Estamos todos locos.
Esta década pasará a la historia por su capacidad de endiosar o endiablar a las personas.
Un extraño sistema de fanatismos parece repartir etiquetas y adosarlas para siempre en cualquiera que muestre con determinación su opinión.
Sobre cualquier tema.
Apenas abrir la boca ya es indicio suficiente para que alguien, levante el dedo y dictamine.
Es ahí donde se resuelve endiosar o endiablar a quien ejerció la opinión, especialmente sobre un tema escabroso.
Situación que me preocupa.
Por qué, dirán.
Porque me gusta pensar, debatir y compartir el resultado de mi análisis. Sin riesgo de terminar con un garrotazo en la cabeza.
O enemistarme con el buen tipo que piensa distinto, en cualquiera de las múltiples disyuntivas del quehacer humano.
Además, no es mi intención estar en el medio. Porque ahí ejercería la mediocridad.
Y ya saben. A los tibios los vomita Dios.
Eso dice la Biblia. Y eso me inquieta bastante. Sobre todo porque conozco gente que va a la iglesia a venerarlo pero obra con tibieza. No se juega por nada, solo por preservar su comodidad y mantenerse lejos del riesgo.
Pusilánimes.
Solo esos, los mediocres, parecieran estar tranquilos.
El resto corremos riesgo de ser endiosados o endiablados, por el delito de asumir el peligro de pensar.
De modo igual o diferente.
Triste realidad.
*Juan Valentini es autor del libro de superación personal El Campeón: Filosofía Práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida. (Gran Aldea Editores).