Por: Juan Chiramberro
Si es verdad que cada pueblo aprende de sus propias tragedias, La Plata se estaría graduando en eso que trata de extenderle la mano a un otro.
La inundación de Abril de 2013 ha registrado un circuito de movilidad solidaria con pocos precedentes en la historia argentina. Este último fin de semana, en la Plaza Islas Malvinas de la fantástica y misteriosa ciudad de las diagonales, se demostró una vez más que la solidaridad no es una moda, sino, más bien, uno de esos sentidos innatos que deben desarrollarse, como virtud, como habilidad propia del ser humano.
Es que el Hospital Sor María Ludovica, conocido popularmente como el Hospital de Niños, siempre fue uno de los máximos orgullos de la capital de la Provincia de Buenos Aires y, en estos últimos años, la viene luchando para sobrevivir, como todo, como todos.
Se sabe que cientos de niños y adolescentes, de toda la Provincia, entran y salen por día desde la puerta principal del histórico edificio ubicado en calle 14. Todo tipo de atenciones, dolencias y tratamientos de salud específicos son derivados al Hospital de Niños por las más diversas exigencias de los pediatras. Toda persona nacida en la región La Plata, alguna vez, tuvo la gracia y desgracia de entrar al Hospital, toda persona nacida en La Plata sabe de qué se trata esto. Por eso, mirar para el costado es desentenderse de la realidad que lo rodea, o, a lo que es peor, es esquivarla.
El Sor María Ludovica pide a gritos más recursos, pide más atención, paradójicamente, para brindar más atención. Fue entonces que, ayer, más de diez mil personas atendieron uno de esos teléfonos y se autoconvocaron en la Plaza Islas Malvinas para participar del consumo de más de ocho mil porciones de arroz con pollo que fue guisado en un disco, gigantesco plato volador, por el chef Alejandro Oliveto, conocedor del campo gastronómico en esto de reescribir el Guinness de los Récords. Dicen que en Entre Ríos ya había experimentado el plato, pero para seis mil personas. Esta vez, la recaudación, a 30 pesos la porción en una venta tope de ocho mil platos entre los que se repartieron más de 500 kilos de pollo y 500 kilos de arroz, superó los 250 mil pesos y, La Plata, se alzó de nuevo no sólo con ese hecho anecdótico de haber entrado en la historia grande de un libro, sino que, además, se volvió a demostrar a sí misma que la única garantía de supervivencia está en el mismísimo empuje de sus vecinos.
Dicen, desde el Hospital, que con lo recaudado se buscará comprar dos respiradores para el sector de Neonatología. Es que un hecho solidario debe, necesariamente, ser la garantía a la vida y es aquí, entonces, donde todo empieza, donde sigue naciendo eso que debe seguir cambiando. Aplausos por el logro, entendiendo por “aplausos” no el concepto festivo de la palabra, sino a ese que se usa para alentar, para tirar hacia adelante hasta lograr el objetivo, porque se trata de llegar a los objetivos. Nada menos, que porque de eso está hecho un hospital y porque 250 mil pesos aún no salvan la cosa, pero la empiezan a salvar, no los 250 mil pesos, sino todo lo demás.