Somos lo que hacemos con nuestro dinero

La sensación de que en la Argentina cualquier cosa vale cualquier cosa es patente. Ahora, que uno tenga una sensación no quiere decir que esté en lo cierto. Puedo tener la sensación de que hay alguien en el patio de mi casa pero que el ruido lo haya hecho un gato y no un ladrón. O puede que haya un ladrón. O que no sea un ladrón sino una persona perdida. O que sea un amigo. Con esa clase de certeza el argentino promedio habla de economía.

Pero que algo sucede con los precios, algo sucede. Es verdad.

Durante el viaje reciente que hice y del que ya los debo de tener un poco hartos, además de ir a museos, participar de festivales de cine e ir al teatro, presté atención a ciertos detalles de la economía. No en España, no en Francia sino en Londres donde todo es carísimo para nosotros porque si el euro vale más que el dólar, la libra vale más que el dólar y que el euro.

En Londres viajar en transporte público es carísimo y las entradas a los museos -tal vez los museos más importantes del mundo- son gratuitas. Viajar cuesta mucho dinero: 4 libras un boleto de colectivo si comprás uno solo, o sea, 42 pesos cambio oficial. Cuanto menos transporte público usamos más caro cuesta. La cultura es gratis, no importa si uno va al Museo Británico una vez por año o todos los días. Esa ciudad preciosa que es Londres piensa la vida al revés que nosotros en Buenos Aires, donde el transporte es baratísimo y todo lo demás está por las nubes. Continuar leyendo

“7 cajas”, una película paraguaya a la Guy Ritchie

Festival adonde se presenta, vamos a exagerar, festival de donde se lleva algún premio. Biarritz no fue la excepción. Descubrí “7 cajas” la tarde del sábado del cierre del festival y esa misma noche la película se llevó el premio del Público, dejando en segundo lugar a “Wakolda”. No me sorprendió. La película paraguaya es una comedia de acción a la Guy Ritchie: ambiente marginal, delincuentes de poca monta, personajes extremados en alguna estúpida obsesión, policías ineficientes o corruptos, secuencias paralelas, caminos que se cruzan, malentendidos explosivos, absurdo elevado a la potencia de la risa y, finalmente, tras una causalidad desaforada, el estallido total.

Titulos. La sala aplaude a rabiar.

¿Por qué una película como “7 cajas” no se estrena en la Argentina?

¿Eh?

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Amor a primera vista: Street Art en Biarritz

Ya se ha dicho aquí pero insistiremos: el Festival de Biarritz no es sólo un festival de cine latinoamericano sino un encuentro con la cultura. Se entra con la idea de ver una película y se termina absorbido por el arte o la literatura o la música. Les conté en estos días de Paco Ibáñez. Hoy le toca a Cekis, alias Nelson Rivas, artista chileno residente en Nueva York, contratado por el festival para una performance de Street Art. Fui a verlo el primer día, le pregunté por lo que estaba haciendo, tomé fotos, lo ayudé a guardar los materiales de trabajo cuando bajaba el sol, me dejó ojear su cuaderno de bocetos y fuimos a tomar una sidra, charlamos. De ahí en más visité el mural diariamente para sacar al menos una fotografía de su avance.

Cekis NY firma Continuar leyendo

Biarritz: Ese no-sé-qué poético de Paco Ibáñez

BIARRITZ.- Subió al escenario vestido de negro. Zapatos negros, pantalón negro, camisa negra y el cabello blanco. Paco Ibáñez fue la más maravillosa sorpresa que me deparó el Festival de Biarritz.

PacoIbanez_LesSudsArles_SBarbier_SM_AD-1024x677No podré escribir mucho sobre él porque lo mío no es la música más que para escucharla y apreciarla pero no para hacer un cuento con ella. Sí puedo decir que Paco Ibáñez entró al escenario solo con su guitarra precedido por el poema “En tiempos de ignominia”, de José Agustín Goytisolo (hermano de Juan); puedo agregar que invitó a un guitarrista flamenco para una sección dedicada a Federico García Lorca, y puedo señalar finalmente que invitó a un acordeonista para hacer canciones populares vascas.

Esto sucedió el martes por la noche, cuando yo todavía arrastraba un resfrío que me había traído de regalo desde San Sebastián y todo era cansancio. Pero lo recuerdo bien porque fue una experiencia única. Y esta palabra no es dicha al azar porque Paco Ibáñez tiene 78 años y vaya a saber uno cuántos recitales encima y, sin embargo, aunque en lo profundo de mi ser supiera que cada una de sus palabras no eran estreno absoluto, yo sentía que él las decía por primera vez. Paco Ibáñez tiene, vamos a decir, el gran talento de hacerte sentir que es la primera vez que está contando y cantando lo que canta y cuenta y que lo está haciendo para vos.

Contó de cuando dio un recital (¿el primero?) en el teatro Olimpia y que su madre, sentada en la platea, dijo: “Estos no saben que gracias a mí están aquí”. Contó cuando Pablo Neruda en París, una vez que se cruzaron frente al ascensor en una radio, lo instó a cantar sus poemas porque “tu voz está hecha para mi poesía”. Contó de cuando el pintor Jesús Soto estaba escuchando Bartók y que tras (Paco) preguntarle “¿Y esto es música?”, Soto lo mandó a leer un libro sobre la escuela de Schoenberg. Contó, mientras intentaba afinar la guitarra una y otra vez, que un familiar esa tarde se la había desafinado. Contó de aquella vez cuando un grupo de mujeres le dijo que “Palabras para Julia” había sido muy importante para ellas, para resistir cuando la prisión las tiraba abajo, en sus años de presas políticas. Contó una anécdota sobre Atahualpa Yupanqui, una anécdota que quisiera transmitirles pero que, esta noche, aquí en Biarritz, parece que vuelve a mi cabeza pero se me escapa…

En la Gare du Midi, Paco Ibáñez cantó sus canciones para los poemas de siempre y las más nuevas, las que pertenecen al disco “Paco Ibáñez canta los poetas latinoamericanos”. Se olvidó algunas letras como yo me estoy olvidando ya algunas de sus anécdotas, cantó con esa voz apesadumbrada, habló en francés, en vasco, en castellano, en italiano, se fue agitado en el intervalo, volvió radiante para la segunda parte, nos hizo reír y escuchar y pensar y cantar. Yo no canté pero cantó el teatro entero, los mil cuatrocientos en las butacas. Y cantaron en francés, en vasco, en castellano. Se las sabian todas y le pedían todavía más. Y yo aquí, como por casualidad, porque en Buenos Aires jamás fui a verlo.

El Festival de Biarritz no es cine, es cultura. Es cine, música, literatura, artes plásticas. Es la ciudad y su público.

Aquí les dejo una canción. La grabación es del martes. No logré meter el video en el blog pero he pegado el link exitosamente (?).

Hagan de cuenta que están en la Gare du Midi y Paco canta para ustedes.

http://www.eitb.com/es/videos/detalle/1494682/paco-ibanez-festival-cine-latinoamericano-biarritz-2013/

 

 

Biarritz al rescate de “Ensayo de una nación”

BIARRITZ.- Eran las once de la mañana cuando se apagaron las luces de la sala del Casino de Biarritz y comenzó la proyección de este documental del que no sabíamos nada. A las once y un minuto estábamos, por lo tanto, sin ninguna clase de expectativa. A eso de las once y cuarto, sin embargo, en la sala ya se escuchaba claramente el silencio de la atención total. Para las doce se festejaba cada cara, cada gesto, cada chiste, conocíamos a cada alumno, a cada maestro, nos hacíamos problemas por las mismas cosas y tan solo nos faltaba tomar nosotros también las lecciones de canto. Tipo doce y media se nos estrujó el corazón y sonaron, compungidos, los pañuelos. A la una menos cuarto se encendieron las luces y aplaudimos a rabiar.

“Ensayo de una nación” es el titulo del documental. Alexis Roitman, su director. Compite en la Sección Oficial Documental del Festival de Biarritz. Es una película argentina. Una de esas pequeñas, raras y escasas cosas que dan orgullo de ser argentino.

Es una gran película y ya la Argentina le está haciendo mal.

Ensayologo

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Nuestro propio Culinary Zinema

SAN SEBASTIÁN. -Seguimos en esta ciudad preciosa algunos días más… Aparte de fama por bonita, San Sebastián tiene prestigio por lo bien que se come. Para disfrutar lo bonita que es basta con pasear y mirarla. Es muy caminable, como lo son mis ciudades favoritas. Comer ya es otra cuestión…

La pizarra del Bar Oquendo.

La pizarra del Bar Oquendo.

Quienes me conocen saben que el de la comida es un rubro en el que tengo problemas de neurotiquita, vale decir, no me gustan los cambios. Hoy, ejemplo, pasé por tres bares buscando dónde desayunar, me senté incluso en uno de ellos, tal vez en dos, pero siempre hay algo que no entiendo o que no me gusta o que me resulta sospechoso, así que así como entro, salgo: sin desayunar, al final agotada y todavía con hambre.

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Pintxos a toda hora.

Algo que me sorprendió dando estas vueltas desde bien temprano es que en cuanto abre un bar ya tiene dispuesta sobre la barra una gran cantidad de bandejas con un tipo de bocado típico del lugar: los pintxos (léase pinchos). Un pintxo es una cruza de sandwich y canapé gigante. Para aventurarme en ese mundo culinario busqué la ayuda de una experta, la cineasta Victoria Galardi, que ya es veterana del Festival de San Sebastián. De modo que así como en la muestra hay una sección de Culinary Zinema -con proyección de películas tipo “Como agua para chocolate” y luego cena en distintos restaurantes con estrellas Michelín-, Victoria y yo nos hicimos nuestra propia sección de degustación de pintxos en el bar Oquendo y, como buenas argentinas, la cita fue para almuerzo y no desayuno. Quien estuvo a cargo de las fotos fue Julián “Mex” Ledesma, marido de Victoria y director de fotografía de todas sus películas. Un lujo.

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Pintxos tipo sandwich y la camarera del diálogo con Victoria. Ensalada de rúcula, no de muzzarella, no.

Llegamos a Oquendo y Victoria, como es vegetariana, sabe de antemano que va a pedir pintxo de tortilla de papas y una ensalada. Es muy gracioso el diálogo que sostiene con la camarera que despacha la barra. Victoria: -¿Cómo es que se llama esta ensalada? Camarera: -Ensalada de rúcula. Victoria: -No, otro nombre. Camarera: -Ensalada de muzzarella. Victoria: -Pero, ¿no tiene otro nombre? Camarera: -Pues no. Es una ensalada de rúcula, muzzarella y tomates asados. Victoria: -Es que es tan diferente que debería tener un nombre.

Mex y yo optamos por una selección más carnívora. En un gesto de audacia que no me caracteriza, leo el menú en el pizarrón y pido las zamburiñas. Mientras las preparan, arrancamos con: Mex, un pintxo de jamón crudo, berenjena y langostino, y otro de queso de cabra, cebolla caramelizada y zapallito;  yo, uno de huevo con gambas.

Los pinchos de Mex.

Los pinchos de Mex.

Entre pintxo y pintxo charlamos con la Galardi.

“¿Mex y vos se conocieron trabajando o trabajan juntos porque son pareja?”. “Fue el director de fotografía de todas mis películas pero es así: nos conocimos en Amorosa Soledad y después de que terminamos esa película empezamos a salir”. “Y no es difícil ser pareja, trabajar juntos…”. “No, no es difícil porque en realidad, ¿cada cuánto trabajamos juntos? Tal vez volvamos a trabajar juntos dentro de dos o tres años cuando yo vuelva a hacer una película. Mientras tanto él tiene su agenda y yo tengo la mía”.

Tiene razón Victoria, su ritmo de filmación es cada dos o tres años y eso está muy marcado en su historia con el Festival de San Sebastián. Vino en 2008 con “Amorosa Soledad”, que ganó entonces el premio del Público Joven. Regresó en 2010 con “Cerro Bayo” y TVE adquirió los derechos para televisión. En 2012 participó del Foro de Coproducción y ahora mismo está participando en la sección Horizontes Latinos con “Pensé que iba a haber fiesta”. No es un premio menor el de Horizontes latinos. Significa 35 mil euros, 25 mil para distribución y 10 mil para el director. Palabras más, palabras menos, quien lo gana se asegura la distribución de la película en España.

¡Llegaron las zamburiñas! Victoria mira para otro lado. Es vegetariana.

¡Llegaron las zamburiñas! Victoria mira para otro lado. Es vegetariana.

Llegan las zamburiñas. Son riquísimas. Mex deja la cámara fotográfica y atacamos el enorme plato a cuatro manos. Realmente se come bien en esta ciudad. Entre zamburiña, tortilla y tomates asados, aprovecho para preguntarle a Victoria por el personaje de Ana (Elena Anaya) en “Pensé que iba a haber fiesta”.

“Lo que me gusta de tu última película es que los personajes cambian de peso a medida que avanza la película. Lucía (Valeria Bertuccelli) parece que lo tiene todo: casa, pileta, una hija, una nueva pareja con la que se va de vacaciones; y Ana parece que no tiene nada, una actriz en ese momento sin trabajo que se queda a cuidar la casa y la hija de la amiga. Y hacia el final, resulta que lo de Lucía estaba todo atado con alambre y Ana es como una fuente de atracción que le va sacando todo”. “¿Te parece?”. “¡Qué rica tu tortilla!”. Porque, claro, a esta altura estoy comiendo la tortilla de papas de Victoria.

Victoria y lo que quedó de su ensalada. Se ríe. Seguramente de alguna cosa estrambótica que le estoy diciendo.

Victoria y lo que quedó de su ensalada. Se ríe. Algo estrambótico le estaré diciendo.

En los bares de San Sebastián -en general, en toda España pero como aquí estamos…- se come de parado o sentado en un taburete al lado de la barra. Así estamos los tres. Aunque a Mex no se lo vea porque no quiso aparecer en las fotos, también está. Nosotras sentadas porque si no me muero del odio. Y él parado para poder moverse con más libertad para sacar fotos.

“Yo creo que Ana derriba el mito de la linda que tiene todo resuelto. Ella es hermosa pero todas sus historias de pareja son fracasos. Le preguntan por tal director, que no, que no sale más. Le preguntan por tal actor, que no, que esa relación se rompió”, me dice Victoria. “Es cierto, pero ella llega ahí sin nada y de pronto la hija de Lucía la adora, el ex-marido de Lucía termina seducido, en la fiesta de Año Nuevo hay un tipo que la persigue. Ana es el centro de todas las cosas”. “Más bien es como las actrices, ¿no es cierto? Las actrices necesitan atrapar la mirada de los otros”. “No sé, yo creo que la visión que tenés del personaje de Ana es mucho más inocentada de lo que resultó ser. Para mí ella es una viuda negra, una depredadora. Se presenta como una desvalida pero se va quedando con todo”. “¿Te parece?”. “Me parece”. “Nunca comí una ensalada más rica que esta. ¿Ves? Es que tiene jugo, es líquida, además de que los tomates están asados. Entonces es como una Caprese pero no se parece en nada a una Caprese”.

“¿Qué vas a hacer si ganás el premio Horizontes Latinos?”. “No creo que lo gane pero si lo ganase seguramente usaría el dinero para invertirlo en mi próxima película”.

Riquísimos los pintxos, excelente la compañía, providenciales las fotos que saca Mex.

Pequeños placeres en San Sebastián.

Un Caballo de Troya en San Sebastián

SAN SEBASTIÁN.- Consigno, como corresponde, el lugar desde donde escribo. Estoy en el Festival de Cine de San Sebastián. Qué ciudad más preciosa… Pero vamos a lo nuestro.

Cada tanto, en los festivales de cine, uno se encuentra con una de esas películas que hacen lo que me dijo una vez cierta gitana árabe al leer la borra de mi café: “Te posas liviana como una mariposa y echas las raíces de un álamo”. Eso es “Le Week-End”, una especie de Caballo de Troya que sin alharaca ni grandes despliegues se presenta en la Sección Oficial de San Sebastián como aspirante silenciosa a la Concha de Oro de la muestra. Creo que puede aspirar a ganar algo más: la Concha de Oro, las Conchas de Plata, el Premio del Jurado al Mejor Guión… en fin, todo.

Le Week-end

Le Week-end

Aparece como una producción de presupuesto bastante modesto pero “Le Week-End” lleva dentro de sí a los siguientes monstruos:

Primero, el director Roger Michell, creador de la inolvidable “Notting Hill” y otras notables como “Enduring Love”, basada en la novela de Ian McEwan, y “Venus”, protagonizada por un longevo Peter O’Toole.

Segundo, el guionista Hanif Kureishi, suceso editorial con su novela “El buda de los suburbios”, celebrado autor teatral y leyenda cinematográfica con un film que hizo historia, “Ropa limpia, negocios sucios”.

Tercero, Jim Broadbent, actor de una versatilidad tal que tiene más de 130 trabajos en su haber pasando por todos los géneros desde “Pandillas de Nueva York” y “El diario de Bridget Jones” hasta la serie Harry Potter donde interpretó al profesor Horace Slughorn.

Cuarto, Lindsay Duncan, otra todoterreno con una carrera fabulosa en la televisión británica y algunas joyas de interpretación en cine como su fascinante y conmovedora pseudo Anita Ekberg de “Bajo el sol de Toscana”.

Quinto, Jeff Goldblum, que puede protagonizar a todo efecto especial un “Jurassic Park” y luego ser la contracara de Bill Murray en la película de culto “Los fabulosos Tenembaum”.

De la suma de estos talentos surgió algo superior: “Le Week-End”, donde el espectador es invitado a seguir durante unos pocos días en París a un matrimonio que tras veinte años de casados decide intentar recomponer la desgastada pareja volviendo a la ciudad de su luna de miel. Tan realistas son el guión y las actuaciones, tan aparentemente despojada es la dirección, que el film se torna de una naturalidad exasperante. “La naturalidad viene del guión -explicó la protagonista Lindsay Duncan en la rueda de prensa del festival-. Ese tono fue bastante fácil de lograr porque trabajamos cómodos. Éramos un equipo pequeño y nos podíamos trasladar por París con relativa facilidad. Además, la rodamos cronológicamente así que fue una experiencia casi orgánica. La primera escena que rodamos fue la del tren y la última la del bar, tal como aparece en la película”.

Es amorosa Lindsay Duncan.

El derrotero por París de esta pareja de maestros británicos, sus diálogos punzantes, las postales de las calles y los bares que recorren, recuerda a la trilogía de Richard Linklater que comenzó con “Antes del amanecer”. Al respecto y no sin un dejo de maldad, preguntado por un periodista Hanif Kureishi no dudó en decir: “No vi las películas de Linklater pero me han comentado algo. Cuando pensé en esta película pensé en una película como las de Woody Allen pero con chistes”.

Es bravo Hanif Kureishi.

Lo cierto es que la película sí puede ser pensada como si Julie Delpy y Ethan Hawke estuvieran de aquí a 20 años recorriendo la Ciudad Luz mientras meten el dedo en la llaga de cada una de sus decepciones. “Queríamos retratar un matrimonio que incluyese lo claro y lo oscuro -explicó el director- porque ambos van de la mano como en toda relación real. Quería plasmar la idea de un matrimonio donde se puede amar y odiar en el lapso de cinco minutos, un matrimonio que va a París no porque sea exótico sino porque es un lugar común. Nosotros no elegimos rodar la película en París por su encanto sino porque para dos británicos es más caro venir a San Sebastián, por ejemplo. París es la opción obvia para tener un fin de semana romántico porque solamente hay que tomar un tren”.

Es de una sinceridad pasmosa Roger Michell.

“Es la primera vez que me sucede que interpreto a un personaje que perfectamente podría ser yo mismo, al que le pasan las cosas que le pueden pasar a un hombre de mi edad, que puede decir las cosas que dice un hombre de mi edad”. Este que habla es Jim Broadbent.

Parece tímido Jim.

Le Week-end (Foto película) 3295

En el puente de los candados que, curiosamente, se vio también en “Jeune et jolie”, de Ozon.

Respecto de la edad de los protagonistas, el escritor Hanif Kureishi agregó que “la vida se pone más interesante con los años mientras que en el cine lo que se muestra son las relaciones que comienzan entre jóvenes. ¿Qué significa una relación de 20 años, qué es lo que vale la pena para seguir adelante después de que tus hijos se van? ¿Por qué razón continuar juntos? Me pareció que el matrimonio es el tema central de la película y es la pregunta central de la cultura occidental. Cuando yo era joven todos estaban casados y seguían casados. Punto. La otra vez estaba mirando las fotos de cuando cumplí cuarenta años y de todas las parejas que estuvieron en la fiesta solamente Roger Michell y yo no nos separamos”.

La pareja de “Le Week-End” se ha quedado sola consigo misma, sus hijos han crecido aunque se resistan, a veces los hijos, a veces los padres, a cortar el cordón. Este matrimonio comenzó en los años 60 con unas ilusiones sobre la vida y la política que fueron derrumbándose con el paso de los años. Sexo insatisfecho, problemas de dinero, lealtad  a pesar de todo, admiración más allá de los escasos triunfos, son cuerdas que se estiran y se aflojan durante la película. Van y vuelven del pasado.

Y finalmente, la cúspide del lugar común de esa generación derrotada y su mayor invento: Jean-Luc Godard. Como dijo Michell: “Los personajes veían el cine de la Nueva Ola cuando eran jóvenes alumnos y estaban preparados para la lucha”. O como sentenció Hanif Kureishi: “Gente, amigos, que han desperdiciado su vida diciendo cosas de izquierda”.

“Banda aparte” aparece en el televisor del hotel donde está hospedada esta pareja nuestra que nada contra el ocaso. Y regresa para el final: Jim Broadbent, Lindsay Duncan y Jeff Goldblum bailan en el bar esa coreografía que 50 años atrás filmó Godard en París.

"Banda Aparte", Godard, 1964.

“Banda Aparte”, Godard, 1964.

Carsten Jensen: los mares de la humanidad

Si como a mí les gustan los clásicos, si como a mí les gusta leer y aprender, si como a mí les gustan las novelas bien escritas, si como a mí les interesan los nuevos horizontes, entonces no se pierdan al escritor danés Carsten Jensen. Sólo dos de sus libros se consiguen aquí en la Argentina: la novela “Nosotros, los ahogados” (Salamandra, 2011) y los relatos de viajes “Yo he visto empezar el mundo” (Península, 2005). La cuestión es que si van a leerlo es mejor que empiecen ahora. Una gran obra no se mastica en dos días así que vayan ya mismo a su librería cercana. ¿Por qué el apuro? Porque Carsten Jensen está cruzando el mar rumbo a nuestras costas. Viene a la quinta edición del Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba) que se va a hacer del 25 de septiembre al 2 de octubre. Para ir conociéndolo, desde Línea Maginot le hicimos una entrevista anticipada -vía mail- y le preguntamos TODO sobre “Nosotros, los ahogados”.

Carsten Jensen: "Un marinero ha visto varios mundos y sabe que hay más de una manera de hacer las cosas".

Carsten Jensen: “Un marinero ha visto varios mundos y sabe que hay más de una manera de hacer las cosas”.

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El Club de las Románticas

Si algo ha hecho “Cincuenta sombras de Grey” fue poner de manifiesto lo poco que sabe el periodismo cultural de literatura romántica. Un género que no sólo desconoce sino que menosprecia. Tanto que ante un éxito imposible de esconder, ha optado por cambiarle el género y, de pronto, la trilogía “Cincuenta sombras de Grey” es literatura porno. Continuar leyendo