Las hay en el Caribe, en la Polinesia, en el Pacífico, y en tantos otros puntitos terrestres del planeta que sean abrazados por millones de litros de agua. Por supuesto, en la región La Plata, también las hay.

Es la Isla Santiago, un exquisito combinado de juncos y cañaverales, de nidos de pájaros cantores, de gigantescos árboles despeinados, de exuberantes frutos rojizos y amarillentos, de aires perfumados con esencia de río, de arenas húmedas y deslizantes, de altos pastizales que cosquillean con víboras y nutrias, del más ruidoso de los silencios de la naturaleza.

Todo eso forma parte de un mismo ecosistema, de una pequeña población de hombres, animales y plantas que son testigos de los más bellos atardeceres de la región.

Poner la pava una tarde cualquiera, cargar el termo, comprar unos bizcochitos en el camino y subirse a una bici, o a un auto, o a un colectivo de la línea 275, y animarse a conocer y a cruzar esos 7 kilómetros que, puente de por medio, separan a la Isla de la orilla continental de la localidad de Ensenada, es la recomendación de #TeMuestroLaPlata.

Cuentan los más viejos, que hace muchos años, la gran Isla Santiago fue separada en dos, a pico y pala, siendo que el hombre se había topado con la necesidad de construir un canal que permitiese la funcionalidad de un puerto en la región.

Así, entonces, la isla quedó dividida. Actualmente, se llama Paulino a la que descansa frente a las costas de la magnífica ciudad de Berisso.

Recorrer la zona poblada de la Isla Santiago es transitar por un pequeño laberinto de senderos que son escoltados por enormes ligustrinas. Muchas de ellas esconden, por detrás, a las viviendas de las más de 300 personas que habitan la Isla.

Son casas de madera y chapa, elevadas, casi todas, a un par de metros del suelo, en resguardo de las inminentes crecidas del Río de La Plata.

Si uno la visita en el horario de la siesta, podrá notar que el pequeño pueblo isleño se caracteriza por evitar el ruido de los hombres y resaltar el de la naturaleza.

Entonces, podrá escuchar el orilleo del Río, el pisoteo de las gallinas en los charcos de barro, el aleteo de los cardenales y de las calandrias. Porque la Isla Santiago no es sólo una isla en términos geográficos, también lo es en lo social. Aquí no hay oficinas ni supermercados, ni estaciones de servicio, ni gente corriendo por las calles.

Al atardecer, la isla pareciera acunar a los anaranjados y encendidos rayos del Dios Sol y recargarlos de potencia bestial al hacerlos chocar contra las chapas linderas de sus coloridas viviendas, que nada tienen que envidiarles a las postales de Caminito, en el barrio porteño de La Boca.

En esta zona de la región, la selva marginal se muestra inmensa, y a más de un aventurero se le han erizado los pelos al reconocer los bajos y escurridizos movimientos en los pastizales, porque la Isla Santiago se muestra naturalmente pura, peligrosamente natural, algo así como los escenarios que dan vida a los cuentos de Horacio Quiroga.

Cómo llegar a la Isla Santiago

SI USTED VIENE DESDE LA CIUDAD DE LA PLATA, llegando a la rotonda de 32 y 120, puede tomar el Camino Rivadavia hacia Ensenada. Aproximadamente a los 5 kilómetros, y ya estando en el casco urbano de la ciudad, debe girar hacia la izquierda en la Avenida Bossinga (que es el camino que se dirige hacia Punta Lara, y que más adelante toma el nombre de Camino Costanera Almirante Brown. A los 3,5 kilómetros (usted a esa altura pasó el acceso al Club Regatas y al Museo del Fuerte Barragán) se encontrará, hacia su derecha, con un camino que se dirige hacia la Escuela Naval. Ese mismo es el que le posibilitará ir por tierra hasta la pequeña población de la Isla Santiago, luego de recorrer unos 7 kilómetros.

SI USTED VIENE DESDE CAPITAL FEDERAL, debe bajar en la Autopista Buenos Aires-La Plata, que desemboca en la rotonda de 32 y 120. Luego, debe seguir los pasos anteriormente explicados.

SI USTED VIAJA EN COLECTIVO, la línea 275 es la que tiene acceso a la Isla.

 

Hasta luego.