Requiem por una foto: Una historia común, para vivir por siempre

#DesdeParaguay

Me hizo llorar. Quizás porque también cuando mi mamá empezó a enfermarse, yo quería fotos con ella; pero a ella ya le apenaban los estragos que podía haber hecho  la cortisona en su imagen.

Cuando leí el post que se volvió viral, “Mamá, pónte en la foto”, me percaté de lo común que es para muchas negarse a una foto, por el rechazo o miedo que les genera su propia imagen.  Y no es para menos, en una sociedad donde se condena al escarnio público a las mujeres que están fuera del prototipo que se instaló como ideal. Ese, al que menos del 1% de las mujeres reales corresponde.

El daño que ya produjo esta cultura del odio, es inconmensurable. Personas escondidas, mujeres obsesionadas, muertes por la desesperación de encontrar una salida en los quirófanos y gente enferma, atacando sin razón ni límites a víctimas de turno.  Por esa esquizofrenia colectiva, muchas veces las atacadas, no se percatan de que probablemente no haya nada de malo en ellas. Y de que paradójicamente, suele ser gente en peor estado –en todos los sentidos- quien las ataca. Bajo la presión de ese acoso, las víctimas no recuerdan que existe algo llamado “Ley del Espejo”: los agresores ven en nosotros lo que odian de ellos mismos.

En esta ocasión me refiero a mujeres, como principales víctimas; porque la sociedad en la que estamos nos obligó a creer que un hombre puede tener todos los defectos físicos que quiera, pero a una mujer siempre se le exigirá más. ¿Ejemplo para la risa?: La TV. Cuando una conductora está fuera de peso, recibirá todo tipo de insultos y acosos de la teleaudiencia; pero el 90% de sus colegas varones, no sólo está fuera de peso; sino también son calvos, de edad o sin belleza.

Es útil toparnos de frente con columnas como esa- o como este video de abajo, que también se volvió viral- porque nos obligan a sincerarnos y enfrentarnos a los temores que creemos sólo nuestros. Muy útil, porque no sólo pueden ayudarnos a vivir mejor, sino incluso, a perdurar por siempre. ¿Cómo?: Pasa que cuando la gente que nos ama vea una imagen nuestra, no se fijará en la cantidad de imperfecciones que tenemos. Se fijará en la imagen que le trae nuestros  más hermosos recuerdos. No se fijarán en el poco cuello; recordarán qué les dijimos. No buscarán estrías; recordarán nuestros abrazos.

La memoria es frágil, y les aseguro, que llega el maldito momento en el cuál se van olvidando a las personas que perdimos: primero se va el olor, luego el sonido de su voz, y finalmente, su rostro se nos va borrando.

Si en verdad amamos a quienes nos aman, no les privemos de nuestro recuerdo. Vencer el miedo a nosotros mismos, y enfrentar el “qué dirán”, será más que un acto de valentía: un regalo de amor para quienes nos aman.
El odio, nunca puede tener la última palabra.