Al pensar en nuestra salud solemos separar por un lado la alimentación, por otro nuestro estado de ánimo, por allá el grado de actividad física o sedentarismo, y así con todos los aspectos. Pero debemos tomar conciencia de que en el organismo todo se relaciona, y esta relación es la que determinará nuestro estado de salud. “En ese marco, el estado de ánimo tiene una estrecha relación con lo que comemos, es decir que nuestra dieta puede determinar nuestro estado anímico en forma clara”.
Podemos mencionar al menos cuatro aspectos a tener en cuenta cuando hablamos de la relación entre la alimentación y el estado de ánimo: si la persona está haciendo dieta para bajar de peso; si mantiene una alimentación sana pero muy baja en calorías; el consumo de comida “chatarra” o de lo que sabemos que nos hace mal; y los estados emocionales que tienen que ver con neurotransmisores.
En cuanto al primer punto, es sabido que comenzar un plan de descenso de peso según el tipo de dieta y cuán restrictiva en calorías sea puede causar irritación, mal humor, melancolía, y hasta puede exacerbar la depresión. En esta situación se nos presenta ya una variante que no tiene tanto que ver con los alimentos en sí sino con el hecho de que se esté limitado la cantidad y el tipo de comida que se come en un determinado momento. Entonces, los cambios de ánimo tienen que ver en este caso con esas imposiciones externas.
Dieta sin sufrimiento
¿Por qué asociamos las dietas con el mal humor?: Si la persona está comiendo sano pero siente que se está quedando con hambre, el malhumor será irremediable. En otras palabras, la cantidad de calorías serán también determinantes en el buen o mal humor producto de la ingesta. Si estas son escasas, sea la comida que sea se generará una sensación negativa. La clave está en comer sano y no percibir que nos quedamos con hambre.
En otra vereda se encuentra la comida chatarra: ¿Predispone ésta al mal humor? En realidad, es fácil deducir que cuando la persona se deja llevar por comer comida chatarra, o por comer en exceso alimentos que uno sabe que luego generarán hinchazón, mala digestión y sensación de culpa, obviamente se producirá una predisposición psicológica hacia el mal humor. Esto es exactamente lo opuesto a cuando uno sabe que hizo las cosas bien, que comió sanamente, etc. Esta conducta antagónica no hace más que generar plenitud, vitalidad y buen humor.
Dime lo que comes y te diré cuán feliz eres…
Cuando no tenemos una dieta de por medio, el consumo de ciertos alimentos ayuda a tener mejores estados emocionales. Por ejemplo, los alimentos que contienen Omega 3 (como pescados de mar, mariscos) ayudan a estabilizar el ánimo. Se sabe que químicamente ayudaría a equilibrar el ánimo ya que los ácidos grasos buenos que contiene están relacionados con la formación de neurotransmisores y de estructuras de membranas celulares que afectan las conductas. Los alimentos dulces, en tanto, tienen incidencia en el nivel de serotonina en el organismo. Éste es un neurotransmisor natural que tiene estrecha relación con los estados de ánimo, ya que afecta zonas del cerebro relacionadas con que uno se sienta confortable o no, con sensación de tranquilidad, de relajación o no. “Cuando la persona come alimentos con proteínas naturalmente, ésta producirá mejor la serotonina y podrá prevenir descensos bruscos de la misma, que son los que generan ‘bajón’ y propician tentaciones compulsivas”. Entre los alimentos que están relacionados con el buen humor, el chocolate está a la cabeza. El dulce tiene una relación tanto orgánica como psicológica con la sensación de placer y la persona le atribuye un símbolo a ese dulce, que siempre es positivo.
¿Cómo hacer entonces para que el “hacer dieta” no sea un sufrimiento?
En primer lugar, no tiene que ser tan restrictiva en calorías; tiene que incluir alimentos que a la persona le gusten con las indicaciones de cómo hacer para que no le traiga problemas; hay que tener en cuenta que existe un tiempo de adaptación y pensar que todo malestar es pasajero, los días que siguen van a ser mejores. Lo peor que se puede hacer, en tanto, es juntar hambre: “Hay que comer cada tres o cuatro horas. El cuerpo no tiene que registrar el estado de languidez para que en ningún momento le agarre la compulsión y esa sensación de búsqueda fuera de control”.
Disfrutar de la comida y cuidarse es posible
Es importante saber que podemos comer lo que nos gusta y disfrutar de la gastronomía sin engordar ni tener otras consecuencias negativas. Pero para esto será clave analizar el factor “cantidad”. Uno puede disfrutar perfectamente de sabores exquisitos, refinados, sin comer en cantidad excesiva. Si vamos a un lugar donde vemos que la porción es abundante, el consejo es aprender a comer la media porción, compartir el plato con alguien. Y sino buscar lugares en los que sabemos que las porciones son más moderadas.
También es bueno realizar una dieta de desintoxicación o comer sólo frutas y verduras tras haber salido a comer o haber consumido una comida muy elaborada. Y hay que comprender que para disfrutar un buen sabor no hace falta atiborrarse de comida, la clave está en masticar bien, degustar, disfrutar la comida desde el primer bocado.
Es necesario también tener en claro que la comida está ligada a una cuestión de placer que es natural, y no hay que negarla. El problema es cuando uno se siente culpable porque le gusta comer; entendamos que este es un placer que nos ha sido dado naturalmente para perpetuar una conducta que es necesaria en la especie humana. Disfrutar de la comida no tiene que ser algo negativo, si se cuida la cantidad.