Adolescencia

#ColoresDeMilagros

                                                                    “Enferma”enferma

Cuando era adolescente, creía que ser feliz residía en lucir bella y flaca. Creía que lo que importaba era lo que le mostraba a los demás no quien era en realidad. Durante un buen tiempo usaba una mascara de una gran sonrisa, para esconder mi tristeza. Solo una vez al mes me encerraba en mi habitación a llorar. Lloraba por todas las veces que me había tenido que poner la mascara. Lloraba porque no le encontraba sentido a la vida, lloraba porque no podía expresar lo que realmente sentía, lloraba porque no sabía quien era ni que quería. Cada día esa mascara se unía mas a mi, y mi corazón se alejaba más.

¿Cómo iba a ser feliz si no podía vivir de lo que soñaba? ¿Cómo iba a sentirme satisfecha si no podía hacer lo que me gustaba? Había una lista interminable de las cosas que me darían dinero y estabilidad que no concordaban con lo que me interesaba. Así fue como empecé a callar mis sueños y a dejarlos de lado. Empecé a hacer lo que supuestamente estaba bien y olvidar que tenia otros deseos, porque para ese entonces era mas importante lo que hacia o decía que lo que sentía.

Puse toda mi energía en lo que creía que era importante en ese momento de mi vida: SER FLACA. Creía que luciendo bella y esbelta solucionaría todos mis problemas. ¡Podría ser feliz! Cada día comía menos, hacia más ejercicio y ocupaba todos mis pensamientos en calcular calorías y hacer estrategias para lograr mejor resultados. Pero ante mi sorpresa cada vez que me miraba el espejo me veía más grande, más gorda, mas deformada. El espejo me devolvía una imagen distorsionada de mi misma, me mostraba como me sentía no como realmente estaba. Pero no podía verlo. Solo veía esa imagen amorfa, enorme que me entristecía aun más y me hacia encerrar en mi misma.

La careta de la gran sonrisa ya estaba pegada en mi rostro. Era como un robot programado sin alma, solo sonreía. Creía que logrando mí objetivo iba lograr que el hombre de mis sueños se enamorara de mí, que la gente que me conocía me querría aun más y podría lograr todos mis sueños. Triunfar en la vida, era lo que buscaba. Aunque para ese entonces ni sabía que significaba para mí, pero estaba de moda. Todas las imágenes que consumimos tienen como eco la palabra triunfar, unido a adjetivos como ser bello y rico. No importa los medios para lograrlos. No importa lo que dejamos de lado en pos de ese fin que cada vez se vuelve más lejano. Porque a pesar de muchas veces lograr el resultado deseado, nunca es suficiente, siempre podremos compararnos con algo mejor. Allí te das cuenta que en realidad el fin es equivocado. Buscaba en el afuera lo que tendría que buscar dentro de mi misma, ¿pero como lo sabría?

Era muy exigente conmigo misma en esta etapa. A diferencia de antes, ahora me importaban las opiniones de los demás y actuaba según las expectativas de los otros, sin pensar en lo que realmente quería. Termine vomitando la primera vez siguiendo los consejos de una compañera del colegio, “es una manera fácil de estar flaca” me dijo. Comes todo lo que queres y después lo sacas como si no lo hubieras echo y no tenes culpa de nada. Pensaba que al hacerlo solo una vez por semana no estaba enferma. Estaba conciente que no podía controlarlo, así que sin dudarlo le pedí ayuda a mi mama, sentía que tenía un arma en mis manos. Entre a un grupo de autoayuda de lucha contra la Anorexia y Bulimia llamado Aluba, inconscientemente, porque yo estaba escribiendo una novela de una chica que se moría de esta enfermedad creyendo que de esta forma obtendría datos para el libro. Estuve durante seis meses internada en este instituto, donde tuve que rever mi escala de valores. Volví a nacer, empecé a pensar en mí de nuevo, en lo que yo quería. Principalmente tuve que reconocer que la niña “perfecta y feliz” estaba enferma, mis padres también tuvieron que aceptarlo. Empezar de nuevo, no controlar nada, pensar en quien era o que quería, tenia una nueva oportunidad.

El sistema de Aluba era de premios y castigos. Me sacaron del medio en que vivía. A partir de que falte dos meses al colegio me pidieron que para plástica haga un cuadro para pasar de año. Mi tía me trajo los materiales y al tenerlos cerca no pude dejarlos, me sentí extasiada. Empecé a pintar, a retratar mi vida en dibujos, eran cuadros de protesta, que mostraban lo que sentía y me disgustaba o lo que amaba. Sentí que me había reencontrado a mi misma. En el internado me relacione con las chicas que ya terminaban el tratamiento y me daban herramientas para curarme. Me decían que pusiera palabras a mis sensaciones, que cuando sintiera hambre o no quisiera comer que hiciera otra cosa y buscara la razón oculta, lo que escondía mi síntoma. Quería curarme.

Hay una anécdota que quiero contar, porque con ella me di cuenta de la gravedad de la enfermedad. En Aluba, hablábamos todos los días de las sensaciones que teníamos con la comida, con el cuerpo, lo que nos preocupaba, lo que sentíamos. Un día escuche a una de las chicas que sufría de anorexia, contando que no había podido dormir toda la noche pensando en lo que le había pasado. Nos contó que la mama le había servido pollo con arvejas y mientras comía una arveja se le cayó del plato y no se la comió. Se había quedado pensando porque no se había comido la arveja, ¿la engordaría una arveja más? ¿Había escondido la arveja en vez de agarrarla y comérsela por las calorías que contenía? Una minúscula e insignificante arveja la había tenido sin dormir toda la noche pensando en si se la tendría que haber comido. La culpa era más fuerte que todo lo demás. La mente podía más que cualquier explicación racional. Ese día comprendí hasta el punto que uno puede llegar, ¿la arveja se habría dado cuenta lo importante que fue ese día para esa persona?

Charla con mi mamá, no estaba del todo de acuerdo con el tratamiento y me dijo porque no probada con una Psicóloga -antes de Aluba descreía de ellas como ayuda-, que me diera una oportunidad. De esta forma salí de Aluba por dos razones, me daba cuenta que me costaba contar lo que realmente me pasaba delante de todo el grupo, que era privado, y que necesitaba tratar cosas puntuales; la segunda que me quería ir a vivir a Canadá cuando terminara el secundario y no me aseguraban que me dieran el permiso para irme. Las metas siempre son importantes para cambiar, para querer avanzar. Asimismo, en el grupo había ocupado el lugar de la que daba los mejores mensajes, que avanzaba rápidamente en el tratamiento, y era un lugar que no quería ocupar porque me mostraba omnipotente. Era el mito que tenia que derribar. Empecé terapia con la psicóloga, tenia que curarme para poder continuar mi vida, empecé a vomitar palabras. Tuve que abrir los cofres cerrados de mi corazón para ordenarlos, tenia que encontrar las razones por las cuales buscaba en el afuera mi valor, mi propia aceptación.

Al tener que frenar el camino, al tener que apartarme para verme a mi misma, encontré una de mis grandes pasiones: la pintura. A través de cada trazo podía expresar mis sentimientos, mi alma. De a poquito la pintura fue limpiándome, sacando en colores, en manchas lo que me sucedía, lo que me afectaba. Me di cuenta que las sensaciones de malestar con mi cuerpo se producían cuando no podía manifestarme, cuando no podía comunicar lo que me pasaba. Tenia que decir lo que sentía para volver a sentirme en mi centro, para valorarme. Aprendí a no tapar nada de lo que me pasaba con otra cosa.

El fin de esta etapa estuvo marcado por un accidente en auto. Sentí que me podría haber muerto por no respetar mis decisiones y sensaciones y hacer lo que todos hacen. Un antes y después. Esa noche no quería salir, desde temprano tenia una sensación en el estomago que me decía que no saliera, no podía explicarlo. Como era el último día de la secundaria, había que salir a festejar, todos lo hacían. La conclusión de la noche fue que termine en el hospital en terapia intensiva. Me prometí desde ese día seguir mi instinto a pesar de que todo mí alrededor me dijera lo contrario. Logre irme a vivir a Canadá por unos meses. Romper el cascaron, ver la dimensidad del mundo y en la cajita de cristal que vivía. Crecer de golpe. Viajar sola, demostrarme a mi misma mis posibilidades y mis gustos sin que nadie influyera en mis decisiones. Poder contrastar otras realidades, otras historias, trazarme nuevos destinos.

La recompensa de tanto trabajo interior, fue mi primer amor. Tuve suerte de principiante. Todo fue fácil, maravilloso, y fuimos creciendo poco a poco como pareja. La primera vez es la más importante, es donde descubrís el amor, tu cuerpo, tu ser, compartirte con un otro, y necesitas cierta contención que él me brindo. Eran tiempos de mucho descubrir y pensar en ¿quien era yo?, ¿que quería?, ¿adonde caminaría? Luego vino Canadá y caminos diferentes nos distanciaron. Vidas distintas que no confluían. Priorice mis sueños a mi amor por él. No quería y creo que tampoco podía volar a mi lado.

                                                       ”Me abrace a mi misma”

me abrace a mi misma