Por: Fabricio Portelli
Pocos conocieron a Catherine Péré Vergé en persona, sin embargo son muchos los que la pudieron apreciar a través de sus vinos. Y digo esto porque todos sus vinos argentinos, elaborados por Marcelo Pelleriti en Bodega Monteviejo, poseen la energía, la fuerza y la firmeza que ella demostraba en cada acto. Pero también con elegancia, la misma de una mujer refinada y con mucho mundo.
Catherine se fue; el pasado 5 de abril nos dejó. Y a mi, como imagino que a muchos amantes del vino, me llenó de tristeza. En lo personal, porque fue una madre vínica. Una mujer que se preocupó siempre porque yo deguste y aprenda. No sólo aquí, sino principalmente en Francia. Siempre se ocupó de que yo pudiera viajar a la cuna del vino, y conociera de ceca el concepto de terroir. Pero también se esmeró por presentarme a los máximos referentes del mundo del vino. Gran parte de mi relación con Michel Rolland se la debo a ella. Fui su compañero en la Fete de la Fleur 2007, la cena de gala que se hace en Vinexpo (la exposición de vinos más grande del mundo) y que reúne a más de 1500 de los principales protagonistas de la industria. Por ella recorrí Pomerol y fui recibido en cada Chateau como si fuese de Wine Spectator y no de El Conocedor. Y hace dos años viaje a Burdeos para degustar en los En Primeur, de la mano de Bernard Burtschy, el crítico número uno francés. Siempre atenta hasta el mas mínimo detalle. Raro en una mujer con tantas ocupaciones. Nunca voy a saber el por qué de tan buen trato. Yo no era de su familia, ni tampoco trabajaba con ella, sin embargo siempre me trató como uno de los suyos.
Y en lo profesional, siento que se fue una de las mujeres que más hizo por el vino argentino. Porque ella, con su fortuna y sus chateaux franceses (La Violette, Le Gay, Montviel, etc.) podría haber invertido en cualquier lugar del mundo. Sin embargo fue la gran impulsora del Clos de los Siete, la primera en levantar una bodega allí; y sin dudas, la más activa de los franceses allí reunidos. Viajaba varias veces al año. No se perdía detalle. Todos la van a recordar con su gran generosidad, aunque envuelta siempre en esa armadura de hierro. Un carácter firme que le permitió vivir con gran intensidad 74 años. Sobrevivir a una guerra mundial, convivir con la radiación de Chernobyl, y quien sabe uno cuantas cosas más. Enviudó y quedó al mando de una de las cristalerías más grandes del mundo, Cristal d’Arques. Crió a cuatro hijos, que le dieron nueve nietos, y a todos los hizo trabajar en la cosecha y les inculcó su pasión por la tierra y sus vides. Su color preferido era el violeta, y por eso Ch La Violette, y Lindaflor La Violeta son su máxima expresión vínica. Su obsesión por la calidad le regalo un merecido premio de despedida. Los 100 puntos de Robert Parker Jr. Para Ch La Violette y los 99 para Ch Le Gay, ambos de la cosecha 2010.
Desde acá es muy difícil saber si se fue contenta y feliz por sus logros y por su legado. Lo que sí es innegable que; a nosotros, los amantes del buen vino; nos ha dejado un tesoro inagotable y eterno; sus vides plantadas y un gran equipo ahora liderado por su hijo Henry y Marcelo Pelleriti, al mando de Vignobles Péré-Vergé (http://www.monteviejo.com), que seguirá traduciendo en vinos únicos tanta pasión y tanto esfuerzo. Y estará en nosotros mantenerla viva, en nuestras copas. Brindo por la dama de hierro. Catherine ha hecho historia estando viva… hoy comienza su leyenda.