Es mejor así

 

Seguramente no lo ves porque estás hechizada por el par de ojos que te devuelven la mirada desde la foto. Y está bien que no lo veas, porque no estás acostumbrada a detenerte en las cosas que no tienen importancia.  Continuar leyendo

Ya no llueve

Ya no llueve. O al menos eso creo oír desde este lado de la habitación. La costumbre de esperarte se está volviendo un veneno helado en las manos. Duelen las horas, el tiempo, las fotos, las gotas explotando contra el ventanal.

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El vidrio que nos separa

El café se está acabando. Un frío punzante esconde a los transeúntes en la entrada del humilde bar. Los veo amontonarse en la puerta y me compadezco de lo que les sucede, quizás porque hasta hace un rato, estaba en su misma situación.
La nieve cae lentamente y se deposita en los abrigos, en las copas de los árboles, en los techos de los autos.

El árbol y el silencio

Galopa al viento con la furia de quien sabe que su destino está pronto a enfrentarse a sus ojos. La espada desenvainada, la mirada firme, el cabello enmarañado en la nube de polvo, fuego y tierra que se mezclan en el aire oscuro de la tarde. Continuar leyendo

Todavía no te diste cuenta

Todavía no te diste cuenta. Y yo disfruto un poco de que no lo hayas notado, porque me siento menos expuesto, menos acorralado por el hecho de que vos no sepas que estoy ahí, parado, congelado como una estatua, mirándote desde la vereda de enfrente, estancado en el fuego que despiden tus ojos marrones. Continuar leyendo

Fénix

A lo lejos, la ruta desaparecía en la profundidad de la niebla.
El hombre se restregó levemente los ojos para agudizar un poco más la percepción mientras el viento golpeaba las ventanillas y el cemento debajo de las ruedas trepidaba a medida que aumentaba la velocidad.
Encendió un cigarrillo y permitió que el humo danzara por su boca unos segundos antes de dejarlo en libertad.  Continuar leyendo

Puente

Madrid, Octubre de 1997

Querida Clara:
No sé bien el por qué de estas líneas. Muchas veces estuve (como ahora) frente a la hoja de papel, pensando, buscando las palabras justas para intentar hacer un reflejo fiel de lo que pasó dentro mío todos estos años.
Me resulta extraño ver las fotos desordenadas sobre la cama en la que duermo, o mejor dicho, en la que me las rebusco para dormir cada noche. Y aunque no entiendas bien a qué me refiero, digo que me resulta extraño porque no siento que en esos pedazos de recuerdos esté yo. O por lo menos el “yo” que mi memoria guarda como un tesoro. Quizás la respuesta esté en que ahora el espejo me devuelve una mirada que a veces desconozco, y el brillo que antes aparecía como por arte de magia se va desvaneciendo con la misma eficacia de un truco repetido en numerosas ocasiones. Vos dirás que es pura melancolía, y sí, tenés toda la razón del mundo.
Sólo que no sé si esta melancolía tiene ese efecto de amarga dulzura existente en las cosas que se anhelan pero que ya no se tienen. No sabría decirte cuál de todos es el sentimiento más acorde a lo que sucede en mí, pero ya sabés como soy, nunca logro ponerme de acuerdo conmigo mismo acerca de absolutamente nada. Continuar leyendo

El viento de verano

El consultorio se le hizo más pequeño a medida que pasaban los minutos y los silencios cada vez más prolongados. Trató de mantenerse sentado, mirando los retratos que se sostenían prolijamente sobre la repisa que dominaba la pared de color ocre.

Observó los rostros, los gestos, e hizo lo posible por no regresar su mirada hacia el doctor Martínez, que pacientemente y con una comprensión alarmante, esperaba su procesamiento dificultoso de la información.

Realmente no sabía qué decirle. Nunca es fácil ponerle palabras a las cosas que no tienen mucha explicación y menos a las cosas que se sienten y uno no entiende por qué se sienten así.
El doctor Martínez tampoco tenía el día entero para él, y a pesar de su tacto habitual para las frases evocadas con rigor y profesionalismo, esa vez carraspeó y rompió la valla que unos segundos atrás parecía infranqueable entre los dos.

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