8766 horas

#TeMuestroLaPlata

Un fin de semana largo. Un nuevo aniversario de Malvinas. Doscientos mililitros de agua que cayeron en menos de tres horas. Una persona que deja su casa. Toneladas de colchones, miles de frazadas. Miles de kilos de barro alfombrando miles de veredas. Una madre llorando. Miles de madres llorando. Un perro aplastado por un auto. Setenta mil viviendas inundadas. Una planta de coke prendida fuego. Una familia durmiendo en el techo de la casa de un vecino.

Quinientos millones de pesos en pérdidas. Una rata flotando en la bacha de una cocina. Ochenta y nueve personas muertas. Cincuenta mil dólares donados por el Papa. Toneladas de alimentos llegados por la Autopista. Un recital para juntar bidones de lavandina. Una Facultad sede neurológica de la movilización solidaria. Una de cada cuatro casas destruidas. Mil efectivos de la Gendarmería Nacional. Un 911. Doscientos mil afectados. Una docena de mentiras. Una Ley, la 11.340, decreto 486/08. Un teléfono sin señal, una persona que no responde, un desaparecido más por la inundación. 8766 horas de tragedia.

DibujoResponsabilidad social, sí. Responsabilidad política, mucha. Mucha. Contaminación. Infraestructura. Educación. Corrupción. El papel de un caramelo en el piso. El papel de una lista en las urnas. La inmensidad indescifrable de la naturaleza. La subestimación sobre el misterio del Universo. La alucinación todopoderosa del hombre. La especulación. El capitalismo. La edificación. El más, más y más.

Un Club de Barrio de Tolosa que hace de campamento de guerra. Una vieja que se quedó muda para siempre. Un montón de oficinistas superhéroes. Un colectivo-lancha. Un bote cruzando la Avenida 32. Un semáforo que perdió altura, una ventana que pasó a ser puerta, una raya negra que marcó a todas las casas sin discriminar clases sociales, ni barrios coquetos, ni arreglos políticos.

Solamente en la tragedia notamos nuestra verdadera fuerza. Jamás nos supimos capaces de alzar en brazos a personas más pesadas que nosotros, ni mover un auto sepultado en el barro para liberar la pata de un perro.

Jamás, en otras situaciones, pudimos levantar tres colchones al hombro con la mano izquierda y un bidón de cuatro litros con la derecha. Jamás habíamos notado lo poco que nos importaba estar sucios, lo poco que nos incomodaba sentarnos a cagar en un balde.

Jamás nos habían molestado tan poco las ampollas, jamás habíamos creído que el vecino que vive antes de llegar a la esquina nos iba a dar cabida en su terraza. Lo creíamos una persona horrible porque no saludaba y tenía un auto caro. Jamás antes habíamos entendido eso que dicen de la fuerza sobrenatural, porque nunca habíamos estado tan indefensos ni tan desesperados.

Jamás habíamos sentido lástima social, porque no era llorar por uno, ni por otro, era llorar por todos. Jamás habíamos visto vomitar a nuestros tíos, jamás habíamos visto el cielo universal tan oscuro. Era negro coke, era humo, eran nubes de un producto espeso que bajaban hasta las paredes para quedarse ahí, tatuando nuestra desgracia. Jamás vamos a olvidar estas últimas 8766 horas. Las contamos una por una. Sabemos cuántas veces llovió desde la primera.

 

(Esta publicación no lleva imágenes porque nada de lo que se muestre va a poder acercarse a la realidad).