Por: Nicolás Mavrakis
Autor #23
Nombre: Leonardo Novak
Edad: 30
Libro: Monjas chinas (Alción, 2012)
Temas: Mundos privados.
Por qué hay que leerlo: Los cuentos de Monjas chinas construyen su tiempo midiendo con precisión la extensión del lenguaje que les da su forma y su argumento. El recurso es una sintaxis depurada y precisa, cuidadosamente estilizada, hilvanando historias y personajes a través de la mímesis de un habla coloquial -como en el caso de la anciana de “Monjas chinas”-, climas y espacios como en “Escenario Berlín” o voces atravesadas por conflictos internos y externos en “Todas las batallas de la Tierra”. Para dominar esa labor hace falta un juego consciente con las posibilidades más fronterizas de la gramática, pero también el timing que ubica cada palabra en la consonancia justa con su objetivo. Monjas chinas no se propone como meta el preciosismo del lenguaje, sino partir desde ahí como plataforma a través de la cual darle densidad a la percepción de una mujer que identifica al mundo como aquello que se le aproxima para despedirse poco a poco, cuando es en realidad ella la que ya no volverá a verlo nunca más. O el periodista que, harto de un matrimonio agobiado, se interna en la grisura de un pueblo intrascendente donde la maldad toma primero la forma de un detalle sumario para, de a poco, a su ritmo, con sus sutilezas, seducirlo y devorarlo por completo.
Monjas chinas construye su mirada del mundo a partir de la introspección profunda de cada uno de esos personajes, atados entre sí por la certeza de que toda representación y toda realidad -en definitiva, que todos los mundos y el mundo- no son más que acciones e intensidades dadas en y a través de un lenguaje y los usos de ese lenguaje. Esa es la potencia que anima el cuidado delicado de las palabras de Leonardo Novak, las construcciones complejas, el timing demorado de su efecto. Un efecto que se toma su tiempo porque se sabe, definitiva y fatalmente, inevitable.
¿Por qué leer Monjas chinas en el futuro?
No sabría decir bien. Tal vez el libro no se propone trabajar con “temas actuales” (vaya uno a saber qué es eso) y, en el futuro, sea difícil no considerarlo un libro desfasado o fuera de su época. Me imagino que alguien se puede preguntar por qué, en un momento donde por lo general no priman las oraciones largas, las adjetivaciones, o las preguntas por los “viejos temas” (sigo chapaleando), alguien prefirió esas formas y no otras. Creo que podría servir como contrapunto para pensar en las sintaxis o en la cuestión formal de lo que se escribe hoy. Además, intenté que los cuentos, desde lo formal, interrogaran sobre nuestras proyecciones de tiempo y de qué manera operan sobre nuestro presente, que es, para mí, lo más importante y lo más difícil de asir. Tal vez esa pueda ser otra punta desde donde agarrarlo.
¿Papel o bytes?
Para leer prestando atención, papel. Aunque hablo desde el prejuicio. Nunca tuve un/a kindle, por ejemplo. Eso hace que mi relación con la lectura vía bytes sea exclusivamente desde una PC o una notebook, en páginas web, donde siempre hay luces buscando llevarte para otro lado, infinitamente. Leo artículos, algún que otro cuento o capítulo pequeño, pero jamás soporté terminar un libro. Creo que prefiero el olor de las hojas, la superficie del papel, que ocupen lugar en la biblioteca, que me pese en las manos cuando estoy tirado. Siento que eso le da un espacialidad en mi vida, cierta importancia. Es un poco fetichista el gusto.