Lo que me dejo Katmandu

#ColoresDeMilagros

Nepal viaje

“Creo que te estaba esperando. Recién ahora siento que tengo que mover de Katmandú, iré a india”, me dice determinante. Lo miro y le digo te das cuenta todo lo que pensé e hice para ver si te acercabas y vos simplemente no hiciste nada porque sabias que sucedería, en esto se resume los hombres y las mujeres. “No hubo duda. Te vi y sabía que me gustabas y que íbamos a terminar juntos y sucedió. Ayer no te vi sino te hubiera hablado pero soy tímido por eso no me acerque y pensaba que tal vez no te gustaba, cada uno lidia con su mundo en su cabeza” me dice, y nos reímos de que finalmente nos habíamos encontrado.

Después de una odisea de no poder tomar el tren de Varanasi que me llevaría a Nepal, y un sinfín de taxis, buses y combis que me llevaron a destino, llegue a Katmandú de noche y con dos compañeros de viaje y dos indios que se nos pusieron a charlar en la combi y que terminaron definiendo que compartiéramos el taxi para llegar a la zona de viajeros de la capital nepalí. Por lo tanto mi hotel boutique recomendado por una australiana que había conocido en mi hotel de New Delhi iba a quedar relegado por el famoso Hostel en thamel que había escuchado hablar desde que mencionaba que iba a ir a la capital nepalí, siempre opciones había y claramente nada había sucedido como lo había imaginado. Después de dar varias vueltas en el taxi, la sensación defensiva de mis compañeros por llegar de india fue completamente calmada por la buena onda nepalí, acá pueden confiar nos repetía el chofer. A los pocos minutos nos bajamos del taxi, los dos indios desaparecieron en la noche y el otro español nos abrazó y conto que buscaría a su amigo en el hotel que lo estaba esperando a pocas cuadras y volvería a compartir unas cervezas en el bar del hostel. ¡Que aventura inolvidable vivimos desde que nos encontramos! Grito el español. Yo solo pensaba, Al fin en destino.
Por suerte sin reservación previa teníamos ambos lugar. Luego de una ducha y de acomodar las cosas, me encontré con mi compañero y los otros españoles en la planta baja. El hostel eran como dos torres unidas, con bar, terraza, biblioteca, y un sinfín de lugares de esparcimiento pintados y con extranjeros relajados por doquier. Entre al bar y un par de ojos almendras llamaron completamente mi atención y esos mismos ojos me miraban. El dueño de estos ojos estaba rodeado de un grupo de gente, era el “chico popular” y claramente más chico que yo. Estaba cansada y simplemente me senté a cenar y mientras los españoles tomaban el control de la charla yo miraba a mí alrededor. Decisión acertada, tenía toda la onda el lugar, velas, gente que tocaba la guitarra, mesas con almohadones en el piso, amplios ventanales vidriados donde podías ver las estrellas y realmente había encuentro en el lugar. Una chica apareció con palos de escalar y nos lo regalo, me estoy yendo mañana y ya no los necesito.
A la mañana siguiente salimos con mi compañero Abel a recorrer la capital, nos íbamos a encontrar con los españoles en la plaza principal, pero sin wifi abierto fue imposible el encuentro ya que el lugar era enorme y atestado de locales y turistas sumándoles que era un día de celebración para ellos y todos los templos estaban atestados de locales orando con sahumerios prendidos y flores por doquier, era imposible trata de encontrar a alguien. Lo mire a Abel y le dije sigamos con el plan, tomamos un taxi que nos llevó a la plaza Durbar, un sinfín de templos y edificios decorados con muchísimos detalles que eran un deleite para los ojos. Con Abel estábamos contentos de estar allí, era un buen comienzo de lo que Nepal te ofrecía. Había que pagar por entrar a una plaza que era abierta solo por ser extranjeros, pero con Abel decidimos entrar por otro lado y no nos cobraron nada. No tenía problema en pagar los templos y lugares turísticos, pero me parecía ridículo tener que pagar por caminar por un lugar abierto, una plaza atestada de locales. Dimos vueltas por la plaza y nos sentamos un rato a ver el movimiento de ella y luego Abel se quedó mirando unas artesanías mientras yo me encontré con una ceremonia de ofrenda antigua dentro de un edificio de la plaza. Estaban carneando a un jabalí, y la sangre corría por el piso mientras los locales gritaban y celebraban al dios en cuestión. Me resulto un poco fuerte ver al animal agonizando, los gritos y las máscaras que pululaban por doquier. Salí del lugar en busca de Abel que prefirió ni ver lo que sucedía en ese otro espacio. Así que decidimos salir de la plaza y empezar a caminar, una calma inundaban las cuadras alrededor del bullicio de la plaza. Buscamos un lugar para comer, pero como había festival los negocios cerraban antes así que decidimos tomar un taxi y volver al hostel.
Llego la noche y volvieron a aparecer los ojos, desde la distancia me saludo y me puse nerviosa. ¿Me estaría saludando a mí si no habíamos compartido ni una palabra? Todo indicaba que sí. Su cuerpo y actitud, denotaba que era australiano, tengo un olfato para reconocer aussies a la distancia, aunque cabía la posibilidad que me equivocara. Abel se fue a dormir temprano y yo me quede escribiendo emails esperando que se me acercara, pero nada sucedió. El seguía rodeado de amigos conversando del otro lado del bar y había una fuerza fuera de mí que me retenía a acercarme, si le gusto hará algo. A mis veinte años era una conquistadora profesional, en el afán de vivir y de saber que la vida se esfuma y que el tiempo es importante cuando sentía la atracción no dudaba en acercarme, en su mayoría con acierto y claramente mis viajes estaban llenos de aventuras e historias de amor. Pero cuando uno crece va cambiando el interés o el motor y ya desde hace unos años mi femenino tímido le ha ganado a mi masculino conquistador y este viaje ha tenido mucho aprendizaje en ese sentido. Cuando un hombre quiere hace todo para conquistarte y si no lo hace hay razones, no puede, o simplemente no quiere. Así que sin inmutarme me fui a dormir. Pero cabía la posibilidad de que pensara que estaba acompañada ya que Abel me seguía a todos lados.
El último día en Katmandú antes de ir a Pokhara nuevamente quede sola esperando que mi príncipe de ojos almendrados se acercara. Me miraba y me sonreía pero no se acercaba y lo que en otro momento me hubiera resultado sencillo no podía hacerlo esta vez. No quería yo accionar. El hostel era una fiesta cada noche y nadie se iba a dormir hasta muy tarde, a las 12 decidí irme a dormir. Llegue al cuarto me puse el camisón pero por más que intentaba dormir algo familiar en la mirada de este hombre me hacía no dejar de pensar en él. Me sentía una adolescente, pero decidí volver a darle una oportunidad y me cambie y volví al bar, pase buscando la complicidad en su mirada y nada. Volví a la cama pensando que no tenía que ser y que no lo volvería a ver, tenía que despertarme temprano, de echo me quede dormida y Abel vino a despertarme al cuarto porque perdíamos el bus. Pasaron los tres días en pokhara y volví a Katmandú sola, sin haber escalado la montaña y cambiando el plan por cansancio para terminar mi viaje en una playa en Goa. Por primera vez, imaginaba dos burbujas una en la que me iba de travesía en la montaña por 10 días al menos caminando, tenía compañero y claramente podía hacerlo y la otra burbuja era yo en las playas de goa nadando, descansando y andando en motocicleta entre palmeras y verde vegetación relajada para llegar a cumplir mis 37 años en París como una reina. Sin dudarlo, decidí invertir en un pasaje que me llevara al placer y descanso, muchos meses habían pasado desde que salí de casa y en mi valija no contaba con ningún elemento que me sirviera para escalar por lo tanto podría volver otra vez con ese fin. Abel que solo pasaría unos días mirando templos en Nepal termino tomando mi plan original, escalar el Annapurna, se contagió de mi idea. Me parecía gracioso como algunos encuentros hacen que cambiemos nuestro destino.
Así fue que nuevamente deje el confort de un hotel por la aventura de compartir con otros viajeros en el mismo hostel y no tarde ni unos minutos en llegar al bar que se me pusieron a charlar un español y un chileno y a contarme sus historias. El chileno tenía 40 años y volvía después de 7años a Nepal a cerrar un capítulo de su vida. En su primer viaje a Nepal con su mejor amigo fueron a hacer un trekking al Everest y los agarro una avalancha y literalmente a su amigo lo trago la nieve. Me mira y me dice “nunca me sentí culpable ya que estaba tan feliz de llegar al Everest pero claramente fue algo que me marco y no podía regresar”. La muerte como el amor es una lotería, cuando es el momento te toca; le digo. Causo gracia mi comparación pero el solo imaginar estar subiendo acompañado y que se lo trague la nieve es fuerte. Volvía a hacer el mismo trekking y a llevarle un regalo, una cadenita de su hija. Me quede pensando en la historia del chileno y esos segundos o decisiones que te cambian la vida para siempre. “Estábamos solo a pocos metros de distancia y no pude hacer nada, simplemente sucedió así”, agrega. El chileno salía a las 4am a escalar y el español también se fue a dormir. Vi un grupo de gente reunida al que me podía unir porque conocía a algunos pero estaba en otra sintonía. Cuando me estoy yendo a dormir lo veo, nuevamente con sus pelos locos y sus ojos almendras, seguía allí, tomando cerveza, fumando y charlando con amigos. Me quede media hora más a cierta distancia para que me viera pero no lo hizo estaba compenetrado con su charla. Me fui a dormir pensando que por más que no había hablado una palabra me gustaba, algo de él me atraía, comprobando la teoría de que no hay razones o entendimiento cuando te gusta alguien.
A la mañana siguiente me tocaba cambiar de cuarto, internamente protestaba con el cambio, y cuando abro la puerta de mi cuarto, a quien me encuentro, al mismo hombre que desde llegue a Nepal me atrajo, durmiendo. No podía créelo. El destino y sus misterios. Hice un poco de ruido para ver si se despertaba y me miraba pero nada. Me sentí adolescente y hasta me ruborizaba el poder verlo durmiendo sola en el cuarto. Salí riéndome y me encontré con una inglesa que habíamos quedado para ir juntas al pueblo, nos habíamos encontrado porque estábamos leyendo el mismo libro Shantaram. Le tuve que contar cuasi adolescente que me tocaba en el cuarto el que me gustaba a ver si había hablado, ya que no sabía nada de el pero me encantaba. Pensaba tanto mientras esperaba anoche y cuando lo solté, me lo puso el destino en mi cuarto. Volvimos al hostel a la tarde y nuevamente ojos almendras estaba sentado enfrentado mío del otro lado del bar donde tenía su base permanente y aunque trataba de acercarme siempre me encontraba alguien que me llamaba para unirme del otro lado. Nuevamente me saludo, esta vez sí me vio y claramente era a mí a quien saludaba, pensaba en cuando me viera en su cuarto y me reía sola, ya había esperado tanto que no iba a cambiar mi actitud. Seguí jugando a las cartas con un grupo y contando anécdotas del viaje y me fui a buscar el pasaje para goa en la calle principal de thamel. Tenía que cerrar si volaba en avioncito por el Everest; por un lado quería porque era misión cumplida, chequeo del Everest pero por otro lado me parecía que a una montaña hay que escalarla para decir que la viste y a la vez me tenía que levantar a las 5am y ya quedarme en el aeropuerto. Después de dudarlo decidí no hacerlo. Prefería fluir al otro día, tal vez a la noche finalmente me encontraba con este hombre en el cuarto o tal vez nada que ver. Aposte y agradezco haberlo hecho porque llegue al Everest sin tener que volar sobre él.
Volví a meditar al cuarto y luego al bar, miro a donde se sentaba y no estaba. Lo perdí de nuevo pensé. Me doy vuelta y ahí estaba con una cerveza en la mano. “Hola, me dice, cómo te llamas?, hace días que quiero hablarte. Te unís conmigo y mis amigos”. Sin hacer nada estaba al lado de él, escuchando su caminata al Everest y sus cinco meses de viaje solo por asia (y yo que pensaba que estaba con un grupo de amigos). Había acertado que era australiano y él daba por sentado que nos gustamos. En un momento me mira y me dice “no me animaba a ir a hablarte. Hace dos días hasta pensé seguirte a tu habitación a la noche, pero estaba seguro que tarde o temprano íbamos a encontrarnos. Me gustaste desde que te vi, tenes luz”. Sus palabras hicieron que mi corazón se abriera y le contara que estábamos en el mismo cuarto y que también estaba esperando que hiciera algo. Se ríe, “finalmente lo hice”, me dice, se acerca y me besa, no pudimos dejar de mimarnos. Era natural como si nos conociéramos de toda la vida.
“Yo sabía que esto iba a pasar desde que te vi” me dice. Te podrías haber apurado, me voy mañana. “Tenemos una eternidad todavía, despreocúpate”. Voy a tener que exprimirte, cuando podríamos estar hace más de una semana. “No pienses en lo que no paso sino en lo que está pasando”. No pudimos separarnos más, hacia varios días que estaba en Katmandú y conocía todos los lugares así que me llevo a recorrerla a la noche abrazados. Locales y extranjeros los saludaban, mientras me corroboraba que se sentía en casa. Comimos rico y volvimos a nuestro cuarto. En el camino me mira y me dice “nunca estoy tan cerca de alguien tan rápido. Tenes una forma de abrirte que hace que sea fácil”. Por primera vez sentí que todo era perfecto, no dejaba de responderme y de acercarse. Dormimos toda la noche abrazados como si nuestros cuerpos fueran uno en la pequeña cama. Cada vez que me desperté me estaba abrazando y si se despertaba me besaba. Esa intimidad que se logra luego de varios meses nosotros la teníamos incorporada.
A la mañana nuevamente hicimos el amor y nos fuimos a “su lugar” en Katmandú donde me invito a desayunar. Hablamos de los viajes y de la vida y de construir lo que deseamos. “Nos vamos a volver a ver, te quiero volver a ver, nunca conocí a alguien tan feliz” me dice. Por primera vez en este viaje no soy yo la que dice esa frase, ya no espero nada, entiendo que todo es perfecto y que cuando te tenes que volver a encontrar con otro sucede, no importa de dónde eres o donde estás el universo te lleva a los brazos de nuevo de otro. Llegaron unos amigos de él y se sumaron a nuestra mesa y al rato me mira y me dice tenemos que irnos. Al salir me dice, “con ellos puedo estar cuando quiero, con vos solo nos quedan unas horas”. Volvimos caminando abrazados enamorados que nos olvidamos de ver a ambos lados de la calle y nos chocó una moto, por suerte sin consecuencia. Nos reíamos porque estábamos en las nubes y podríamos haber terminado en el hospital si el hombre no disminuía la velocidad, solo unos moretones violetas aparecieron. Volvimos al hostel y nos encontramos a mi amiga inglesa del libro shantaram y me dice “lo lograste. Gracias por la lección. Lo que es para vos, viene a vos”. Yo estaba feliz y no podía ocultarlo. El taxi que me llevaría al aeropuerto se atraso media hora dándonos mas tiempo para conversar y abrazarnos. En un momento pensaba que podía no tomar el avión, o que si me hubiera hablado los primeros días nunca me hubiera ido de Nepal y me hubiera quedado con él; pero la vida es simplemente como es y un avión a nuevo destino me estaba esperando. Por alguna razón sentía que tenía que ir a Goa. Viajando te das cuenta que vivís tomando decisiones, pero en lo cotidiano no te das cuenta. Esta vez no hice tics pero elegí con el corazón, vi algo mejor que el Everest y sobretodo disfrute del momento. Así que volveré, era solo un hasta pronto, sentía mientras veía como me alejaba de compañero de alma.

nepal viaje 2
Llegue a Nepal con plan abierto, pero desde que pisas estas tierras hay un solo tema de conversación en el aire: que trekking vas a hacer. Está lleno de extranjeros, muchos más que en india y de lo único que se habla, es del camino, del agua, los papeles, la nieve o la lluvia en la cima. El primer día pensé en quedarme, hasta compañero tenia para hacerlo. Pero a medida que las horas transcurrían mi cuerpo me hablaba, ¿queres pasar mínimo 11dias caminando? No tenes equipo y sobretodo estas cansada, la voluntad de estar aquí te llevara a la montaña. Sentí a mi corazón y me decía que quería tener una semana chillout y no agotada. Mucho tiempo en la carretera y aunque Abel dice: que se notan los kilómetros andados en mi cuerpo, dado que resuelvo las cosas en 5segundos. Mi cuerpo también reclama. Así que a pesar de estar en Nepal y poder quedarme 15dias en la montaña- que amo-, decidí tomarme un vuelo a Goa para terminar en la playa. Todo hubiera indicado que haría lo contrario pero a veces hay que tomar la brújula y recalcular en lo que necesito. No hay decisiones equivocadas solo caminos a experimentar. Y ayer me daba cuenta que viajar te presiona a tomar decisiones todo el tiempo, te entrena para la vida. No sé si es lo correcto pero es lo que siento. Me veía en la montaña y al mismo tiempo en la playa como dos burbujas en el aire y veía mi cara en una y otra y hasta paisajes y situaciones, ya que Nepal es un paraíso de tranquilidad, todo más fácil que volver a sacar las garras para la caótica india, pero esa semana puede contener un todo y prefiero a apostarle a la sensación que dejarlo a la próxima vez que venga a india. Muchas veces postergamos para cuando las condiciones perfectas estén dadas, pero la vida se hace camino al andar y claramente las condiciones son incontrolables. Llegue a las montañas para darme cuenta que necesitaba de la playa y eso que llegar al Everest siempre fue un sueño a cumplir. Pero este viaje no es llegar a metas sino vivenciar el mientras tanto y para eso se necesita flexibilidad. Ser sensible para recalcular y cambiar de rumbo de ser necesario.