Por: Juan Pablo Parrilla
Parece un montaje. Cuando el video de Ardi Rizal apareció en 2010, muchos pensaron que era falso. La cadena CBS fue la primera en hallarlo en Indonesia. El país no es casual: el ministerio de Salud local nunca ha dicho, por lo menos, que el tabaco perjudica a la salud. El pequeño tenía 2 años y fumaba 40 cigarrillos al día.
Las imágenes casi lisérgicas de Ardi prendiendo un cigarrillo con el que estaba por apagar dieron la vuelta al mundo. Expuestas, las autoridades locales asumieron los costos de su tratamiento en la capital, Yakarta. Para ese entonces sus piernas no tenían fuerza para correr y había disminuido su masa cerebral, lo que es probable que le genere daños en el futuro.
ABC News lo visitó al año siguiente. Sus padres contaron que los amenazaba con volver a fumar si no le compraban juguetes. Ardi dijo que había dejado el vicio y que lo extrañaba, aunque su madre lo había “pescado” unas semanas antes con un cigarrillo encendido en la mano.
No debe ser fácil dejar de fumar en una Indonesia desregulada e inundada de carteles publicitarios. Hasta el Marlboro Man que hace casi 15 años desapareció de los EEUU se exilió en sus islas.
En el Día Mundial Sin Tabaco, Indonesia es un buen ejemplo de las consecuencias de la falta de regulación. Según el Atlas de Tabaco de la World Lung Foundation, es uno de los pocos países que no firmó ningún tratado internacional sobre tabaquismo, no realiza campañas en los medios ni limita el etiquetado o la publicidad. Ni siquiera prohíbe que los menores lo compren.
Los resultados están a la vista: Ardi era sólo la punta del ovillo. Y así fueron apareciendo las historias y videos de Sandi Adi Susanto, de 18 meses, a quien le gustaba fumar mientras tomaba café; Reno Ardiansyah, que venía despuntando el vicio desde los 14 meses; el pequeño Falen, que ya diferenciaba las marcas; o Muhammad Dihan Awalidan, que a los 4 años llevaba la mitad de su vida consumiendo tabaco.
Por lo menos diez casos quedaron documentados por la prensa. Ninguno de ellos era una excepción. En Indonesia, el 2% de los niños empieza a fumar antes de los 4 años. Son datos oficiales.
Marlboro es la marca más popular, pero sólo entre los cigarrillos rubios. El 90% del comercio lo acaparan los kreteks, una mezcla de tabaco con clavo de olor, que muchos indonesios defienden con un fervor casi nacionalista.
En 2005, Philip Morris International (PHI) y British American Tobacco pisaron fuerte en ese mercado: adquirieron Sampoerna y Bentoel, respectivamente, dos de los mayores fabricantes.
“Nos aseguramos que los kreteks no sean ni más ni menos (sic) peligrosos que los cigarrillos convencionales”, comentó en ese entonces Louis Camilleri, el presidente del grupo Altria, que controla Philip Morris.
Mintió: según la American Cancer Society, “emiten más nicotina, monóxido de carbono y alquitrán que los cigarrillos tradicionales”. Eso no es todo: “Pueden causar efectos perjudiciales pulmonares de inmediato”. El riesgo “es 20 veces mayor”.
El problema es que la idea de que es una alternativa segura está muy arraigada entre los indonesios. Y muchos de los que lo creen son padres.
http://www.youtube.com/watch?v=TWTcRqHVTMA