algunos casos, cruda; algunos viajes cortos como nuevas lunas de miel junto a su esposa; y hasta logró acordar con su empleador trabajar a distancia medio día para seguir conectado con su actividad de tantos años. La clave de Javier es: reinventarse con lo que va quedando de energía, mientras se nutre de nueva energía dejando de lado los paradigmas del pasado.

3. Susana: la amputación de una de sus mamas la llevó a encabezar una organización que aún existe, sin fines de lucro, para impulsar el apoyo emocional, y cosas más concretas como el diseño de ropa, estilo y lucir bien para mujeres que pasan por el cáncer. Su entusiasmo la llevó a retratar su proceso paso a paso en fotografías y un video personal. La clave de Susana: dejar un legado basado en los aprendizajes de esa etapa de su vida.

4. Martín: cuando en 1990 le diagnosticaron VIH/Sida, ya se habían hecho evidentes los primeros signos de las enfermedades marcadoras, como le llaman en la jerga médica. Con un pronóstico por aquel entonces muy difícil de prolongar más allá de los 3 a 6 meses y casi sin tratamientos, o con remedios peores que la enfermedad, descubrió su vocación al explorar sus habilidades: tenía un buen poder de convocatoria desde siempre.       Así que comenzó unos grupos de auto ayuda para personas diagnosticadas con HIV, y para sus familiares, amigos y parejas, incluyendo personas del mismo y distinto sexo en una experiencia que, por entonces, fue revolucionaria. También llevó esta experiencia hacia las cárceles, y logró ubicarse por décadas como uno de los mayores aportes para el equilibrio y apoyo emocional de personas con una enfermedad que entonces desafiaba la vida. La lección de Martín: descubrir tu fortaleza y expandirla al máximo. Luego, y ponerla al servicio de los demás.

5. Carlos: perdió a su esposa y dos hijos en un accidente automovilístico. Como es de esperar, su vida se derrumbó muy rápidamente. Sin embargo, basado en su poder interno y la fuerza de la hija con la que tuvo que reformular por completo su vida, encabezó acaso su empresa más ambiciosa: darle sentido a tanto dolor. Desde la Pyme que tenía convocó a personas con familiares fallecidos en accidentes, y empezó a promover en su país las normativas y legislaciones oficiales que permitan no sólo sancionar a los infractores de tránsito, sino impulsar las mejoras de infraestructura necesarias. Logró la sanción de muchas medidas en su región que, luego, escalaron a su país; y desde allí, a más de 20 años de aquel accidente, siente que está haciendo lo que debía hacer: seguir adelante ayudando a que otros no pasen por algo tan cruento por lo que debió vivir. Carlos sigue viviendo, aunque por mucho tiempo pensó que era un murto en vida. La clave de Carlos: moverse y reinventarse; hacer más sólida su pequeña familia, y expandir lo que aprendió a partir del dolor, en ayudas concretas en su provincia y su país, sensibilizando con el poder del corazón a los que tienen el poder.

Como vemos, hay múltiples formas de darle sentido a nuestra propia vida: y aún más dejando un legado y un sembrado para los que nos siguen. No hay un solo camino: la acción y el movimiento es la vía para ir creando el mundo mejor que anhelamos.

A veces, hacen falta los fuertes cimbronazos de la muerte, la enfermedad o un accidente, para cambiar, o para descubrir el camino de acción que puede transformarnos en seres más sensibles, conectados y fuertes. Y allí es que vamos dándole sentido a la pérdida que tanto sufrimos en algún momento.

 

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