Nada les debemos a los alcahuetes, obsecuentes y condescendientes.
Seguiría pero tal vez ya es suficiente y nunca es bueno caer en los excesos.
Una breve descripción los caracteriza con bastante precisión y sirve para imaginarnos a quienes nos referimos.
A los acomodaticios.
A esos.
Quienes ofician de aduladores, nublan su sentido crítico y festejan como pueden las acciones del mandamás.
Triste papel.
Es raro que lo ejerzan a la vista de todos. Porque hasta el más distraído descubre a ese tipo de seres que se denigran para invalidarse como sujetos.
Porque no solo son capaces de alabar al otro, sino de anularse como individuos.
Una acción en demasía denigrante para cualquier persona que procure preservar una mínima dosis de dignidad.
Por eso de alguna manera dan lástima los acomodaticios. No porque relaten la mediocridad con la que operan y se revele en sus conductas. Si no porque invalidan su capacidad de pensar, de decir y aportar lo más valioso que tienen para ofrecer. Su propia mirada del mundo, que puede disentir con la determinación de quien dirige la batuta, pero al mismo tiempo enriquecerla.
Y no hablo solo de algunos políticos que se doblegan ante sus convicciones. Hablo de personas que transitan en empresas, instituciones, clubes barriales y hasta ronda de amigos.
Hablo de los tibios, los grises. Los que nunca se juegan por nada.
Los intrascendentes.
Digo lo que digo, quizás porque me siento acompañado al escribir estas líneas. Y porque tengo la convicción de que la escritura puede generar una incidencia sana y positiva para construir la realidad.
Si suena fuerte, no es por honrar bravuconadas. Es por la intención de inquietar la reflexión. Llamar la atención de algún modo y provocar un espacio para repensar conductas.
El mundo avanza gracias a quienes asumen la incomodidad. Dicen lo que tienen que decir.
Y disienten cuando tienen que disentir.
Los líderes más capaces valoran a los que discrepan con propiedad y honestidad, no a los que asienten con cobardía.
Opinar siempre igual es el oficio de los obsecuentes. Una actitud complaciente y especulativa, que es insana para contribuir a la realidad.
Nuestra sociedad está repleta de personas que nos muestran con su ejemplo el camino a seguir. El que honra el compromiso y las convicciones.
Esperemos que este mundo no se precarice por la comodidad de los acomodaticios. Y se enriquezca por quienes están dispuestos a asumir una positiva rebeldía. Con el ánimo de aportar lo que puedan aportar.
Por suerte no todos negocian con su dignidad. Y se acomodan a la comodidad.
*Juan Valentini es autor de “Escritos de la Vida”. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro. También es autor del libro de superación personal “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.