La vuelta de un grande: el Maracanã

#TeMuestroRío

Ayer estuve en la reapertura del Maracanã, donde se jugó el “amistoso” entre Brasil e Inglaterra. El estadio parecía una torta de comunión, con las gradas llenas de brasileños de amarillo y una porción pequeñita de ingleses de blanco. El partido terminó en empate 2-2, para frustración de los brasileños que al parecer hace milenios que no le ganan a una selección importante.

No soy para nada futbolera (este era mi primer partido importante, no creo que el Deportivo General Roca se pueda comparar), pero lo cierto es que estar en el campo del Maracanã fue una experiencia estupenda. Es un estadio inmenso, abrumador, cargado de energía y alegría. Brasil encapsulado. Estuve leyendo sobre el estadio antes de ir y estando en la cancha no dejé de preguntarme todo el tiempo cómo debió de ser el maracanazo y ese silencio lapidario de más de 200.000 personas en la final del Mundial 1950 cuando Uruguay les ganó 1-2.

Me reía internamente viendo a los fotógrafos de todas partes del mundo con sus objetivos King size preguntándome cómo habrían hecho si hubieran estado en el ’69 cuando, después de que Pelé marcara el gol número 1000 de su carrera, seguidores y fotógrafos pararon el partido al invadir la cancha.

La mala onda entre los dos equipos era palpable. Ni me imagino lo que debe ser un Argentina-Inglaterra. O quizás desde el campo se ve de otra manera pero vi empujones, escupitajos e insultos llenos de desprecio como si estuvieran ya en la semifinal del Mundial. Los seguidores ingleses intentaban animar a su equipo con canciones sobre el honor de la Reina y la sangre derramada en Hastings, mientras que los brasileños coreaban amorosos “Eu sou brasileiro, com muito orgulho e com muito amor”.

Justo estuve situada donde la tribuna brasileña tocaba la inglesa y presenciar goles ahí fue genial. Si metía gol Brasil, los ingleses con cara de “no queda té”. Si marcaba Inglaterra, los brasileños como si “han prohibido el carnaval”. Pero cuando metían goles sus respectivos equipos la explosión de alegría era alucinante.

Al estadio le faltaban un par de retoques pero, en general, bastante bien. Para el Mundial va a estar pipí cucú. La organización…bien carioca, no diré más. Lo cierto es que el estadio es tan lindo y el ambiente tan agradable que un baño sin puerta, un cable pelado o una organizadora que no sabe por dónde se entra a la tribuna no hacen la diferencia.

Desde mi ignorancia creo que Neymar jugó muy bien en el primer tiempo, pero en el segundo le habría venido muy bien una barrita energética. Aún así, todas las pendejitas del estadio le animaban con carteles y cánticos, e incluso la organización del Maracanã repartía gorras con una cresta mohawk en referencia a las greñas del paulista fashion.

Fred -que es muy simpático y al que he visto varias veces jugar al futevolei en Ipanema-, marcó el primer gol de Brasil y parece que va a ser el alma del equipo en el Mundial.