Serbia y la fábrica de los opuestos

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Es el rol que más complica a la Argentina. Históricamente, nuestro país siempre “sufrió” la falta de continuidad de un opuesto que cargue con toda la responsabilidad de la ofensiva, los últimos dos referentes en esa posición son Raúl Quiroga y Marcos Milinkovic. Desde el blondo del partido de San Martín que a la Selección le ha costado encontrar un sucesor. Han pasado nombres, algunos han jugado más, otros menos, pero lo cierto es lamentablemente ninguno pudo consolidarse. Los jugadores se han prestado siempre a la ilusión, Nacho Cuminetti, Darraidou, Marcos Domínguez, Lucas Chávez, Martín Hernández, Guillermo García, Gustavo Scholtis o Federico Pereyra para nombrar algunos casos de excelentes opuestos que por causas propias o ajenas no pudieron establecerse como herederos de Marcos, sin contar aquellos que desde selecciones inferiores hicieron un gran trabajo pero que por lesiones no pudieron continuar avanzando como el caso de Patricio Vera o Pablo Hruby. Bueno, en Serbia ocurre lo contrario, parece que así como Willy Wonka tenía una fábrica de chocolates, ellos tienen una de opuestos:

Ivan Miljković, “el terrible”

Allá por el año 1996, en Atlanta comenzó a generarse una época dorada para el voley balcánico. Una histórica medalla de bronce en los JJOO llevados a cabo en Estados Unidos empezaba a alimentar la continua cosecha, un subcampeonato en el Mundial de Japón 1998 (que a su vez significó el final de la Italia ganadora de todo) fue la antesala del punto máximo del voley serbio en toda su historia: el Oro olímpico en Sidney 2000 (bajo el nombre de la extinta Yugoslavia). Precisamente en este certamen un pequeño de 21 años se alzaba como figura, Ivan Miljković. Si me preguntan a mi, diría que desde el 2002 hasta el 2007, Brasil tuvo el mejor equipo del mundo, pero literalmente, ¡eh! Cada uno en su puesto era el mejor (en otro post voy a dedicarme de lleno al equipo de Bernardinho) salvo el opuesto, sin desmerecer al talentosísimo André Nascimento, Miljković era el que rompía con esa hegemonía.

Cuando uno piensa en un opuesto, Ivan “el terrible” es el prototipo ideal: 2.06 m y casi 90 kg de pura fibra, saque demoledor, bloqueo como una bestia y todos los golpes, ya sea diagonal, paralela, etc. El mejor, y uno de los mejores opuestos que he visto en toda mi vida. Obviamente, hoy tiene ya 33, se retiró de la Selección y su nivel no es el mismo que el de hace 10 años. Sin embargo, hoy la posta la tiene otro purrete de 21 años.

Aleksandar Atanasijević le ganó la carrera por el puesto al zurdo Saša Starović. Pero la diferencia con respecto a Argentina (y a varios países en el mundo) radica en que el primero es categoría ’91 y el otro es ’88. Es decir, Serbia tiene, mínimo, dos JJOO y dos mundiales con dos opuestos de primer nivel mundial. A sus 21 años, Atanasijević se destaca como figura en el Belchatów de Polonia (uno de los equipos más poderosos del planeta) y todo parece indicar que nadie lo va a mover de allí y muchísimo menos de la selección. Si bien en cualquier equipo y más a un nivel de elite como este, todas las posiciones son claves, asegurarse dos opuestos de acá a diez años es envidiable y sobre todo de este calibre. Cualquiera de ustedes que los haya visto jugar, sobre todo al muchacho que juega en Polonia, sabrá de lo que estoy hablando. En nuestro país, en cambio, es una piedra en el zapato, tal vez con la intromisión de Milinkovic en el cuerpo técnico (si así se confirma) se pueda pulir y trabajar en este rubro fundamental para estar entre los cuatro mejores equipos del mundo. Si ustedes piensan, se darán cuenta de la preponderancia que deben tener estos jugadores en cualquier equipo, por el porcentaje de pelotas que reciben por partido, por la importancia que tienen esas jugadas, porque cada vez se busca jugar más fuerte, más alto y más rápido.

Allí está Serbia, una Selección que de a poco comienza su recambio generacional, le va a costar muchísimo seguramente, aunque tengan en su haber a los campeones mundiales menores de 2011. Lo cierto, es que a los artilleros ya los tienen. ¿La receta? ¿Cómo se hace? Preguntarán algunos, receta no existe, al trabajo diario, la perseverancia y la tenacidad hay que sumarle dos componentes decisivos: el primero es el que concierne a la fisonomía y el otro al talento, dos cosas innatas.