No creo mucho en la valentía. Será porque muchos han perdido batalla y no dejaron su voz para defenderse.
Lo cual no quiere decir que incite a la cobardía. Ensalce sus precariedades y estimule siempre a la huida, una acción propia para la preservación de la especie pero indigna para acometer algunos objetivos.
El mundo es quizás más de los valientes que de los cobardes. Digamos, pero también dudemos.
Hoy invito a reflexionar sobre el tema, a que pensemos juntos. Como siempre.
Porque entre las certezas, siempre aparecen las dudas, y es ahí el terreno fértil que nos permite estimular la reflexión y construir conceptos o perspectivas superadoras para pensar la realidad primero. Y construir el mundo después.
No hay mundo más precario que el que se cierra en las propias certezas y se reduce al espíritu testarudo de quien se limita a sus aseveraciones.
Si no nos animamos a aceptar que nuestra mirada es individual y existe frente a la multiplicidad de miradas posibles, nos encerramos en nuestro mundillo. Y quedamos embaucados en nosotros mismos.
Una torpeza que solo puede servir para responder al ego de algún espíritu inseguro. Pero jamás para honrar la inteligencia.
La duda es incitadora del intelecto, una instancia crucial para iniciar la búsqueda y aspirar a lúcidas respuestas.
Más vale pensar que estamos equivocados que recluirnos en nuestras verdades. Es mejor que prepondere la posibilidad de ver lo que no estábamos viendo, a que se impongan nuestros caprichos.
Caso contrario nos reducimos a nosotros mismos, despreciamos al otro y la posibilidad de ver el mundo de manera enriquecida. Situación que nos permite obrar con más efectividad y tomar decisiones de mayor calidad.
La antítesis de la duda sería la acción espontánea. Obrar desde el impulso y cerrar las posibilidades de la reflexión, con las consecuencias que esto implica.
La vida está repleta de gente que obra con impulso y luego sobrelleva las consecuencias de sus actos. Es una lícita elección, y aunque rechace la instancia meditativa, constituye un posicionamiento estratégico frente a la existencia.
Todo siempre es respetable. Ser valiente o cobarde. Evaluar y transitar más cerca o más lejos de los extremos.
Caer en la necedad nos lleva a reducirnos a nosotros mismos. Quedar atrapados en nuestra mirada, que nos ofrece explicaciones y convicciones.
Podemos recluirnos en nuestras elucidaciones. O abrirnos a la mente de los demás.
Quizás no hay acto de mayor valentía, que aceptar la posibilidad de estar equivocados y animarnos a pensar diferente. Situación que posibilitaría muchas veces superar nuestras certezas. Porque habilitaría la conveniencia de construir una realidad enriquecida por la mirada del otro.
Y el beneficio, ciertas veces, de dejar de mentirnos.
*Juan Valentini es autor de “Escritos de la Vida”. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro. También es autor del libro de superación personal “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.