Por: Miriam Molero
Si algo ha hecho “Cincuenta sombras de Grey” fue poner de manifiesto lo poco que sabe el periodismo cultural de literatura romántica. Un género que no sólo desconoce sino que menosprecia. Tanto que ante un éxito imposible de esconder, ha optado por cambiarle el género y, de pronto, la trilogía “Cincuenta sombras de Grey” es literatura porno.
Tanto menoscabo y, sin embargo, la literatura romántica es una parte esencial de la industria del libro. Por la fidelidad de sus lectoras para con los autores, por la puntualidad con que esperan cada lanzamiento de sus favoritos, por la disposición que tienen ante lo nuevo, por la voracidad con la que leen y, por lo tanto, por la cantidad de ejemplares que compran por año.
Bienvenidos al Club
Ahora voy a contarles algo personal. Hace unos dos años cobré un dinero importante por un trabajo para una agencia de publicidad. En lugar de irme seis meses a Londres, digamos, lo que hice fue armar -con dos amigas- un Spa boutique de Manos y Pies donde se atendiera a las clientas con los productos y la calidad de servicio que nos gustaría para nosotras mismas. El lugar se llama La Manicure y está a una cuadra de la avenida Libertador, en el barrio de Belgrano. Levantamos la persiana un día y estábamos solas. Hoy tenemos cientos de clientas con las que fuimos desarrollando una relación. Claro que los lugares no se apartan de lo que uno es… De a poco se fue conformando el equipo de manicuras y, oh casualidad, resulta que dos de ellas son grandes lectoras de literatura romántica y aledaños, muchas de las clientas son grandes lectoras también y desde hace poco funciona una suerte de Club de Lectoras que se organizaron ad hoc. Se prestan libros todas con todas. La mayoría de la literatura romántica que me envían las editoriales pasan primero por las manos de Fabiana y de Érica, las profesionales del género. Ellas aportan otros libros de su propiedad y a su vez las clientas agregan más. Fabiana y Érica deben de haber sido de las primeras personas del país en leer “Cincuenta sombras de Grey” y no tengo la menor duda de que un buen porcentaje de las ventas haya sido gracias a su efecto propaladora. No pararon de recomendarlo y recomendarlo y recomendarlo como una historia de amor con sexo fuerte. Jamás usaron la palabra “porno”. Ni ellas ni las clientas. ¿Saben por qué? Porque son lectoras del género y la literatura romántica hace mucho que dejó de ser la de Corín Tellado pero esto, claro, quienes no leen literatura romántica lo desconocen. Alguna vez he querido intervenir en esas recomendaciones fervorosas diciendo que una de las claves del éxito de Grey es la voz del narrador: la chica. Que es una voz fresca, ocurrente, que desde el humor y la franqueza cuenta lo que le pasa. Que es algo así como la Sookie Stackhouse, de las novelas de “True Blood”, que seguramente E.L.James las debe de haber leído. Yo hago todo este análisis. Ellas me miran con cara de “Sí, claro” y siguen con lo suyo.
Me gustaría hablarles un poco más del Club de Lectoras de La Manicure. Si no les interesa el género se van a divertir con los personajes. Si les gusta el género pueden hacer de cuenta de que soy apenas una intermediaria en las recomendaciones de lectura de las chicas.
Fabiana, una de las manicuras, es la más romántica. En cuanto una novela se va del género, ya no le gusta. Érica, la otra manicura, en cambio, es más flexible. El otro día hice una prueba doble. Les dejé “La hija de Marx”, de Clara Obligado (Galerna, 2013, reedición), que es literatura erótica. Fabiana lo empezó y lo abandonó. Érica lo leyó y me hizo el siguiente comentario: “El de La hija de Marx no es romántico, es de vínculos y de sexo pero no hay amor. No hay una pareja. Son personas que se relacionan. Es como La insoportable levedad del ser, que me prestaste, pero con más sexo”. Más claro imposible.
Siempre debe haber una promesa de amor
La literatura romántica es una promesa de amor y sólo en virtud de esa promesa es que una lectora romántica lee. Si la novela está bien escrita, mejor todavía. El sexo es un elemento más de la trama. En el caso de Grey es, justamente, lo que hace que exista una historia porque los gustos sexuales de Grey funcionan como impedimento. Porque, vamos, esta es la receta de cualquier historia romántica: dos que se aman pero que no pueden estar juntos. Si pueden estar juntos desde el principio, entonces no hay novela.
Érica, Fabiana y los libros que leen son parte del espíritu del local. A veces escucho conversaciones que mantienen entre ellas o con las clientas y pienso que hablan de gente de la vida de real. Comentan que pasó tal cosa, que ellas habrían hecho tal otra, que lo que pasa es que tal es una mala influencia y así. Un día descubrí que no hablaban de gente real sino de los personajes de los libros que estaban leyendo y con los que se compenetraban de tal manera que los hacían parte de su cotidianeidad. Porque, esto hay que decirlo, muchas veces todas leen el mismo libro a la vez y lo comentan. Como en Twitter miran un programa a la misma hora y lo comentan. Es una comunidad.
El año pasado, una tarde, Fabiana casi se pone a llorar. Le preguntamos por qué y nos dijo que Remeditos tenía fiebre y que no iba a llegar a la cita con San Martín, que estaba muy angustiada. Estaba leyendo “Pasión y traición, los amores secretos de Remedios de Escalada”, de Florencia Canale (Planeta, 2012). “Pero sabés que terminan juntos. Son Remedios y San Martín”. “No me importa”, nos contestó. Y así como les cuento una cosa, les digo la otra. “Amores prohibidos, las relaciones secretas de Manuel Belgrano”, también de Florencia Canale (Planeta, 2013), no pasó su control de calidad: “Mucha historia”, comenta Fabiana. “Pero tenía mujeres Belgrano. En ‘El cuarto arcano’, Melody va a la casa de Belgrano porque frecuenta a la mujer”, le acota Moni. Moni es una clienta muy tímida, que le tiene miedo a los perros, lee en papel y es fan total de Florencia Bonelli, debo decirlo, como muchísimas de las clientas, enamoradas del Nahueltruz, de “Indias blancas”. “El cuarto arcano” al que se refiere Moni es una novela de Bonelli y Melody Maguire, la protagonista. Moni aporta al Club de Lectoras ejemplares de su ídola.
Otra clienta fan de Florencia Bonelli es Sofía, ejecutiva, lee en su I-pad. Desde que leyó la trilogía “Caballo de fuego” busca novelas con galán árabe. Le dice a Érica que Bonelli tendría que escribir más libros con árabes. Se ríe, muy canchera, y le cuenta que le dijo al marido: “Cambiate el nombre o te dejo”. No sé si el esposo se llamará ahora Eliah Al-Saud…
Hace poco estaban Fabiana y Érica con Mariela, otra clienta, 25 años, estudiante. Es una lectora border del género. Lo consume pero a su vez espera que el autor transgreda las reglas. Podría decirse que es una lectora de ruptura. La cuestión es que escucho el siguiente diálogo:
Mariela: -¿Es erótica? A ver… prestame (le pasan “Los noventa días de Genevieve”, de Lucinda Carrington, Suma de Letras, 2013). ¿Pero es muy romántico esto? ¿Él al final se enamora?
Érica: -No sé, no lo terminé todavía. Tiene mucho sexo. Sinclair, el protagonista, tiene un par de artilugios en el dormitorio que ya los tenemos vistos de “Cincuenta sombras de Grey”.
Mariela: -Pero no vaya a ser como la Trilogía de Grey que tanto látigo, tanta fusta, para tener un final feliz. Alguien se tiene que morir. El tipo está pegándole durante tres libros y terminan casados, con dos hijos viviendo en una mansión.
Érica: Bueno, es una novela romántica…
¿De dónde sacaron el libro de Lucinda Carrington? Resulta que se los prestó Iraci, 40 años, ama de casa, madre de tres niños, extranjera radicada en la Argentina. No es una lectora exclusiva del género sino que se interesa por todo tipo de literatura. Pero parece que desde que leyó la serie “Pídeme lo que quieras”, de Megan Maxwell (Planeta, 2012), anda buscando sin éxito un reemplazo. Así que después de haber leído “Pídeme lo que quieras o déjame” y “Pídeme lo que quieras ahora y siempre”, va, compra novedades, no la conforman y las hace circular vía El Club para lectoras mejor predispuestas.
Mayormente soy testigo de estas escenas cuando voy, dos veces en la semana. Observo desde lejos, sentada en la recepción. Escucho las conversaciones, las recomendaciones literarias. Algunas veces intervengo para hacer alguna pregunta o me piden que busque algo en Internet, el nombre de un escritor o un título que no recuerdan. Entre los más recomendados en La Manicure están los libros de Claudia Gray, autora de una serie llamada “Medianoche” que arranca con la novela homónima (Montena, RHM, 2009). Dicen las chicas que son “como ‘Crepúsculo’ pero mejor escritos”. Ya van cinco entregas: “Medianoche”, “Adicción”, “Despedida”, “Renacer” y “Balthazar”.
No paran de leer. Nunca. En lo personal estoy prácticamente bajo amenazas porque septiembre es un mes clave: sale la tercera entrega de la trilogía “El affaire Blackstone”, de Raine Miller (Suma de Letras, 2013). Parece que el señor Blackstone trabaja en una empresa de seguridad y parece que es el hombre ideal y parece que en el Club son más fans de Blackstone que de Grey porque el señor Blackstone “no anda por ahí haciéndose el misterioso y el torturado”. Ya leyeron “Desnuda” y “Todo o nada”. Se acaba de editar “Sorprendida” y yo he cometido el desatino de no recibir el libro. Cada vez que al local llega una moto con un paquete me cuentan que se alborotan pensando si dentro estará el cierre de la trilogía. Miran el envío. Sienten una curiosidad tremenda pero, claro, no pueden abrirlo.
Tal vez este lunes me dé una vuelta por algunas editoriales. Y tal vez el miércoles, cuando vaya al local les lleve al señor Blackstone en la cartera…