Por: Agostina Fasanella
Como dijo Buda: Aferrarse a la ira es como tomar un carbón ardiente con la intención de arrojárselo a alguien, es uno quién se quema”.
El Doctor Miguel Ruiz, en su libro “Los cuatro acuerdos”, menciona que no debemos tomarnos las cosas personalmente.
Parece muy fácil de comprender, intelectualmente, que cuando alguien hace algo no siempre tiene la intención de lastimarnos, que muchas veces las personas actúan desde sus formas de mirar el mundo. Pero, nuestro cerebro emocional reacciona automáticamente como el perro de Pavlov, en su experimento, cuando le tocan la campana.
Por cada minuto que estamos enojados perdemos sesenta segundos de felicidad. Y no solo es importante tomar conciencia del tiempo que perdemos, sino también de todos los daños colaterales que suceden cuando nos enojamos.
El enojo es un estado emocional intenso, esta intensidad puede variar, es decir, podemos sentirnos irritados o tener un ataque de ira. Estas variaciones están acompañadas de cambios psicológicos y biológicos. Podemos enojarnos por cuestiones externas o internas, por cuestiones del presente, del pasado y/o del futuro.
En su libro “Emociones destructivas” Daniel Goleman nos cuenta que existen estudios científicos que demostraron que, biológicamente, no tenemos la posibilidad de elegir cómo nos vamos a sentir. Es decir, biológicamente no puedo decirme a mi misma “Me voy a sentir alegre” e instantáneamente sentir alegría. No podemos programar nuestras emociones tal como programamos nuestra agenda.
Lo interesante, desde mi punto de vista, está en conocer dónde radica nuestra libertad emocional. Como ya dije, a nivel biológico no podemos elegir cómo vamos a sentirnos, pero sí podemos elegir cuánto tiempo pasaremos en esa emoción. Y aquí está el secreto, lo más importante es desarrollar nuestro autoconocimiento, ya que, cuanto más nos conocemos, más podremos distinguir nuestras emociones y mayor será nuestra libertad (en este caso, el tiempo que permanecemos enojados).
Entonces, podemos decir que conocernos y conocer a los demás son puntos clave a la hora de manejarnos en situaciones de enojo.
Por último, cuando me enojo me acuerdo siempre de una frase de Groucho Marx que dice “No se tome la vida demasiado enserio, pues no saldrá vivo de ella”. En mi caso, el humor y la liviandad son condimentos fundamentales para poder manejar los enojos.
Buena semana!
Agostina Fasanella
Coach Ontológico
Liderarte Consultora