Había una vez un niño catalán de ojos en forma de almendra donde residía toda su curiosidad. Vivía en una villa de pescadores llamada Vilassar del Mar. Sus días transcurrían compartiendo con su familia y amigos, todo parecía perfecto a su alrededor aunque su inquietud era constante. Tenia la capacidad de hacer las cosas bien por su gran predisposición. Su papa le pedía que lo ayude a construir una casa en el árbol y Carlinhos agarraba unas ramas, entrelazaba unas hojas y buscaba algunas sogas de la casa y construía en poco tiempo una casita increíble que era la envidia del lugar. Otro día su papa le decía de acompañarlo a pescar, Carlinhos agarraba la caña y en poco minutos lograba que todos los peces fueran a comer a su carnada, la pesca era siempre exitosa si Carlinhos los acompañaba. Día a día la fama se acrecentaba, que era un niño con estrella, pero él sentía que toda la energía que tenia no hallaba un buen lugar para desarrollarse y se aburría por no encontrar algo que lo apasionara. Así fue que un día Carlinhos decidió dejarlo todo para emprender una alocada aventura sin planes ni rumbo, pero sí con un destino: conocer lo desconocido y desaprender lo aprendido.
Se compro un libro sobre aeronáutica, vendió todos sus juguetes mas queridos y fue a comprarse un globo aerostatico. Pero lo que encontraba más difícil era contar su decisión. Sus padres se sorprendieron, no entendían que tenia que ir a probar a otros lugares cuando todo lo que hacia lo hacia bien y era famoso por su accionar. Trataron de convencerlo con las maravillas de sus tierras catalanas, de sus calas escondidas, de sus montañas anaranjadas y de sus campos florecidos en todas las épocas del año, pero Carlinhos ya había decidido que era hora de dejarse llevar por el viento a donde quisiera llevarlo; solo con una brújula, una bolsa de dulces y una maquina de fotos para poder grabar lo que veían sus ojos y que sus seres queridos pudieran ver lo que el viviría.
Una tarde de invierno salio en su globo, sus padres y amigos le hicieron una gran despedida porque como lo querían terminaron entendiéndolo. Carlinhos estaba emocionado, no sabia el como ni el porque pero estaba seguro de su decisión, quería cambiar sin saber bien que. De esta forma empezó a viajar, llego a Asia donde su globo se rompió en un país llamado Camboya. Primero, pensó que desgracia la suya, pero en realidad la suerte lo acompañaba porque gracias a que su globo se averió encontró a unos chicos en bicicleta que tenían un partido de fútbol cerca de las ruinas de Angkor y les faltaba un integrante para poder jugar. Carlinhos sin dudarlo, dejo el globo colgado del árbol, agarro su maquina de fotos y tomo una de las bicicletas para dejarse llevar por sus nuevos amigos que lo adentraron a las maravilla de esos nuevos paisajes. Carlinhos no dejaba de sorprenderse de lo que sus ojos veían y un “Clic” de su maquina lo acompañaba ante cada pestañear: descubrió flores exóticas de gran tamaño, niños llevados en bicicletas, ruinas de tiempos muy remotos y sobretodo después de jugar el partido un grupo de amigos maravillosos. Tuvieron una gran cena a la luz de las velas y lo invitaron a quedarse a vivir en la aldea. Carlinhos decidió que se quedaría por un tiempo para descubrir las riquezas del lugar. Los dias pasaron jugando con sus nuevos amigos, conociendo otros viajeros que como él habían decidido cambiar, no estaba solo en su búsqueda de un algo más. Carlinhos se dio cuenta que seguía siendo el mismo pero que ahora se tomaba todo con más tranquilidad, había vuelto a conectarse con la simpleza de la cotidianidad, y eso le dio la pauta de que era hora de cambiar. Sus nuevos amigos lo ayudaron a reparar el globo y mágicamente Carlinhos estaba en rumbo a su nuevo destino.
Llego a América del Sur donde paro en un país llamado Colombia donde había unas montañas que le hicieron recordar su hogar a pesar de las diferencias y decidió que era hora de descansar. Se armo una camita con las hojas y ramitas y se metió en su bolsa de dormir. Estaba tan cansado que ni miro a su alrededor. Al rato unos ruidos extraños lo despertaron, una comunidad de indígenas con plumas en la cabeza y mascaras bailaban alrededor de un fuego cantando melodías que nunca había escuchado. Carlinhos no podía creer lo que estaba presenciando y decidió acercarse para observar mientras unos cuantos “Clic” de su maquina lo acompañaron llamando la atención de los extraños que lo rodearon. Carlinhos se asusto, que le depararía este nuevo lugar. Ni bien fue rodeado, Carlinhos no se movió, solo les mostró sus fotos y los extraños maravillados por las tomas le proporcionaron enseguida una bebida sagrada para que los acompañara en el baile. Carlinhos integro al grupo sin decir una palabra bailando sin cesar hasta que se hiciera de mañana. El baile los había unido y lo invitaron a vivir en la comunidad, mientras la bebida le había mostrado un nuevo destino que todavía no entendía pero que le había dado paz. Allí aprendió a hacer fuego con piedras, a juntar plantas medicinales para hacer remedios caseros, cosas que le ayudarían para su viaje. Ordeño vacas, cosecho el maíz para proporcionarse su propio alimento y descubrió los secretos que la naturaleza guardaba. Hasta ese momento nunca le había faltado nada porque sus papas al quererlo mucho siempre le habían proporcionado todo lo que necesitaba, pero no todos contaban con la misma suerte y eso comenzó a preocuparle. Los días fueron transcurriendo en la comunidad donde se sentía uno más y ese día sintió que era hora de partir. Tenía tanta información que necesitaba compartir. Sus amigos indígenas lo llenaron de amuletos para que tuviera aun más suerte en lo que le quedaba del viaje. La ceremonia de partida fue maravillosa. “Tu llegada fue una fiesta y tu partida será igual porque vos lo generas” le dijo el taita del lugar agradecido por su accionar de todos esos días.
Carlinhos partió recién la siguiente mañana con el corazón lleno de recuerdos y la mente llena de conocimientos. El siguiente destino era Australia, tierra de desiertos desolados y misterios en las profundidades del agua. Creyó que lo mejor era descender en la costa para disfrutar del agua salada pero los vientos quisieron que aterrizara en el medio del desierto. Al principio pensó que mala suerte la suya, que comería esa noche. Estaba tan cansado del viaje que sentía que no tenia fuerzas para nada mas, Pero ni bien apoyo sus pies en la nueva tierra vio dos rocas que serian perfectas para hacer el fuego, una línea de yuyos le mostraría donde podía encontrar agua al escarbar, como un halcón encontraba lo que necesitaba solo desarrollando su intuición que el viaje le había despertado. Tenia fuego para calentarse y agua para saciarse y cuando se disponía a dormirse con el estomago vació recordó los dulces de su tierra que nunca se había comido. Corrió al globo en su búsqueda y al hacerlo vio que a lo lejos otro fueguito bramaba. Sin pensarlo y a pesar del hambre, agarro los dulces para compartirlos con el dueño del fuego. Camino hacía esa luz rojiza que se destacaba en el azulado horizonte, mientras el poderoso Orión lucia su flamante cinturón y el tímido Triangulo Austral le mostraba el camino al sur en una Vía Láctea repleta de joyas milenarias y fugaces. Al llegar vio otro globo de vivos colores que tenia inscripto Wodonga. No lo podía creer, por primera vez en tanto tiempo veía un globo como él de él. Sus ojos se emocionaron y le dieron mas ganas de conocer a Steve, un niño ingles que como él se había cansado de vivir en la ciudad y había decidido salir a explorar. La charla se extendió hasta el amanecer y los dulces quedaron sin tocar, la emoción del encuentro de ambos viajeros era tal. En el medio del desierto, en el absoluto silencio se habían encontrado. Tantas anécdotas para contar que decidieron que tenían que seguir juntos para explorar este nuevo lugar que para ambos era su último destino. Carlinhos ya no se preocupaba en buscar sino solo en disfrutar y su nuevo compañero lo ayudaba en su propósito. Se divirtieron sin cesar, persiguiendo canguros, buceando el interior de los arrecifes, surfeando dunas de arenas y recorriendo las grandes extensiones de tierra que tenia este nuevo lugar. Los “clic” de la maquina no cesaban. Steve le contó que tenia un proyecto que no sabia como llevarlo a cabo y Carlinhos pensó que le encantaría poder ayudar a lograrlo. Llego el día de la despedida de su compañero de globo con la promesa de volverse a juntar con los fondos para llevar a cabo el sueño de unos chicos que vivían en una pequeña aldea llamada Sophy en Camboya, en el cual se les hacia muy difícil estudiar por no contar con un lugar físico apropiado.
Carlinhos viajo y viajo por los cielos dorados, estrellados y celestes, regresando a su hogar, recordando cada momento de su viaje en el cual todo lo que necesito le llego y donde descubrió que él lo hacia posible en Cataluña o en cualquier lugar del mundo porque amaba la vida y lo que esta le proponía. La fiesta de llegada fue grandiosa, en un lindo día de primavera todos sus seres queridos lo esperaban como si el tiempo no hubiera pasado para ellos mientras que para Carlinhos una eternidad había transcurrido. Habia conquistado una nueva vida para contar que nunca podría olvidar y sabía que ya nada sería igual.
u aventura no había terminado en realidad recién comenzaba. Sus primeras noches se las paso despierto pensando en como ayudar a su amigo a realizar su proyecto que para ese entonces ya era suyo también. Dio vuelta atrás y adelante su viaje creyendo que tal vez allí encontraría la respuesta y en ese mismo entonces recordó los “clic” que lo habían acompañado. Tomo su maquina de metal y empezó a ver sus fotos. Se dio cuenta que cada una de sus tomas contenía mensajes que otros podían recibirlos y que era bueno que llegaran. Fotos de niños que como él pedían, reclamaban, sentían, soñaban, en fin buscaban y que por nacer en un lugar distante o lejano no contaban con las mismas posibilidades. Así le cerraron los medios, los fines y entendió que solo un buen propósito puede hacerte llegar todos los medios para lograrlo y que solo tomando conciencia de su propio ser y de los demás podía conseguirlo.
Carlinhos empezó a realizar exposiciones mostrando sus fotos las cuales vendería para conseguir el dinero para llevar a cabo la construcción de la escuela para estos niños que la necesitaban. Carlinhos entendió que era feliz pudiendo ayudar a otros a realizar sus sueños y esto ya nunca mas acabo porque la información continuo llegando para que pudiera seguir en aventura acercando los caminos para que otros pudieran abrir sus conciencias como el viaje le había enseñado y sobretodo usando su suerte que para ese entonces había entendido que él la generaba.
FIN
Esta es la historia de Carlos Sanchez-Llibre, de su viaje para encontrar la inspiración para crear, ”Tomando Conciencia”. Tomando Conciencia es una ONG que nace el 2006 con el objetivo de ayudar a la infancia mediante el acceso a la educación, alimentación y la sanidad. Enfocamos nuestros proyectos utilizando canales de difusión audiovisuales y artísticos, que nos ayudan a exponer de forma transparente y alternativa el trabajo que realizamos : http://www.tomandoconciencia.es/?language=es+en