Por: Ignacio Damonte
Miami se volvió a colocar en la cima del básquet de la NBA con una victoria agónica contra San Antonio en el séptimo partido de las finales. El nivel mostrado por ambos equipos durante toda la serie fue de excelencia, dejando momentos imborrables en la retina de la liga norteamericana. El Heat fue quien prevaleció gracias a una defensa excepcional y un LeBron James más dominante que nunca.
Muchos dirán que Miami ganó el campeonato en el sexto juego. Y en parte tendrán razón. Ese triple de Ray Allen con 5 segundos por jugar, luego de la ventaja que tuvo San Antonio fue una daga en el corazón de los Spurs, que se quedaron en las puertas de lograr un quinto título para la franquicia. Ese final épico le dio un coraje inédito al Heat y se envalentonó hasta la victoria.
El séptimo cruce no fue distinto al resto. Ambos equipos demostraron tener un rendimiento de elite. Intercambiaron golpe por golpe y se mantuvieron estoicos hasta el final. Incluso los Spurs contaron con chances importantes de llevarse el partido y ser el primero desde el 78 en ganar un juego 7 como visitante.
La defensa fue el termómetro del partido decisivo. De un lado Miami desarticuló el juego de pared y desmarque entre Duncan y Parker, cortando el circuito ofensivo de San Antonio. El francés apenás anotó 10 puntos en la noche, y no fue el factor que los Spurs necesitan.
Los de Popovich también hicieron bien su trabajo defensivo. En la primera mitad forzaron 8 pérdidas de balón y gracias a los 15 tiros libres que anotaron en esos 24 minutos se mantuvieron en partido. Tenían casi todo controlado hasta que LeBron James se convirtió en el MVP que es para cerrar la serie.
Desde el comienzo LeBron estuvo decidido y su actuación fue clave para el título
La primera mitad, pese a ser muy pareja, pareció dejar mejor parado al Heat. Miami no podía correr porque San Antonio hizo un buen trabajo evitando las pérdidas, pero cada vez que LBJ tenía espacio armaba juego para él y sus compañeros. Uno que lo aprovechó fue Battier, ingrediente decisivo que volcó la balanza en ataque. Terminaría la noche con seis triples, pero los tres que logró en los 24 minutos iniciales lastimaron mucho a los Spurs.
Manu Ginóbili volvió a salir como titular, por tercera vez consecutiva. El argentino venía de 8 pérdidas y su peor partido en los Playoffs en el sexto cruce, por lo que debía recuperarse para bien suyo y del equipo. En los primeros minutos cometió dos faltas, que lo sentaron temprano, pero eso no le impidió tener un buen partido. Se notó que cuando está en cancha enfocado ayuda mucho a San Antonio. Fue él, no Parker, el que tuvo los mejores momentos en ataques combinados con sus compañeros.
Miami seguía muy seguro, sobre todo en defensa. Ya tenían controlados los triples de Green (apenas un gol de campo en toda la noche) y los de Neal (sin espacios para tirar), y el plan era no dejar que Duncan se llene de puntos contra Bosh. El pivot de las Islas Vírgenes tuvo una buena primera parte, aunque sin dominar como lo hizo en el sexto partido. El Heat cubría con eficacia esas dos áreas, lo que maniataba la ofensiva visitante.
Duncan (24) tuvo una buena tarea y junto a Manu (18) y Leonard (19) cargaron la ofensiva
En varios tramos del partido, Chris Andersen entró para potenciar la orientación de la defensiva, que pasó de ser una que anticipaba los pases interfiriendo muchos balones, a sumar fuerza en la pintura, con el “Pájaro” condicionando cada tiro del rival y molestando mucho a Duncan.
En ataque, el Heat seguía dependiendo de lo que puedan hacer James y Wade, sumados a algunos triples de Battier y no mucho más. Si Miami quería ganar, tendría que hacerlo con sus estrellas, porque esa noche el personal de reparto no estuvo a la altura. LeBron cerró con 15 unidades esos dos cuartos, mientras que Dwayne lo hizo con 14, mientras el resto de sus compañeros sólo consiguieron 15 en conjunto. Ray Allen, el héroe del sexto, no anotó en todo el partido.
Si no hubiera sido por una seguidilla de 10 viajes a la línea de libres, quizás San Antonio habría terminado el primer tiempo mucho más retrasado. Los Spurs pusieron rápido sobre el límite de faltas al local, y la orden desde el banco fue atacar la pintura para sacar puntos gratis. Apenas dos sacó de ventaja Miami en una mitad muy cerrada, jugada con dientes apretados y las dos mejores defensas del año. Se estudiaban mucho y no se permitían brillar.
El segundo tiempo comenzó con la misma tónica. Nadie regalaba nada, y los dos vivían de lo que podían darle sus estrellas. De un lado, Duncan era importantísimo para San Antonio. Sin él, los Spurs eran muy débiles en defensa y no tenían referencia en ataque para jugar pick and roll, cortinas para tiradores y juego de adentro hacia fuera.
Parker jugó su peor partido en las Finales: sólo 10 puntos y ninguno en la segunda parte
Miami también sufría la ausencia de algunos jugadores. Bosh, sin ir más lejos, terminó sin puntos en la noche, con apenas 7 rebotes y 5 faltas persinales. LeBron se puso el traje de Superman y dominó. Como en el último partido, el “Rey” acaparó todas las acciones de juego. Reboteó, armó, marcó a Parker y sumó puntos a granel. En esta opotunidad ni Diaw ni Leonard, ni la defensa en conjunto, pudo detenerlo.
Fue tal el modo en que James cambió el partido que hasta ridiculizó el plan de San Antonio. ¿Cómo fue? Popovich tuvo un mantra en estas finales: “pasarle por atrás a las cortinas para LeBron”. De esa forma se evitaba que penetre y lo forzaba a tirar. El mejor de todos le respondió con 6 triples y una efectividad casi perfecta en cada tiro en suspensión que intentó.
Hasta aquí no habiamos mencionado al diamante en bruto que tienen los Spurs, Kawhi Leonard. En la primera mitad ya había logrado 10 rebotes y de a poquito tomaba confianza en ataque. Con 20 años, a punto de cumplir 21, este chico se va haciendo hombre en cada minuto que pasa, en cada pelota. Además de tener la tarea de marcar al mejor del mundo, se las rebusca para anotar. Si no es con el triple en la esquina, lo hace con penetraciones enfáticas o robos y contras solitarias. Con 9 puntos en el tercer cuarto, fue el único que mantuvo en partido a San Antonio en ese período.
En la estrategia y rotación de los entrenadores también estuvo la magia de las Finales. Cuando el momento lo requería, confiazan en sus reservas para darle distintos matices al partido. Popovich lo hizo con Boris Diaw en los últimos tres encuentros de la serie y el séptimo no fue la excepción. El francés volvió a combinarse fenomenalmente con Duncan. Primero sorpredió con un triple tras un rebote y después encontró bien metido en la pintura al pivot para darle la ventaja a los Spurs.
Parker por los aires y la fuerte marca del Heat, un ejemplo de un partido muy cerrado
Si Pop mandaba a cancha a Diaw, Spoelstra respondía con Andersen. El excéntrico jugador era un pilar en la zona interna, por su talla podía defender efectivamente a Duncan y ensuciar la pelea por los rebotes. Sin Bosh (0-5 de tiros), la fuerza física del “Pájaro” era imvalorable.
Manu volvió a ser determinante en San Antonio. Cerró bien el tercer cuarto y sólo había perdido una pelota controlando muy bien la ofensiva. La mancha para su equipo fue la última defensa del período. Se durmieron tras una bandeja perfecta de Manu y permitieron que Chalmers (que aportó 14 puntos muy valiososo) meta un triple de mitad de cancha para el sacarles el liderazgo.
Toda la temporada se ponía en juego en el cuarto final. Y los Spurs salieron muy desconcentrados. En los primeros 11 ataques perdieron el balón en 5 oportunidades y eso es demasiada ventaja para Miami. Restaban 4 minutos y el Heat ganaba por 6, secando la ofensiva de San Antonio.
Luego de ese mal arranque, los Spurs quisieron pegar el último zarpazo. Primero Ginóbili y luego Leonard los pusieron a tiro, pero Miami seguía respondiendo con los triples de Battier. Duncan sacó una falta de la galera tras un tiro en el poste bajo y de repente era un juego de sólo una posesión, en un estadio que rugía.
LeBron, en el centro de la escena, volvió a ser la locomotora del Heat y también fue el MVP
El minuto final fue para el infarto. El mismo Duncan tuvo otro ataque en la pintura. Luego de samarrearse con Battier logró ingresar a la llave, tiró la bandeja corta, erró, intentó colocarla adentro con el rebote ofensivo, pero perdió la oportunidad de igualar el partido. Miami pidió tiempo muerto, con todas las cámaras enfocando la desazón del número 21. Spoelstra le dio el balón a LeBron James para liquidar la historia.
Esos 12 minutos fueron fatídicos para los Spurs. No sólo perdieron 7 pelotas, sino que apenas encestaron 6 tiros de 20 intentos. Parker desapareció, por mala tarea propia y por mérito del manojo de defensores que lo cerraban en cada intento. Así fue imposible vencer al campeón.
Otra vez los cierres de partido mataban a San Antonio. El equipo más experimentado, el que ha estado infinidad de veces en estas situaciones, sucumbió ante la presión. Tuvo tres chances de ser campéon: primero con tres juegos en su casa, luego con la ventaja en el sexto partido y finalmente con el séptimo que se terminó escurriendo entre los dedos.
A partir de ahí, fue tiempo de festejos para toda la Florida. LeBron se coloca su segundo anillo y logra un nuevo MVP de finales para engrandecer su legado. Cuando le pidieron que lleve a los suyos hasta la tierra prometida lo hizo. En el cuarto final del sexto partido su agresividad permitió la levantada y en el séptimo logró otra tarea extraordinaria: 37 puntos, 12 rebotes y más de 50 por ciento de efectividad.
Es el segundo trofeo Larry O’Brien para Miami en tres finales consecutivas (tiene otro en 2006). Este triunfo confirma su nueva dinastía en el básquet de la NBA. Con el mejor del mundo entre sus filas, y la aparición de Wade cuando más se lo necesitaba, sumado a un plantel muy bien armado por el DT, consiguió superar las críticas y expectativas.
Tras una final llena de matices increíbles, Miami venció a Spurs y es campeón (95-88)
San Antonio será colocado injustamente en el puesto perdedor. Tuvo una temporada casi perfecta, batalló contra las lesiones y volvió a demostrar que lo suyo no es vejez, sino veteranía combinada con sabiduría y ganas de triunfar en equipo. Popovich volvió a imprimir su marca a una plantilla muy completa, liderada por un Duncan rejuvenecido, que intentará superarse nuevamente en el año que le queda de contrato. Todo puede ser, pensemos que la temporada pasada fue eliminado en finales del Oeste, hoy está sufriendo una dolorosa derrota en la gran final y quizás el próximo año, retocando algunas cuestiones, pueda dar otro zarpazo. Yo no descartaría a los Spurs.
Han finalizado 8 meses de alta competencia, con unos Playoffs marcados por la emoción y coronados por dos equipos dignos de la gloria. No había mejor manera de cerrar la serie final que con un abrazo entre Duncan y LeBron. Los dos son el ejemplo de perseverancia, honor y básquet de alto nivel competitivo. Uno se fue triste por dejar escapar una oportunidad única, el otro exultante por volver a estar en la cima del deporte mundial.