Por: Noelia Schulz
Las escuchás en el súper, en el colectivo, en el pediatra. Son las famosas #MadresPerfectas. Gustan mucho de la comparación. “Juancito a los 11 meses ya caminaba perfecto, ¿Santi todavía nada?” -te dicen con falsa preocupación, regodeándose por dentro. Claro -pensás- aprendió a caminar para escaparse de vos.
Según ellas, sus hijos son siempre maravillosamente educados, tranquilos e inteligentes. No tienen problemas en la escuela, no pelean con los hermanos, no contestan mal, no desordenan, no miran tele, no comen porquerías. Generalmente todo empieza con: “¿Te puedo dar un consejo?” Y chau. Sabés que perdiste. Sabés que no hay modo de que salgas airosa de esta conversación. Sabés que digas lo que digas vas a sentirte inferior y mala madre. El día que te ven pálida y ojerosa tras una noche en vela aprovechan para recordar lo bien que dormían sus angelitos “desde el primer día”. “¡Yo nunca tuve problemas! Por suerte, los traje de la clínica y ya dormían 9 horas de corrido.” O estás batallando contra la inapetencia de tus nenas (y la falta de ganas de cocinar CUALQUIER COSA QUE SE DENOMINE ALIMENTO) y ellas no tienen mejor “consejo” que decirte que cocines más sano y variado. “A Laura le encanta mi comida, se come todo, es un placer. Probá las albóndigas veganas de quínoa, no sabés lo ricas que son”.
Además de comparar, ellas aman burlarse de cualquier ineptitud tuya (según su estereotipo maternal). Esto puede aplicarse tanto a la cocina como a las manualidades, al talento para encontrar siempre la mejor oferta, a la capacidad de conciliar a la perfección el trabajo con la vida personal, al aspecto estético, al modo de ponerle pautas a tus hijos, o a cualquier otra cosa. Para el caso es lo mismo. Vos sentís que el día no rinde, que necesitás 30 hs. (mínimo) diarias y que no dormís bien desde que mirabas Jugate Conmigo, y ellas cuentan, orgullosas, cómo fueron a la peluquería, hicieron la tarea con el nene mientras la tintura les agarraba y, en el camino de vuelta, cantaron canciones juntos por la calle. Y, obvio, la cena ya la tenían lista, o su marido las esperaba para ir a cenar a un lugar diviiiino. Y, encima, baratísimo (porque todo les sale redondo).
Te esperan agazapadas. Están en el trabajo, en la familia y en el colegio. Se esconden detrás de una sonrisa inocente y compradora hasta que abrís la boca, ven la oportunidad y ¡zas! Te lanzan la frase matadora y para cuando te das cuenta ya estás dando explicaciones, justificándote, tratando de no quedar TAN mal. ¿Tal vez sus hijos son Mesías caídos del cielo? No lo creo. Lo cierto es que las #MadresPerfectas están al acecho. Con sus discursos odiosos y sus recetas mágicas para todo.
Para mí que tienen mala memoria, sus hijos son extraterrestres o simplemente exageran. Pero ya lo dice el saber popular: A palabras necias, oídos sordos. Yo les desconfío. Seguro algún TOC tendrán.
¿Conocen #MadresPerfectas?