Por: Alejo Bernasconi
El domingo 12 de mayo de 2013 puede quedar en la historia moderna de nuestro voley (junto al 27 de septiembre de 2000, sin duda). Mejor dicho, quedará en la historia. Mientras el armador Luciano De Cecco conducía al Piacenza a un tremendo subcampeonato italiano, UPCN se consagraba campeón sudamericano por primera vez en su historia.
Así como hice con el comentario del tricampeonato del conjunto sanjuanino, lo mismo haré en este post. No quiero caer en crónicas de ambos partidos, sino realizar una suerte de análisis de las distintas situaciones, como ya saben y describe la bio, esto no es, ni intenta ser, periodismo de voley.
UPCN sigue demostrando que es un equipo con todas las letras. Sin nombres rutilantes, sin un jugador que gane un partido solito, con una distribución eficaz, justa y necesaria, los cóndores se perfilan para ser el Bolívar de la nueva era. Como dijo su entrenador Fabián Armoa, “ganar el Sudamericano es como salir campeón de la Libertadores” y bien que es así. El torneo comenzó con el pie izquierdo ante Minas de Brasil, organizador de la competencia y acreedor de la otra plaza verdeamarelha. Luego de superar al Peerless de Perú, llegó la semi ante Buenos Aires Unidos en lo que fue una reedición de la final de la Liga 12/13. Tras un durísimo partido y con el pase al encuentro decisivo frente a Minas (que había dejado afuera al último campeón brasilero, RJX, con figuras tales como Bruninho, Dante y Lucas), todo estaba dado para que haya revancha. Así ocurrió. Hoy, Argentina goza de un nuevo campeón sudamericano: UPCN se suma a GEBA, Ferro, Rojas Scholem y Bolívar. A fines de este año, se verá las caras en Dubai contra el mejor, el segundo y el tercero de Europa, el organizador, el campeón de África, el de Asia y un representativo de la NORCECA. El objetivo ya se cumplió, pero está claro que para estos muchachos nada es imposible.
La historia de Luciano De Cecco en Italia es distinta pero igual de heroica. El joven levantador fue uno de los grandes artífices del subcampeonato en la A1 de Italia. Para que se sepa, Italia tiene históricamente la mejor liga de voley, puede ser comparada con la NBA o el torneo holandés de hockey, de todas formas, actualmente la Liga rusa, la polaca y la brasilera se le están acercando en nivel. Llevó al Piacenza a una final impensada ante el último multicampeón del planeta, Trento, con leyendas en cancha como Samuele Papi (en mi opinión, uno de los 5 mejores receptores de la década de los ’90), experimentados como Hristo Zlatanov y enormes talentos como Robertlandy Simon, Fei y Maxwell Holt. Tal vez no tengan la dimensión de lo difícil que es llegar a competir por un scudetto con puntas de más de 35 años (Papi –> 39 – Zlatanov –> 37), teniendo en cuenta el enorme porcentaje de pelotas que reciben por partido, el soportar temporadas largas y el competir contra jugadores que rozan los 28 años como Juantorena o Kasziski. Tremendo mérito el de Cachete, quien, para mí, es uno de los tres mejores en todo el mundo en su puesto. El proyecto que en 2006 estuvo al frente de Argentina con 18 años en una de las peores actuaciones de la Selección, ya es una realidad. Con, mínimo, 15 años más de carrera, se codea con la élite, lo quieren los clubes más poderosos y Javier Weber tiene la suerte que haya nacido acá. Claro que le falta mejorar muchísimo en varios aspectos, pero, ¿quién no ha querido jugar una final en el mejor torneo de voley en el mundo a los 24 años? No queda más que disfrutarlo.
El voley de este país está pasando por su mejor momento desde hace mucho tiempo. El crecimiento de Internet, las redes sociales, el talento de los jugadores y la, cada vez mayor, exposición mediática lo generan. Hoy, estamos a tan sólo un click de ver un partido de la Liga rusa, polaca, griega, italiana, turca, la final del Mundial de Clubes o cualquier otra competencia. Años atrás teníamos que esperar a que algún medio publicase un párrafo dedicado a los campeonatos de la Sisley Treviso, por ejemplo. Puede ser un arma de doble filo, también, como todo. Lo mismo me ocurre con la indumentaria. Hoy, cualquier “cuatro de copas” tiene pilcha Asics, Olympikus o Mizuno, cuando en los ’90, por ejemplo, aquellos que calzaban esas zapatillas y usaban esos buzos, eran los afortunados que estaban en la Selección, jugaban en el exterior, o se hacían 3 horas de colectivo para ir a las fábricas de los vendedores locales de dichas marcas. Uno al verlos llegar al gimnasio decía ”puta, este seguro que la mueve, cagamos” (perdón, pero en algún momento tenía que decirlo), pero ese es otro tema, ¡ja!