Por: Miriam Molero
SAN SEBASTIÁN.- Consigno, como corresponde, el lugar desde donde escribo. Estoy en el Festival de Cine de San Sebastián. Qué ciudad más preciosa… Pero vamos a lo nuestro.
Cada tanto, en los festivales de cine, uno se encuentra con una de esas películas que hacen lo que me dijo una vez cierta gitana árabe al leer la borra de mi café: “Te posas liviana como una mariposa y echas las raíces de un álamo”. Eso es “Le Week-End”, una especie de Caballo de Troya que sin alharaca ni grandes despliegues se presenta en la Sección Oficial de San Sebastián como aspirante silenciosa a la Concha de Oro de la muestra. Creo que puede aspirar a ganar algo más: la Concha de Oro, las Conchas de Plata, el Premio del Jurado al Mejor Guión… en fin, todo.
Aparece como una producción de presupuesto bastante modesto pero “Le Week-End” lleva dentro de sí a los siguientes monstruos:
Primero, el director Roger Michell, creador de la inolvidable “Notting Hill” y otras notables como “Enduring Love”, basada en la novela de Ian McEwan, y “Venus”, protagonizada por un longevo Peter O’Toole.
Segundo, el guionista Hanif Kureishi, suceso editorial con su novela “El buda de los suburbios”, celebrado autor teatral y leyenda cinematográfica con un film que hizo historia, “Ropa limpia, negocios sucios”.
Tercero, Jim Broadbent, actor de una versatilidad tal que tiene más de 130 trabajos en su haber pasando por todos los géneros desde “Pandillas de Nueva York” y “El diario de Bridget Jones” hasta la serie Harry Potter donde interpretó al profesor Horace Slughorn.
Cuarto, Lindsay Duncan, otra todoterreno con una carrera fabulosa en la televisión británica y algunas joyas de interpretación en cine como su fascinante y conmovedora pseudo Anita Ekberg de “Bajo el sol de Toscana”.
Quinto, Jeff Goldblum, que puede protagonizar a todo efecto especial un “Jurassic Park” y luego ser la contracara de Bill Murray en la película de culto “Los fabulosos Tenembaum”.
De la suma de estos talentos surgió algo superior: “Le Week-End”, donde el espectador es invitado a seguir durante unos pocos días en París a un matrimonio que tras veinte años de casados decide intentar recomponer la desgastada pareja volviendo a la ciudad de su luna de miel. Tan realistas son el guión y las actuaciones, tan aparentemente despojada es la dirección, que el film se torna de una naturalidad exasperante. “La naturalidad viene del guión -explicó la protagonista Lindsay Duncan en la rueda de prensa del festival-. Ese tono fue bastante fácil de lograr porque trabajamos cómodos. Éramos un equipo pequeño y nos podíamos trasladar por París con relativa facilidad. Además, la rodamos cronológicamente así que fue una experiencia casi orgánica. La primera escena que rodamos fue la del tren y la última la del bar, tal como aparece en la película”.
Es amorosa Lindsay Duncan.
El derrotero por París de esta pareja de maestros británicos, sus diálogos punzantes, las postales de las calles y los bares que recorren, recuerda a la trilogía de Richard Linklater que comenzó con “Antes del amanecer”. Al respecto y no sin un dejo de maldad, preguntado por un periodista Hanif Kureishi no dudó en decir: “No vi las películas de Linklater pero me han comentado algo. Cuando pensé en esta película pensé en una película como las de Woody Allen pero con chistes”.
Es bravo Hanif Kureishi.
Lo cierto es que la película sí puede ser pensada como si Julie Delpy y Ethan Hawke estuvieran de aquí a 20 años recorriendo la Ciudad Luz mientras meten el dedo en la llaga de cada una de sus decepciones. “Queríamos retratar un matrimonio que incluyese lo claro y lo oscuro -explicó el director- porque ambos van de la mano como en toda relación real. Quería plasmar la idea de un matrimonio donde se puede amar y odiar en el lapso de cinco minutos, un matrimonio que va a París no porque sea exótico sino porque es un lugar común. Nosotros no elegimos rodar la película en París por su encanto sino porque para dos británicos es más caro venir a San Sebastián, por ejemplo. París es la opción obvia para tener un fin de semana romántico porque solamente hay que tomar un tren”.
Es de una sinceridad pasmosa Roger Michell.
“Es la primera vez que me sucede que interpreto a un personaje que perfectamente podría ser yo mismo, al que le pasan las cosas que le pueden pasar a un hombre de mi edad, que puede decir las cosas que dice un hombre de mi edad”. Este que habla es Jim Broadbent.
Parece tímido Jim.
Respecto de la edad de los protagonistas, el escritor Hanif Kureishi agregó que “la vida se pone más interesante con los años mientras que en el cine lo que se muestra son las relaciones que comienzan entre jóvenes. ¿Qué significa una relación de 20 años, qué es lo que vale la pena para seguir adelante después de que tus hijos se van? ¿Por qué razón continuar juntos? Me pareció que el matrimonio es el tema central de la película y es la pregunta central de la cultura occidental. Cuando yo era joven todos estaban casados y seguían casados. Punto. La otra vez estaba mirando las fotos de cuando cumplí cuarenta años y de todas las parejas que estuvieron en la fiesta solamente Roger Michell y yo no nos separamos”.
La pareja de “Le Week-End” se ha quedado sola consigo misma, sus hijos han crecido aunque se resistan, a veces los hijos, a veces los padres, a cortar el cordón. Este matrimonio comenzó en los años 60 con unas ilusiones sobre la vida y la política que fueron derrumbándose con el paso de los años. Sexo insatisfecho, problemas de dinero, lealtad a pesar de todo, admiración más allá de los escasos triunfos, son cuerdas que se estiran y se aflojan durante la película. Van y vuelven del pasado.
Y finalmente, la cúspide del lugar común de esa generación derrotada y su mayor invento: Jean-Luc Godard. Como dijo Michell: “Los personajes veían el cine de la Nueva Ola cuando eran jóvenes alumnos y estaban preparados para la lucha”. O como sentenció Hanif Kureishi: “Gente, amigos, que han desperdiciado su vida diciendo cosas de izquierda”.
“Banda aparte” aparece en el televisor del hotel donde está hospedada esta pareja nuestra que nada contra el ocaso. Y regresa para el final: Jim Broadbent, Lindsay Duncan y Jeff Goldblum bailan en el bar esa coreografía que 50 años atrás filmó Godard en París.