No sé bien cómo ni por qué, pero la realidad quedó de alguna forma orquestada.
Es como que se tiró la taba. Y la suerte quedó echada.
Salió negativo.
Negativo para todos.
Eso se percibe al observar el clima social, de disputas, enojos y agravios.
Una situación que prepondera y parece instalarse, sin que se repare en su inconveniencia.
La inconveniencia de creer que estamos unos contra otros. Y vivimos en una batalla.
Es cierto que las creencias son condicionantes de la acción. Y que la realidad termina emergiendo en parte de los pensamientos, porque son guías para las conductas.
Disciplinan el accionar.
Por eso es saludable revertir la concepción de lucha.
Si se piensa que vivimos en una suerte de batalla, las ideas consecuentes persuaden a armarse, a agredir.
A aniquilar al otro.
Florece así la destreza de la maldad y se encauzan energías para desplegarla.
El resultado nunca es bueno, por una sencilla razón…
La maldad no genera buenas ideas.
Honrarla significa construir la peor versión que una persona tiene para ofrecer. Representada en la capacidad de agraviar al otro, denigrarlo, descalificarlo y perjudicarlo.
Quizás la concepción de la batalla proviene de una síntesis tan reiterada como fallida. Aquella que afirma: divide y reinarás.
¿Será que esta afirmación persuade la conveniencia de confrontar?
¿De pensar que estamos en una guerra de unos contra otros?
Si se insiste con el compromiso en esa creencia, es posible que la energía se invierta en términos destructivos. En la capacidad de dañar.
Si en cambio, nos atrevemos a repudiarla, quizás la taba vuelva a girar.
Tal vez logremos que ideas destructivas sean superadas por ideas constructivas.
Quizás es tiempo de que empecemos a repensarnos.
Dejemos de estar unos contra otros. Y construyamos la realidad unos con otros.
*Juan Valentini es autor de “Escritos de la Vida”. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro. También es autor del libro de superación personal “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.