No importa

#CuentosCortos
No importa que afuera el color del cielo se vuelva ciclotímico, ni que el bullicio que nace entre las mesas se convierta en una marea ensordecedora. No importa que detrás del vidrio las personas caminen con sus vidas a cuestas, enarbolando ilusiones o dejándolas apagarse en el viento para siempre, sin saber más de ellas que la velocidad con la que recorren el cemento congelado, mientras el apuro por escaparle al frío es moneda corriente, y los rostros contraídos se esconden detrás de las bufandas de lana. 

No importa que los relojes sigan siendo espectadores de la danza apasionada de sus agujas, encontrándose y desencontrándose una y otra vez, jugando con el tiempo, estirando o acortando las horas, los minutos, los segundos.

No importa la máquina de café a lo lejos, ni el impune y adictivo aroma del chocolate, ni el sobrecito de azúcar, apenas abierto, recostado sobre las paredes del vaso de plástico.

No importa que las manos se me estremezcan de los nervios, ni que los pies se muevan impacientes, ni que haga lo imposible para que no lo notes.
No importa que esté pidiendo para mis adentros que todo no pase tan rápido, que este momento no se termine, después de haberlo esperado tanto, después de haber deseado fervientemente tenerte ahí sentada, hablándome de vos, contándome tus sueños, tus dudas, tus certezas, las marcas del pasado, los miedos del futuro, gobernándolo todo con esa sonrisa que irrumpe dentro mío sin pedir permiso, y me hace más vulnerable de lo que ya soy, de lo que todavía seguro no sabés.
No importa.
Y no importa porque estás ahí.
Qué más necesito que eso.
Qué más que perderme en el laberinto de tus ojos silenciosos, en el trayecto que hacen tus palabras desde que son liberadas por tus labios, hipnotizándome por completo, sin que pueda alejar mi mirada de la tuya, y es exactamente en ese instante cuando trato de correr la vista para que no veas que ya ganaste la batalla, sin quererlo, y que estoy rendido, que ya entregué mis armas, que no tengo manera alguna de seguir adelante sin que sepas que me estalla el pecho, sin que te des cuenta que el tipo que tenés sentado enfrente podría ver como todo se desmorona alrededor suyo, pero aún así seguiría sin importarle, porque su mundo se reduce a ese ahora, a ese presente que quiere sea infinito, a esa porción de tiempo que se le deshace entre los dedos y que cuando se acueste a la noche, y apoye la cabeza contra la almohada sabrá que ya se ha extinguido, y será difícil conciliar el sueño, sabiendo que te volvió a perder, sabiendo que va a tener que conformarse con la imagen que imprimió en sus retinas para no olvidarte nunca, y que con el paso de los días se irá desdibujando, hasta tener que recrearla en su mente, y así sentir que seguís estando cerca.
Pasarán las jornadas, la rutina volverá a ser rutina, los programas en la tele serán extremadamente aburridos, las historias escuchadas al pasar en el colectivo serán fácilmente desechables, y alguna tarde, o quizás alguna noche, ese tipo se sentará frente a su cuaderno o su computadora, y escribirá un cuento, pensando que a lo mejor, esa huella en el papel o esos caracteres detrás del monitor se inmortalizarán, aunque jamás sean leídos por vos o sí, pero como tantas otras cosas dichas anteriormente, no importa.
No importa porque tu voz me acaba de sacar del ensimismamiento.
Y miro para todos lados tratando de confirmar que seguimos ahí, uno frente al otro, que no es un espejismo, que no es una falsa percepción de la realidad, sos vos contándome las películas que te gustan, soy yo, escuchándote y contándote las mías, en una especie de burbuja, de la cual no quiero salir.
La gente está empezando a levantarse, cada vez con más frecuencia. El sonido de las sillas arrastrándose se repite hasta el hartazgo, y nosotros nos seguimos indagando, investigando, descubriendo, haciendo a un lado el fino velo del misterio que existe entre dos personas antes de conocerse verdaderamente.
Es de noche y podría quedarme sin tregua, observándote abrir las puertas de tus sentimientos, explicándome los por qué, ahondando en lo más profundo de tus pensamientos, revelándome con cautela las señales que te muestran como sos, con tu espontaneidad a flor de piel y la simpatía refrescándome con cada uno de tus gestos.
Aunque ahora y sin terminar de comprender cómo, la oscuridad absorbe los rincones, los ruidos se desvanecen y la soledad me devuelve a la habitación, y caigo en la cuenta que ese momento de felicidad se esfumó, que es hora de apoyar la cabeza en la almohada y reconstruirte, guardarte en los pasillos de mi memoria, hacerte eterna en ese recuerdo y así, mañana, o pasado, o tal vez dentro de muchos años, sentarme a contar la historia de ese tipo que te conoció, que tuvo la fortuna de ser parte por un rato de tus cosas, que entendió que tu presencia ahí, frente a él, era todo lo que necesitaba, aunque tuviera que, de allí en adelante, aceptar que te había vuelto a perder.
Algo así como despertar de un sueño, regresar inevitablemente a la vigilia.
Y después del punto final, el destino, si es que hay uno, hará que leas estas líneas o que nunca lleguen a vos.
Mientras tanto sólo me resta darle forma a esta oración y despedirme dándote las gracias, porque sinceramente, todo lo demás, no importa.