RENUNCIAR

#ColoresDeMilagros

Maria Baylac

Durante seis meses, todos los encuentros que tuve confabulaban para que tomara la decisión de renunciar al trabajo que me daba seguridad y empezar un camino totalmente incierto, que significaba empezar a hacer lo que me gustaba. Una y otra vez se me cruzaban en mi camino personas que habían tomado el riesgo, que habían sido valientes por su sueño, por lo que les gustaba hacer, por los que le hacia feliz y la vida los había recompensado. Ninguno me decía que era fácil, pero cada día se iban a la cama con una sonrisa; finalmente hacían lo que les gustaba. Yo hacia veintisiete años que hacia siempre lo que quería, compartiendo el tiempo con lo que supuestamente debía. Había estudiando exactas en la secundaria porque supuestamente era lo que servia, cuando por todos mis poros las materias humanísticas brotaban desde mi ser. Había estudiado una carrera universitaria porque me daría el futuro que supuestamente quería. Trabajaba en un lugar hacia varios años porque me daba la seguridad económica que necesitaba. Pero en todo esto mi alma no estaba siendo escuchada. Yo quería crear, vivir de mis mundos de fantasías y poder utilizar mi desbordante imaginación para poder hacer soñar a otros. Pintar el mundo de colores, era una idea que desde pequeña me acompañaba.

En esta decisión aprendí que “el peor enemigo termina siendo uno mismo”. Uno busca en los otros las razones por las cuales no hace las cosas. Lo que no se da cuenta es que se pone excusas cuando uno cada día tiene la oportunidad de vivir ese único día, no se repite más. Hay cosas que realmente suceden solo una vez y por eso es importante tomar los desafíos, correr los riesgos. Siempre es fácil volver a lo que se conoce, lo difícil es cambiar. Solo uno puede salvarse. Muchas veces uno espera que lo rescaten, que lo salven, cuando solo accionando en la realidad se logra avanzar, siempre es cuestión de uno mismo. El hecho de estar siempre esperando que lo descubran, ser millonario de la noche a la mañana o dejándolo todo a la suerte, implica no hacerse cargo de las decisiones que conllevan. Hay que tomar las riendas del destino. Hay que despertarse y ponerse en acción.

Así fue como experimente una nueva lección, “nunca es demasiado tarde para cambiar”. Cada día es una oportunidad para decir basta o comenzar algo de nuevo. Al vivir uno transita. Creemos que vivimos en piloto automático cuando en realidad uno constantemente elije, hasta a veces elije no decidir. El hacerte cargo de vos mismo implica seleccionar las cosas que me sirven y empezar de nuevo con cosas que dejamos de lado por miedo, inseguridad o temor a lo desconocido. De esta forma, renuncie a mi trabajo después de seis años, sin tener ahorros ni trabajo a la vista, solo con la idea de confiar en el universo, en confiar en quien era. Me di cuenta que nunca es suficiente para renunciar. Nunca demasiado seguro para cambiar. Siempre me faltaría algo, si no es tiempo, es dinero, es ganas, es voluntad. No podía dejar pasar más tiempo, la idea de arrepentirme por no haberlo hecho era más fuerte que la decisión que iba a tomar. Me largaba al vacío, a la incertidumbre. ¿Cómo seria?

la casa                                                                   ”La casa del taita”
Me fui finalmente a Colombia a reencontrarme con mis raíces, supuestamente iba a estar este hombre que había conocido en el avión para acompañarme en el camino. Pero a los tres días de haber llegado al medio de la selva colombiana, me quede sola. Me dijo que se había equivocado conmigo, que no estaba preparada. Tenía dos opciones: regresar a mi hogar y convencerme de que había sido una estupidez dejarme llevar por los comentarios de un extraño o quedarme. Me di cuenta que todo lo que me había dicho ese desconocido era lo que interiormente yo pensaba, estaba ahí por mi misma. Había llegado a Colombia sin saber lo que me depararía y con el convencimiento de que algo me llamaba, tenia que confiar.

Así fue como sobreviví durante un mes, sin casi dinero. Solo me conecte con quien era y las cosas fluían. Parecía que estaba en un video juego y cada vez que lograba una misión pasaba de nivel. Empecé a contar cuentitos de nenas que buscaban su corazón a niños de variadas edades en los diferentes pueblos que iba llegando. Parecía el flautista de Hamelín, me seguían niñitos para escucharme y verme pintar. Ni yo sabía que mi interior encerraba tantos cuentos y anécdotas para relatar y que otros escuchaban como si fuera un hada que aparecía en la realidad. Empecé a conectarme con lo que sabía hacer y lo entregaba desinteresadamente y de a poco llegaban las personas que lo necesitaban. Conté cuentitos en casas de indígenas bajo la lluvia porque no había luz ni otras cosas para jugar, en escuelas perdidas en las montañas donde ningún extranjero había llegado pensando que era un ser de otro planeta por todos los lugares que había visitado, en canchas de básquet llenas con niños de barrios carenciados. Me encontré en jardines de las mil y una noches con mariposas que me rodeaban por doquier dando mensajes del alma a extraños que los necesitaban. Pintando vidrieras de locales de indumentaria y dejando colores por donde pasaba. Personajes que me llevaban de un lado al otro, que aparecían creando puentes para que terminara en otro punto de esas tierras colombianas donde la alegría, la música y los colores son una constante en medio de una guerra interna que los desangra.
Clase de Pintura selva
De los pueblos indígenas, pase por los cafetales, luego llegue a Medellín y de ahí a Bogota y sus alrededores. Me encontré finalmente con el yage pero cuando ya no necesitaba respuestas, cuando ya había terminado el viaje. Las plantas sagradas, solo me confirmaron lo que ya había descubierto, fue como el bautizo que finalmente la tierra me daba y por el cual me había embarcada en tan larga travesía. Después de un mes de estar perdida por Colombia me reencontré a mi misma. Me di cuenta que necesitaba que este hombre me abandonara ni bien empezara el trayecto porque sino siempre creería que él me había ayudado en el camino, y nunca hubiera descubierto que el poder residía en mi misma. Tenia que aprender a confiar, a creer en mí. Agradecí a la tierra los regalos recibidos, agradecí a la vida la prueba que me había presentado.

Descubrí que la verdadera magia esta en vivir la vida, y aceptar las pruebas y oportunidades que se te presentan. El futuro lo construye uno mismo en la medida que acciona y es valiente para conseguir las cosas que quiere. Pude comprobar que con pequeñas acciones uno puede cambiarles la vida a otros. Volví a mi hogar sin miedo, ahora tenia que empezar a construir lo que quería. El viaje me había dado la fuerza para emprender mi nuevo camino.

sibundoy                                                                                 ”Sibundoy”