Por: Roni Bandini
A diferencia de un político argentino enriquecido, un libro electrónico enriquecido es algo digno y novedoso. El enriquecimiento hace referencia a ciertos extras como por ejemplo videos, mapas, música, geolocalización y condicionales en el flujo de lectura.
En cuanto al modo de producción existen dos tipos de libros electrónicos enriquecidos.
Tipo 1. Aquellos donde el enriquecimiento es provisto o ideado por el autor.
Tipo 2. Aquellos donde el proceso de enriquecimiento toma lugar en una etapa posterior a la escritura, y donde el autor generalmente noparticipa. (Vean la carula de desconcierto de Tonny Bennet en este video sobre EEB de Harper Collins https://www.youtube.com/watch?v=hfRxW0NsSjg)
En el primer caso se dan experiencias integrales muy interesantes. Algunas de ellas son Device 6 y The Walk, que fueron lanzadas en realidad como aplicaciones de iPad, pero tienen elementos narrativos que inclinan la balanza más para el lado de los libros que de los juegos.
En el segundo caso hay bastantes pastiches subnormales que asemejan a una página web y que probablemente no tengan demasiada razón de ser.
La gran problemática en el desarrollo de los libros electrónicos enriquecidos es consecuencia de la diversidad de plataformas. A la complejidad y el costo inicial de implementar una visión de EEB se agrega la necesidad de adaptación a la rusticidad de Kindle Paperwhite y otros eBook readers de tinta digital, la implementación en iPad, en Kindle Fire y en otras tabletas populares con Android como Samsung Galaxy Tab y por último, la necesidad de considerar también iPhone, Windows y Android Smartphones.
La industria editorial suele apostar 100 títulos para ganar en 5. Con los costos de producción e implementación múltiple de los libros electrónicos enriquecidos, la apuesta se torna casi inviable y la “solución creativa” de algunas editoriales es esperar al éxito de un libro tradicional antes de decidir su enriquecimiento o peor todavía: enriquecer eBooks de autores con ventas anteriores significativas.
Resta esperar con más ingenuidad que entusiasmo una definición de estándares que permita bajar costos de implementación.
Por parte de los autores, falta el deseo de experimentar y arriesgar a fin de que los lectores puedan contar con más EEB del tipo 1 que del tipo 2.