Por: Agostina Fasanella
En la mitología griega, Pigmalión fue un rey de Chipre que buscaba la mujer perfecta para casarse. Era tal la carga de virtudes que esperaba que tuviera su futura consorte que nunca pudo hallarla y terminó enamorándose de una estatua que él mismo había hecho y terminó creyendo que era real. Este acontecimiento se conoce como el efecto Pigmalión, porque al creer que la estatua estaba viva, se dice que llegó efectivamente a estarlo.
Entonces podemos decir que este es el proceso mediante el cual las creencias y expectativas de alguien, respecto de otra persona, afectan su conducta a tal punto que se provoca la confirmación de dichas expectativas.
Este proceso, que puede parecernos tan absurdo, se puede ver claramente en los equipos o grupos de personas (sociales, laborales o deportivos) cuando se asigna a cada uno de sus miembros un juicio de valor que termina “marcando la cancha” dentro de ese grupo acerca de lo que cada uno puede o no puede hacer.
Lo que empieza como una inducción por parte del grupo se convierte, con el tiempo, en el propio modo de actuar de la persona. Esto quiere decir que muchas veces las personas adquirimos un rol a partir de los demás y acabamos creyéndolo propio, entonces terminamos siendo lo que los demás esperan que seamos.
Muy posiblemente una persona a la que se la trata como incapaz, terminará actuando como tal y una persona a la que se la alienta permanentemente y se la considera valiosa, tenderá a explotar sus recursos al máximo. Es por eso que algunas personas fracasan en determinados grupos y cuando se integran en otros pasan a ser miembros destacados.
Tener presente esta característica humana nos permite observar y observarnos acerca de la forma de interactuar, de evaluar el nivel de respeto y consideración con que nos interactuamos, la forma en que calificamos a los demás para poder generar contextos apropiados para que cada miembro logre explotar al máximo sus posibilidades.
Como dijo Aristóteles, los seres humanos somos seres sociales, vivimos interactuando permanentemente y de la calidad de nuestra forma de relacionarnos dependerá, en gran parte, la calidad de los resultados que obtengamos y nuestra satisfacción personal.
Dicho esto, te invito a mirar si el rol que estás desempeñando en los grupos a los que perteneces te posibilita o te obstaculiza el logro de los resultados que más te importan. Muchas veces nos contamos el cuento que los resultados son “demasiado difíciles”… otras tantas simplemente podemos descubrir que se trata tan solo de animarnos a “sacarnos la etiqueta”, ya sea porque la elegimos nosotros o porque nos la asignaron los demás y la terminamos tomando como propia.
Como dijo Einstein “Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”
Que el “efecto pigmalión” no te aleje de tus sueños, ni de tus relaciones!
Buena semana!
Agostina Fasanella
Coach Ontológico
Liderarte Consultora