Por: Agostina Fasanella
La semana pasada tuve el agrado de dar una capacitación para mujeres y una de las cuestiones que planteábamos en sala estaba relacionada a las diferencias entre el sexo masculino y el femenino. La sorpresa fue cuando les conté que ambos cerebros son exactamente iguales, es decir, pesan lo mismo y miden lo mismo. Estructuralmente podemos afirmar que los científicos dedicados al tema no han encontrado diferencias sustanciales. Esta noticia causó revuelo, pues en la práctica todos podemos reconocer que existen diferencias en las formas de pensar y distinguir entre ambos sexos.
Es importante dejar en claro que esta nota no apunta a las tan trilladas rivalidades que existen entre hombres y mujeres. Estoy convencida que las diferencias nos complementaron en el pasado y nuestro desafío actual reside en generar ese mismo complemento en el presente y futuro de la humanidad.
Si nos remontamos a los principios de la evolución del género humano, cuando nuestra especie estaba en desarrollo y éramos simplemente homínidos, podemos advertir que uno y otro sexo tenían funciones diferentes y complementarias entre sí.
Las necesidades de proteger a sus crías eran las que, de alguna forma, distribuían estas tareas que mencionamos. La especia humana es una de las pocas cuya cría nace dependiente de sus padres, en el resto de las especies se ponen de pie más rápidamente luego de nacer, encontrándose listos para seguir a su manada. En los seres humanos este procedimiento tarda mucho más tiempo. Esto obliga a los padres a establecerse en un lugar y dividir las tareas para poder dar protección y sustento a las crías.
Cuestiones atávicas.
Los hombres eran los que salían a cazar para traer el sustento, los raides de caza duraban bastante tiempo y durante ese período tuvieron que aprender a resolver problemas para poder subsistir y lograr la meta de volver a su hogar con provisiones. Podemos imaginarnos que, en el medio de la nada, tan solo con algunas armas primitivas, necesitaron entrenarse en proveer soluciones a los miles de desafíos y amenazas que se les presentaban.
Es por eso que en el libro “Los hombres son de Marte. las mujeres son de venus”, su autor, John Gray nos habla de la mente del hombre como una gran hacedora de soluciones y menciona también que esto es muy poco aprobado por el género femenino. Pero veamos en detalle ¿por qué?…
Las tareas de las mujeres consistían en quedarse en sus hogares y alrededores, pues sus crías no estaban listas parar caminar varios kilómetros. Esta tarea de protección y crianza les exigía desarrollar su empatía, ya que necesitaban comprender e interpretar a sus crías para poder satisfacer sus necesidades. Otra de las tareas que desarrollaban era recolectar plantas y frutos para complementar la alimentación y utilizarlas con fines curativos. Este es uno de los motivos por los cuales las mujeres distinguen una mayor gama de colores que los hombres, ya que, en aquellos tiempos la diferencia de color las prevenía de tomar frutos y plantas venenosas.
Todas estas cuestiones hoy se ven perfectamente reflejadas en lo cotidiano y muchas veces olvidamos que provienen de tendencias naturales que no elegimos, pero que vinieron “insertadas” generación tras generación.
Estas explicaciones nos muestran por qué hombres y mujeres hacemos lo que hacemos y nos abre la puerta de la libertad de elegir, más allá de lo que nos haya tocado vivir. Es por ello que hoy encontramos hombres que tienen un alto nivel de empatía y mujeres que están listas para resolver problemas.
Conociendo nuestras tendencias podemos generar cambios significativos y aprender a complementarnos para potenciarnos, pues más allá de ser mujeres o ser hombres somos todos seres humanos.
¡Hasta la próxima!
Agostina Fasanella
Coach Ontológico
Liderarte Consultora