Por: Juan Chiramberro
Exponer que bandas como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, o Virus, hayan tenido su formación artística, su conformación grupal y sus primeras manifestaciones sociales en la ciudad de La Plata, es un poco resumir todo lo que se podría decir sobre la relación del Rocanrol y la mismísima capital de la provincia de Buenos Aires.
En La Plata, el Rock no es un simple género musical, es más bien la idiosincrasia de los barrios.
Si usted quiere entender los procesos políticos, económicos y culturales de la región, escuche rock platense. Si usted quiere adentrarse y conocer las historias que suceden en los barrios, desde lo más profundo de su comportamiento psicológico y desde distintas ópticas de corrientes filosóficas, escuche rock platense. Pero por sobre todas las cosas, escuche rock platense si quiere escuchar rock.
Es imposible mantener las publicaciones de este espacio sin hacer una breve presentación de lo que significa el Rock para esta ciudad. Se podría entonces, actualizando la movida local, publicar algo sobre Guasones, sobre Estelares, o sobre la enorme cantidad de bandas platenses que aún no han podido cruzar esa cercana pero inmensa frontera que se eleva apenas pisada la Autopista Buenos Aires-La Plata.
Pero en este caso, creí que la mejor manera de obedecer a ese deseo de mostrar la pureza del rock local era la de fotografiar una instantánea de una de las bandas más influyentes de los últimos diez años en la ciudad: “La Cumparsita Rock 72”.
Los clubes de fútbol tienen sus himnos, también los tienen algunas batallas independentistas memorables. Himnos tienen las instituciones educativas, las banderas, y hasta los antiguos faraones. Pero lo importante para que un canto se magnifique y sea consensuado popularmente como himno, es que la fusión de lo escrito y lo tocado represente la pureza de la esencia de un determinado fenómeno. Por ello, si se abre una encuesta, yo voto porque CIRCUNVALACIÓN sea el himno del rock barrial.
Gastón Tocho toca la armónica y el saxo en La Cumparsita. Me comuniqué con él para saber un poco más sobre la banda. Me invitó a ir a uno de los ensayos y así lo hice. Al otro día, estaba sentado en círculo con más de media docena de músicos.
Cuando llegué a la sala me encontré, primero, con el “Fino” Santillán, en el patiecito que antecede al cubo donde nace la música. Emiliano es su nombre y es quien interpreta, con su particular timbre de voz, las letras de las canciones. El “Fino” estaba sentado en un banquito de madera improvisado con dos tablas y algunos otros elementos que le daban altura, pero que lo hacían tambalear. Es un muchacho de torso estirado, con largos brazos y una composición física digna de tenista, o de un delantero cabeceador. En algún tiempo se mostraba en los escenarios con una prominente cabellera que le caía hasta los hombros, pero ahora, su pelo, tiene cierta tendencia a la prolijidad, aunque no haya cambiado su estilo rocker.
A diferencia de lo que pasa con otras bandas, el “Fino” no se come el papel de líder. De hecho, en ocasiones, en la mayoría de los grupos, las notas las dan los cantantes, o los músicos fundadores de la banda. “La Cumparsita” lleva más de trece años tocando y ha sufrido cambios en sus filas, como le pasa a cualquier banda, sin embargo, acá, todos tienen el mismo peso. La voz de uno es la voz de todos.
Por eso, las preguntas que yo tenía para hacerles no fueron escritorio de por medio. El “Fino” los reunió a todos, nos pusimos en ronda y charlamos. Por poco creí entrar en crisis. Es una tarea difícil tomar nota de quién dice qué. Pero eso se resolvió apenas terminada la primera pregunta. Al fin entendí que son una banda de verdad, que no hay individualidades. Que comparten, entre ellos, una manera de ser, de pensar y de actuar. Claro que todos son diferentes, pero todos quieren lo mismo para este proyecto, y eso los hace iguales, los unifica: tocar y llevar su mensaje hasta donde más se pueda. Incluso, un poco más.
Luego, percibí que las preguntas estaban de más. Ya tenía el foco de atención en otra cosa. Mi interés estaba ahora en estudiar cómo hablaban entre ellos, cómo compartían lo vivido de una jornada de un jueves cualquiera con un inmenso frío; en cómo preparaban y se entusiasmaban con la nueva fecha en la que se van a presentar, pero por sobre todas las cosas, en cómo se complementaban con sus instrumentos. Ese es el lugar en el que mejor se entienden. Basta que alguien choque los palillos, para que otro levante el bajo y le siga la jugada, como si se propusieran a armar una pared en mitad de cancha.
Entonces, suena una base del rock más puro. Luego muta, se le suman las guitarras, la distorsión, el teclado y la percusión. Entonces aparece Tocho, que, al doblar los codos y dejar la cara externa de sus antebrazos ante el público (acción que le permite darle altura a la armónica), deja estampado en el escenario el sello de la banda, su signo icónico, su figura, su logo, que se muestra tatuado en la blanca y dibujada piel del músico. Resalta, entonces, un “72”. Es el “72” de la Circunvalación. Ese es el “72″ que documenta un lugar, una intersección con calle 12. Es Villa Elvira. Es, además, la dirección del rock platense. No toque timbre, en 12 y 72 no hay puertas. Simplemente entre y escuche.
Y de pronto, el cuartito se transforma en un recital, y al “Fino” se le inflan las venas del cogote para escupir los mensajes que tienen en común con el resto de los muchachos. Porque la clave está en lo que se habla, en lo que se dice.
Las Cumparsita habla de revancha, de la revancha de la negra matonga, de la revancha de los barrios marginados, de la revancha de la noche y de la realidad, pero por sobre todas las cosas, habla del misterio de la existencia, del misterio de los barrios, del MISTERIO DE LO SENCILLO.
Y si el barrio no es el lugar en el que se crea esa magia del “misterio de lo sencillo” y si no es “La Cumparsita” la reencarnación musical de la ciudad de La Plata, será entonces que quien escribe no ha entendido nada de la vida.
“La Cumparsita Rock 72”, se va a estar presentando el próximo 29 de Junio en “El Teatro” de Flores. El Rock Platense crece y lleva sus mensajes a recorrer la provincia.