De la mano de mi vecino Andrés Pecten entro al mercado de capitales

#PHBoedo

El día miércoles me desperté con una tremenda inflamación testicular sin motivo aparente. Me encuentro entonces frente a la famosa disyuntiva de siempre: puedo pedir un turno en el Hospital Italiano y esperar dos meses sentado mientras veo estallar parte de mis órganos reproductores, o puedo… autodiagnosticarme con Google.

Luego de entrar a varios sitios web y constatar la información por medio del método científico, todo indica a las claras que hasta que no cambie el fuelle del inodoro, elimine la gotera, y deje contenta a Sharon, la inflamación no retrocederá.

Si señor. Me encuentro como tantas otras veces en esta epopeya de fontanero amateur, para lo cual cuento siempre con Jorge: el ferretero. Decir que Jorge me hizo hombre no alcanza siquiera para ilustrar la mitad del conocimiento que él me transfirió a lo largo de este año.

Luego de varias idas y venidas, cambio de fuelles que no eran lo suficientemente cortos, largos, anchos o finitos… puedo decir sin miedo a equivocarme que fracasé. Fracasé y terminé con una lumbalgia que lógicamente me tuve que autodiagnosticar, pues no puedo contar para nada con mi obra social, están muy ocupados curando a otra gente.

Mi suegra me recomienda entonces llamar al plomero Monsalve. Al plomero Monsalve lo conozco muy bien, y dada su reputación —que no puedo mencionar sin riesgo de comerme un juicio— lo llamaría únicamente ante un grave caso de inflamación testicular y/o lumbalgia. Entonces lo llamé.

Obviamente no vino, y por estas cosas de la vida, de las necesidades fisiológicas y todo eso, volví a intentar colocar el fuelle, cosa que no sucedió, pero…

Estaba caminando por el pasillo, con el típico hedor de quien intenta infructuosamente reparar un inodoro, y me encuentro con Andrés Pecten.

Viste cuando vos sabés que desprendés algún tipo de olor, pero no sabés bien si los demás también lo huelen. Estaba tratando de resolver esta ecuación matemática que indica a cuántos centímetros de mi cuerpo puedo ser olido con precisión, pero por suerte Andrés Pecten rompe el hielo y dice:

—Tenés un olor particular, ¿no?

Andrés Pecten es un yuppie de la city porteña. Dice trabajar en el mundo de la bolsa, las operaciones financieras, y todo eso. Le expliqué la situación, se mostró lo suficientemente empático como para tocarme el hombro a pesar de mi estado y hacer una mueca de lástima, pero no tan empático como para ofrecer su ayuda. De cualquier modo dijo:

—Te estaba buscando porque tengo un negocio que te puede interesar.

Por un lado… yo no quería dar la imagen de un hombre con el sí fácil, regalado, ansioso por entrar a cualquier empresa que le propusieran. Por el otro, hay que reconocer que con un fuelle en la mano y fuerte olor a caca… hacerme el difícil podía ser una estrategia demasiado audaz.

Quedamos entonces en que el jueves lo iba a ir a visitar a su oficina del centro.

Llego el jueves a las 10 AM, completamente perfumado con una colonia barata que uso solo en ciertas ocasiones. Me abre la puerta un obeso con auriculares y me hace pasar.

Puedo no saber cambiar un fuelle, pero sé muy bien que en un mundo sofisticado tengo que parecer sofisticado. Agarré entonces una revista que estaba por ahí y sin entender absolutamente nada, la miré fijo por varios minutos, asintiendo con la cabeza y haciendo cierto tipo de ruidos para que pareciese un tipo interesado en lo que leía. De cualquier modo nadie me prestaba atención, todos estaban bastante ocupados en esto de la especulación financiera.

Pocos minutos después se acerca el obeso y me explica que Andrés Pecten se va a demorar algunos minutos más, pues los jueves a la mañana rezan.

—¿rezan? —le pregunto soreprendido.

—rezan —me dice a secas.

—¡ja! —digo casi sin querer— yo pensaba que esto de la bolsa era un poco más… ¿refinado? —le dije— basado en normas científicas —al tiempo que tiraba la revista sobre la mesa, cansado de aparentar con estos fanáticos religiosos.

El obeso me miró como si lo hubiera ofendido y me explicó que eran una empresa con un rol social bien definido, que recibe capitales religiosos.

—¡ja! —grité nuevamente. Estos tipos deben estar muy sucios si antes de empezar el día laboral ya se disculpan con el creador.

Me acerqué despacio hacia la puerta, intentando irme antes de caer en las garras de esta gente que a esta altura ya no tenía ninguna duda, eran ladrones profesionales.

Estaba cerca de la puerta y este obeso ni enterado, estaba con sus auriculares escuchando “Estás para ganar”, de Johny Tolengo, a todo volumen… mirá lo que son estos tipos, dicen que tienen posgrados en el exterior y toda la bola y lo único que hacen es rezar y poner canciones místicas para ver si embocan una… ¡pero siempre con tu dinero!, no en vano son profesionales.

De pronto escucho que alguien grita “¡El Cosaco cerró su posicion!”. Ni siquiera puedo empezar a pensar en qué significa eso, cuando aparece Andrés Pecten y me da un fuerte abrazo.

Me descoloca bastante, me fastidia que este pseudo yuppie me abrace como si yo fuera su mejor amigo, cuando ayer mismo me vió con un huevo inflamado y presumiblemente cagado encima, y ni siquiera se dignó a ofrecerme ayuda con el fuelle.

Paso a la oficina de Andrés, me siento cómodo, cruzado de piernas, emulando la seguridad de quien ha hecho negocios en varios continentes, y para no dejar dudas de que Mati Shapir ha llegado al mercado, pido un whisky sin hielo.

Andrés comienza a contarme de qué va la cosa, cuando suena mi teléfono. “Monsalve”, puedo ver en la pantalla, el plomero.

Me disculpo con Andrés y atiendo el teléfono, intentantando parecer lo más intrigante posible. Monsalve, del otro lado, me pregunta si puede pasar esta tarde.

—El proyecto sigue vigente, deberíamos revisar los detalles —le digo, para luego seguir— los lineamientos no han cambiado, pero necesito gente comprometida, no hay lugar para los débiles.

Monsalve, confundido, me pregunta si tiene que comprar el fuelle.

—¡Si! ¡Si! —empecé a gritar— ¡Comprá!, ¡Comprá!

Ir al capítulo anterior

Seguir a #PHBoedo en facebook