Por: Nicolás Gilardi
Era uno de esos domingos que iban a quedar en la historia. Para bien o para mal. La Bombonera iba a dar su veredicto. Una vez más.
El equipo llegaba a los tumbos, sin respuestas anímicas ni futbolísticas y en el fondo de la tabla. Y con Carlos Bianchi en el ojo de la tormenta. Algo inédito, impensando tiempo atrás. El Virrey -pese al consejo que Riquelme le dio hace un par de años atrás- decidió dejar el bronce que le guardaba el panteón de héroes boquenses y se “humanizó” nuevamente para asumir su tercer ciclo en el club hace un poco más de un año.
Lo único que pudo hacer el “Virrey” hasta ahora fue encender la ilusión en la Copa Libertadores del año pasado, donde el equipo llegó hasta cuartos de final y, de pasar esa fase, todo hacía suponer que nos esperaba otra final. Luego, solo hubo sinsabores en el certamen local. Encima, los récords negativos eran la contracara de las mieles de los dos ciclos anteriores de Bianchi.
Pero bueno, volvamos al domingo. Lo emocional quedó claro. Aliento incondicional para Bianchi. Al menos de la mayoría de los hinchas. Las internas dirigenciales y algunas declaraciones desafortunadas en las horas previas aportaron más cimbronazos al difícil momento del DT. Se dijo que si Bianchi no veía respuestas del plantel en la cancha o que si se repetía la vergüenza del partido ante Belgrano, daría un paso al costado.
El rival, Estudiantes, llegaba puntero y con puntaje ideal. Aunque, hay que decir que era el líder de un torneo irregular, donde todos ganan y pierden con cualquiera. Ante ese “Pincha”, Boca intentó jugar más con el corazón que con la cabeza. Varios rasparon y corrieron como nunca. Los cambios del final, con el ingreso de tres jugadores con larga inactividad y con la decisión del entrenador de relegar la faz ofensiva (no quedó un solo delantero en cancha), marcaron el momento.
En el segundo tiempo, saltaron desde al banco al campo de juego Riquelme, Perotti y Rivero. Román, casi 100 días sin ponerse la “10″. El “Monito”, que debutaba, se desgarró a mitad de diciembre y no volvió a jugar hasta el domingo. Y el “Burrito” regresó a las canchas después de un año. Así y todo, lejos del fútbol, Boca ganó bien. Claramente, el buen juego iba a quedar para otra oportunidad. Eso marcaba la actualidad, con todos los condimentos mencionados.
Atrás quedaron algunos “borrados”: Zárate, Sánchez Miño y Grana. Si el equipo se acomoda, probablemente vuelvan. Bianchi ya tuvo el respaldo esperado: el del hincha y el de los jugadores. Ahora está en sus manos poder enderezar el rumbo. El sábado hay una gran oportunidad de aprovechar este oxígeno logrado ante Estudiantes. Vélez es un rival de peso. El “Virrey” dejó el pedestal y se “humanizó”, pero el hincha no olvida. De todos modos, él más que nadie sabe cuando le hará “daño” al club. Esas fueron sus palabras.
Bien Orion y Gigliotti enojándose en las declaraciones. “Esto es Boca, hay que ganar”. Muy bien, pero se tienen que enojar también adentro de la cancha. Hasta la próxima.