UNA IGUANA POR LA CIUDAD

#ColoresDeMilagros

iguana

Estoy convencida que me pasan cosas locas a mi alrededor porque observo, escucho y me dejo perder por la ciudad. Encuentro magia todos los días. No las busco pero las veo, y me divierto sola al poder sacarlas de contexto, mirar las situaciones con lupa y encontrarle un pensamiento.

Hoy estaba caminando por Córdoba y Paraná a la tarde y veo a una pareja discutiendo. La chica de pelo colorado apuntaba una y otra vez al brazo del muchacho que la miraba con cara de yo no fui. El día estaba melancólico para no describirlo como gris, pero yo estaba feliz porque había conseguido un libro que estaba buscando a la tercera parte de lo que me habían pedido por el mismo. Estaba cargada porque había ido a comprar telas para pintar pero a pesar de ello decidí intentar en una librería que encontré a mi paso con la suerte de encontrar una edición más económica. Me resistía a pagar tanto por un libro de principios del siglo XX. Así que decidí tomarme mi tiempo para conseguirlo al precio que estaba dispuesto a pagar. La calma inspira sabias reflexiones me repetía una y otra vez en mi adolescencia a partir de un señalador que me regalo mi tutora de primer año. Dado que era muy atolondrada creyó que era una buena frase para tomar conciencia. En realidad años mas tarde cuando me la encontré por casualidad le agradecí su señalador que todavía conservaba imborrable en mi mente, como una cuota que se subraya una y otra vez antes de tomar una decisión que no estoy del todo convencida. A veces es solo cuestión de tiempo.

Volviendo a la pareja, me acerque a escuchar el argumento de esa mujer de color zanahoria que no paraba de protestar. “No puedo creer que gastemos una fortuna en la viviendo de ella. Estoy harta de bancarme los caprichos de tu mascota. Al final aporto dinero para que viva como una reina, que la comida, que necesita especiales cuidados, que la temperatura del ambiente. Y yo, cuando me toca a mi…”, no entendía de qué se trataba la conversación pero parecía algo grave por el tono elevado de su voz. El chico con mirada perdida, dispersa, no emitía palabra. El silencio creía su mejor aliado ante los exabruptos de su chica. Yo me quería imaginar cual seria la mascota, porque no podía entender que un perro, un gato necesitaran una vivienda especial y le sacara tanta atención. Me encontraba delante de la pareja, sin perderles la cercanía dado que me quería enterar quien era la causante de tanto revuelo. En un momento aguardo unos minutos mirando el contenido de mi bolsa para poder mirarlos. Finalmente la escucho decir “porque la iguana”. Al mismo tiempo observo que los ojos de la muchacha se dirigían estrictamente al brazo del chico el cual llevaba placidamente a la fluorescente verde y pequeña iguana.

No lo podía creer, la iguana no solo era la causa de la pelea sino que estaba siendo testigo de ella. Me empecé a reír sola de la situación, porque la iguana no debía medir más de 8 cm, y no podía imaginarme cuanto podía costarle el mantenimiento del pequeño animal. Yo seguía con mi sonrisa pegada en mi rostro y al cruzar miradas con la chica, bajo la voz e hizo cruzar de vereda al muchacho que seguía en silencio mirando al vacío.

Hubiera querido tener mi cámara de fotos para sacar la foto a la iguana que felizmente estaba dando un paseo por la ciudad sin ni siquiera percibir a la colorada que la quería desalojar. Lo que me hizo reflexionar fue que muchas veces las mujeres, podemos ser tan ciegas de no mirar al otro. El convencimiento con el que hablaba hacia pensar que la había engañado. Pero en ningún momento respiro para mirar a su hombre que disperso caminaba en su nube sin ni siquiera escucharla como si tuviera unos auriculares invisibles que lo trasladaran a otra galaxia para preguntarle ¿se te ocurrió algo? ¿Cómo podemos solucionarlo? En definitiva ¿me estas escuchando?