Yo voto por el vino argentino

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Vino argentinoDurante la Fiesta Nacional de la Vendimia, como ya es costumbre, se celebró el desayuno de la Corporación Vitivinícola Argentina (Co.Vi.Ar), la entidad que representa al vino argentino con mayor peso político.
Allí concurrió por primera vez un presidente de la Nación. Sí, se hizo presente Cristina Fernández de Kirchner para llevarse las miradas y la atención de todos. Se trató de un acto que, en lugar de ser analítico, terminó siendo político. Sin embargo, me sirvió de mucho, justo a mí que la política no me llega, porque pude ver las expresiones de los funcionarios, escuchar atentamente a los directivos a cargo e intercambiar opiniones, antes y después, con los principales referentes, allí en el patio del Park Hyatt de Mendoza.
El evento, además, sirvió para presentar en sociedad el nuevo logo de “Vino Argentino Bebida Nacional”, el cual –dicho sea de paso– ya cosechó bastantes críticas, las cuales respeto, pero no comparto, porque el solo hecho de pensar que ese logo podría no existir o, peor aún, estar dedicado a otro producto, me lleva a valorarlo, a mirar siempre la copa medio llena. Con la misma visión analizo los dichos que se enunciaron ese día; aunque estuvieron claramente teñidos por objetivos políticos, típicos de un año electoral, hay que ser necio para negar los avances que entre todos los que estamos en el vino hemos logrado en los últimos años.
Claro que este análisis puede costarles mucho menos a los que tienen vocación política: los que están a favor porque maximizarían todos los logros y los que están en contra porque buscarían cualquier excusa para opacarlos. Sin embargo, yo no estoy ni de parte de unos ni de otros porque a mí me mueve el vino y no la política de turno que lo rodea. Creo en las personas que lo defienden como yo, sean bodegueros, enólogos, agrónomos o funcionarios públicos. Es por eso que al escuchar “vitivinicultura inclusiva” –esta última palabra muy usada en los discursos K– entiendo el concepto y lo compruebo a través del auge que están teniendo los pequeños productores, uno de los sellos distintivos de nuestra industria y que es capaz de mantener vivas las llamas de la diversidad. O cuando Cristina pone mucho énfasis en el aspecto tecnológico del vino comparándolo con otros productos, me viene a la cabeza la maquinaria, las técnicas y las investigaciones que se están llevando a cabo diariamente en las principales bodegas argentinas.
Escuchar a la Presidenta decir que “el vino argentino es portador de cultura” me llena de orgullo porque significa que, para este gobierno, esta noble bebida tiene peso de política de Estado, más allá de que sólo represente el 1% del total de las exportaciones nacionales, ya que su aporte a la imagen país pesa mucho más que la de cualquiera de los commodities más vendidos fronteras afuera y, por lo tanto, desde la Rosada le están dando la importancia que se merece sin que tenga impacto lo que indican los fríos números.
Sin embargo, el consumo interno per cápita sigue cayendo. Y aunque el futuro del negocio puede estar en los mercados internacionales –tal como asegura Alberto Arizu (h), presidente de Wines of Argentina, entidad responsable del 98,5% de las exportaciones vínicas–, debemos defender nuestra gran condición de consumidores. Nuestro mercado interno es muy fuerte: tiene arraigadas las costumbres del vino y sus convicciones son sólidas. Eso sí, quizás necesita que la industria lo reconozca como aliado porque si hay algo que nos hace diferente a los argentinos, es nuestra cultura de consumo.
Yo apoyo esta movida que trasciende el kirchnerismo porque es de todos nosotros, sin importar la bandera política. Por eso, yo voto por el vino argentino.