No Te Va Gustar recordó el peor momento de la historia de La Plata

#TeMuestroLaPlata

DSC04135

Este lunes, codo a codo estuvieron en el podio de comentarios de oficina, el clásico platense, que terminó ganando ayer el pincha por la mínima diferencia, y el recital de No Te Va Gustar, del último sábado, en el Estadio Ciudad de La Plata.

Es que pocas bandas pueden dejar tan felices y satisfechos a sus seguidores como este grupo de músicos uruguayos a los que, simplemente, les alcanzó, para hacer un épico espectáculo, el mantener desde lo organizativo algunas características que con el crecimiento de la masividad suelen los artistas perder: puntualidad, originalidad y humildad.

DSC04134

No Te Va Gustar tiene ese monstruo de barrio arrasador de no creerse nunca el estrellato pese a la fama alcanzada, porque entienden, desde las profundidades del océano exitoso que los abraza, que ninguna varita mágica los ha tocado para llegar a esto. Más bien, revelan sus acciones, que fue la impronta incisiva de años de trabajo la cosecha de su presente. A diferencia de otros tantos, los No Te Va Gustar no compraron la casa hecha, la construyeron ladrillo a ladrillo, y, eso, siempre marca una diferencia.

Emiliano Brancciari, cantante y líder de la banda, no se cansó de recordarlo así. Hizo presente en varias oportunidades la reconstrucción totalizadora de su paso por la ciudad de La Plata, que comenzó allá por el año 2004, cuando tocaron por vez primera en un pequeño bar de calle 8.
Es que la ciudad de La Plata tiene esa magia de poder alzar en gloria a las bandas que dicen algo, que cuentan historias comunes de gente común, que saben ser fanáticos incondicionales de sus seguidores y que logran manifestar esa relación dialéctica en el fogón de sus canciones. Nadie pone en discusión que un gran porcentaje del cuerpo exitoso de No Te Va Gustar tiene sus raíces en la ciudad capital de la Provincia de Buenos Aires.

DSC04141

No había pasado ni la mitad del recital cuando el cuerpo entero de los músicos se hizo invisible ante el arcoíris de luces que se proyectaba contra la fachada de sus cuerpos, erguidos como pequeños alfiles ante la inmensidad del escenario, ubicado en uno de los laterales del gigantesco Estadio, en ese mismo lugar por el que trabaja el carrilero izquierdo que ataca hacia la avenida 32 cuando hay fútbol en vez de música. Antes de despertar el murmullo de los espectadores, los ingeniosos músicos, arquitectos de su propia realidad, se mostraron a la luz de la inmensa luna que regaló la noche del sábado, justo en ese lugar donde nadie esperó encontrárselos: en un pequeño escenario improvisado a poca altura del centro-corazón del campo de juego, justo ahí donde se da el pitazo inicial y donde el sábado se ubicaba tranquila la torre de iluminación del espectáculo.

DSC04167
Allí tocaron algunos temas, en estilo acústico, haciendo reducir el inmenso Estadio Ciudad de La Plata al tamaño de un estudio de televisión, o al de una pequeña sala de ensayo, o al del living-comedor de un pequeño departamento.

Fue ese, quizá, uno de los acercamientos más trascendentales de la historia de las bandas de rock con su pueblo militante. Porque no había necesidad de estar ahí, en medio de todos, pero ellos la inventaron.

Emotivo momento de la noche, porque tocó las arterias sensibles de un grupo de miles de personas que aún no se recuperan de los trastornos producidos al escuchar un trueno, una tarde de lluvia, fue ese en el que los No Te Va Gustar recordaron lo que fue, tal vez, el episodio más dramático de la historia de los platenses: “El año pasado, cuando estábamos presentando este disco acá en Argentina, en Costanera Sur, acá en La Plata la estaban pasando muy mal y realmente nos sensibilizó el tema porque es una ciudad que queremos mucho”.

DSC04144

Los No Te Va Gustar dieron cátedra de cómo cumplir las expectativas de los que van siempre, de esos que los siguen en La Plata desde el 2004, y de cómo hacer caer en el encanto a las miles de familias que se acercaron al Estadio Ciudad de La Plata eligiendo a ese evento como el momento del fin de semana para disfrutar con sus hijos, con sus padres, con sus hermanos, amigos, novias, novios, o, simplemente, consigo mismo, como lo hizo un treintañero que, cuero al aire, bailó toda la noche en una de las esquinas del campo de juego, haciendo divertir a la popular Sur, buscando en ese torpe movimiento de caderas la eternidad de un sentimiento que lo llenaba como tal vez nunca nada lo había llenado en su vida, o, tal vez, como si todo lo que lo hubiera llenado estuviese resumido ahí, en esas canciones que lo hacían sentirse vivo.

DSC04127